Percebes, marisco típico de Galicia
Cómo saber si los percebes son gallegos o marroquíes: las claves para acertar en tus compras navideñas
Con la llegada del frío y los meses con 'r', empieza la cuenta atrás para las mesas navideñas y, con ellas, la temporada alta del marisco. Octubre, noviembre y principios de diciembre son los meses ideales para comprar productos del mar a mejor precio antes de que la demanda dispare los costes.
Entre los más codiciados, el percebe con su sabor a mar que no tiene comparación. Sin embargo, no todo el percebe que llega al mercado procede de Galicia. En los últimos años, cada vez más ejemplares marroquíes se venden como si fueran gallegos, confundiendo incluso a los paladares más expertos.
Conocer las diferencias es fundamental para saber qué estamos comprando y por qué un percebe gallego cuesta más, pero también sabe mejor.
Parecen iguales pero no lo son
Aunque muchos creen que el percebe gallego y el marroquí pertenecen a especies distintas, la realidad es otra: genéticamente son idénticos. Lo que los diferencia es su entorno. El hábitat en el que crecen, las rocas, la temperatura del agua y la fuerza del oleaje, determina su forma, textura y sabor.
El percebe es un crustáceo que vive adherido a las rocas donde el mar golpea con más fuerza. Su cuerpo se compone de dos partes: la uña, una especie de caparazón protector, y el pedúnculo, la porción carnosa y comestible.
En Galicia, especialmente en las rías y acantilados del Atlántico, los percebeiros arriesgan su vida para recolectarlos en zonas de difícil acceso, donde las olas azotan sin tregua. Esa lucha constante con el mar es la que otorga al percebe gallego su sabor intenso, su textura firme y su fama de ‘Oro del Atlántico’.
Su captura, además, es totalmente artesanal y no se puede criar en cautividad, lo que incrementa su valor y refuerza, cada vez más, su carácter exclusivo.
Estas son las claves para diferenciarlos
Aunque a simple vista pueden parecer iguales, existen varios detalles que permiten distinguir el percebe gallego del marroquí. El percebe marroquí crece en zonas donde el oleaje es más suave, lo que se traduce en ejemplares más largos y delgados. Su pedúnculo, menos musculoso, contiene más agua y ofrece una carne más blanda.
El gallego, en cambio, se forma en los rompientes del Atlántico, donde el mar es más bravo. Esto da lugar a percebes más cortos, gruesos y carnosos, con una textura más tersa y compacta. La diferencia es visible incluso antes de cocerlos, el percebe gallego parece más robusto.
Un detalle revelador se encuentra en la base del percebe, donde se adhiere la roca. Los percebes marroquíes suelen traer restos de piedra arcillosa o arenosa, de color marrón claro y textura blanda. Los gallegos, en cambio, conservan fragmentos de roca granítica, de tono blanco o gris claro, mucho más dura. Esta diferencia es tan evidente que se puede identificar el origen de un vistazo.
Y por último, el percebe gallego concentra un sabor a mar mucho más profundo y salino, con matices yodados que recuerdan al agua brava del Atlántico. Su carne es firme y jugosa, fruto del esfuerzo constante del animal contra las olas.
Mientras que el percebe marroquí, criado en aguas más templadas y tranquilas, resulta más suave, menos intenso y con mayor contenido en agua.
Por todo ello, a la hora de elegir percebes para las celebraciones, es recomendable valorar algo más que el precio. Detalles como el grosor, el tipo de roca en la que crecen o su procedencia son determinantes para garantizar el auténtico sabor del Atlántico.