El pequeño santuario en Outes
La curiosa tradición de la Galicia rural: pequeños santuarios que intentan salvar a las almas en pena
La creencia popular sostenía que las almas necesitaban oraciones y limosnas para aliviar sus sufrimientos
En Galicia, tierra de piedra y espiritualidad, la arquitectura popular siempre ha sido un reflejo de la vida cotidiana y de la fe de su gente.
Hórreos, pazos, iglesias románicas y cruceiros forman parte del paisaje, pero en medio de caminos rurales, encrucijadas y parroquias también aparecen pequeños altares destinados a recordar a las almas en pena y ayudar en su tránsito al más allá.
El propio dicho 'alma en pena', recogido por la Real Academia Española (RAE), nos da una pista del trasfondo cultural de estos santuarios. Se entiende como el alma que padece en el Purgatorio, como el espíritu errante que no encuentra reposo definitivo, e incluso como la persona que deambula sola, triste y melancólica.
Tres acepciones que encierran una misma idea: la de la soledad y el sufrimiento de quienes necesitan del consuelo, la memoria y la caridad de los vivos. Y es precisamente en esa creencia donde nacen estos pequeños santuarios gallegos.
Qué son estos pequeños santuarios
Nos referimos a los petos de ánimas, que como ya adelantamos son santuarios de piedra que comenzaron a proliferar entre los siglos XVII y XVIII. La creencia popular sostenía que las almas necesitaban oraciones y limosnas para aliviar sus sufrimientos en ese estado intermedio antes de alcanzar el Cielo.
Por ello, estos altares cumplían una doble función: recordaban a los caminantes la necesidad de rezar por los difuntos y ofrecían un espacio para depositar monedas u ofrendas que serían destinadas a misas por las almas. No en vano, la palabra 'peto' en gallego significa hucha, lo que deja clara su finalidad original.
Estos pequeños altares normalmente se ubican en las entradas de pueblos. Pero además de su valor espiritual, tuvieron un papel económico, ya que las limosnas recogidas se destinaban a la economía parroquial y al encargo de misas.
Arquitectura y elementos comunes
Aunque existen variaciones, la mayoría de los petos de ánimas responden a un esquema arquitectónico similar. Construidos en granito, presentan una base moldurada que sostiene un nicho o hornacina, generalmente en arco de medio punto.
En su interior aparecen representaciones de las almas, unas escenas que, casi siempre, van acompañadas de figuras protectoras como la Virgen del Carmen, San Antonio de Padua, algún santo local o incluso Cristo en la cruz.
En muchos casos, el conjunto se corona con una cruz y se protege con una reja o cristal, tanto para resguardar la imagen como la pequeña caja destinada a recoger limosnas.
Aunque hoy en día la costumbre de donar monedas prácticamente ha desaparecido, sigue siendo habitual encontrar velas encendidas, flores o incluso productos agrícolas como castañas o mazorcas de maíz, que reflejan el fuerte vínculo con la vida campesina.
Ejemplos singulares en Galicia
Los petos de ánimas se encuentran repartidos por toda Galicia, y muchos destacan por sus particularidades. En Pantón (Lugo), el Peto de Tuiriz llama la atención porque hoy en día se usa como buzón.
En Caldas de Reis (Pontevedra), uno de estos altares alberga la figura de Santa Lucía, poco habitual en este tipo de representaciones.
Peto de ánimas Escudeiros
En Orense, el Peto de Escudeiros, en Celanova, presenta un retablo en madera policromada con la Virgen del Carmen asistiendo a las almas en pena, y además incorpora un reloj de pared que servía a los vecinos para organizar los turnos de riego.
En la parroquia de Baión (Vilanova de Arosa), un peto adosado al muro de una casa sorprende por su estética marinera, con ventanales de cristal que dejan ver imágenes de santos y de la Virgen con el Niño.
En definitiva, los petos de ánimas reflejan la esencia de Galicia y son parte inseparable del patrimonio cultural gallego.