Calculadora Verea Direct Multiplier

Calculadora Verea Direct Multiplier

Ramón Verea, el periodista gallego que inventó la primera calculadora capaz de realizar multiplicaciones

El pontevedrés no quiso comercializar la máquina, solo quería demostrar que un español podía inventar tan bien como un estadounidense

Entre las figuras ilustres que Galicia ha exportado al mundo, pocas poseen una trayectoria tan fascinante y se podría decir que casi desconocida como la de Ramón Verea Aguiar. Oriundo de la parroquia de San Miguel de Curantes en La Estrada (Pontevedra), este periodista, ingeniero y escritor fue también un inventor de reconocido prestigio.

Durante su etapa en Nueva York, el hijo de Juan Verea y Florentina García marcó un punto de inflexión en el diseño de las máquinas de cálculo al inventar, en 1978, la primera calculadora mecánica capaz de realizar multiplicaciones directas.

Considera el precedente de las calculadoras modernas, la Verea Direct Multiplier, además de sumar y restar como las ya existentes en la época, también permitía multiplicar y dividir números de nueve cifras, con hasta seis números en el multiplicador.

Hasta la fecha, para multiplicar lo que hacían era sumar varias veces, pero Verea consiguió simplificar el sistema. Tal y como relataba el New York Herald, la calculadora consiguió multiplicar en la primera demostración 698.543.721 x 807.689 en tan solo 20 segundos, un tiempo récord.

El prototipo original, fabricado en hierro y acero con un peso aproximado de 26 kilos, descansa en la actualidad en la sede central de IBM, en Nueva York.

No quiso comercializar su invento

A diferencia de otros inventores de la época, Verea no quiso hacerse millonario con su máquina. Se negó a comercializarla. Como contó en varios medios de comunicación del momento, quería demostrar que un español podía ser tan buen inventor como un norteamericano. «El objeto al emprender una invención a primera vista imposible no fue la esperanza de reembolsar jamás ni una parte de los varios miles de pesos que he gastado; ni será tampoco con la celebridad que otros por menos adquirieron y que yo no ambiciono», contaba.

Sus motivos fueron otros. «Por un poco de amor propio, mucho de amor nacional -el deseo de probar que en ingenio inventivo un español puede dejar atrás a las eminencias de las ciudades más cultas- ; el afán innato de contribuir con algo al adelanto de la ciencia y por mis gustos e inclinaciones», decía.

Lo cierto es que esta calculadora no fue su único invento. El primero de ellos fue una máquina plegadora de periódicos, con la que se simplifica el sistema. También fundó una imprenta y una agencia importadora de novedades tecnológica.

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