Paco Morán

Paco Morán

El portalón de San Lorenzo

El calendario de Paco Morán

Como tantos otros paisanos, sabía en su fuero interno que para seguir el camino vital que quería, tan particular, tendría que irse de nuestra ciudad

En la esquina donde hoy está El Cortes Inglés se ubicaba en los años 40 del siglo XX la tienda de José González, que vendía repuestos para máquinas agrícolas y de algunos tipos de automóviles. Fue sustituida posteriormente por otro comercio cuyo dueño era Manuel García de la Plaza, que hacía unos calendarios almanaques sensacionales, y que tenía como productos «estrella» la máquina de coser ALFA y la bicicleta BH, productos que todos ansiaban por aquellos tiempos. Las mujeres, para sustituir sus viejas máquinas Singer, y los hombres para acceder por primera vez a un vehículo de ruedas con el que acudir a sus fábricas.
La mayoría de ellas estaban localizadas fuera del casco urbano de entonces: la Porcelana, la Electro Mecánicas, la Constructora Nacional de Maquinaría Eléctrica (Cenemesa), Cementos Asland, el Depósito de Renfe, La Cordobesa, Bernardo Alba, Carbonell, Carburos Metálicos, la Fábrica del plomo, la fábrica de las latas, Moreno S.A. la Maderera Industrial, Félix Martínez, García Márquez y Casas, la Algodonera, etc. etc. Por eso, estas instalaciones industriales contaban con enormes hangares para aparcarlas.
El gerente de la tienda de Manuel García de la Plaza era Manuel Pérez Casas, hombre muy vinculado con el Colegio Salesiano. Como en este centro, siguiendo el carisma de Don Bosco, se cultivaba el teatro y otras artes escénicas y Pérez Casas formó parte destacada de aquel cuadro de actores que comenzó a actuar allí en 1944. Allí estaban el singular Enrique de la Virgen, Rafael González, Adalberto López, Juan Lopera y Enrique Lozano entre otros. Sus representaciones teatrales tenían lugar en el teatro del Colegio, actual Teatro Avanti.

La ferretería La Campana

A este cuadro de actores se unió pronto un joven llamado Francisco Morán Ruiz, que venía del Colegio de los Maristas de la Compañía y al que se le dio una calurosa acogida en el colegio de la calle María Auxiliadora. Ya era Paco Morán para todos. Su primera colocación laboral fue en los almacenes de ferretería La Campana, de don José Molleja, en la calle Nueva. Contaba entonces este gran comercio cordobés, tristemente desaparecido, con hasta siete empleados en el despacho, y que a fuerza de recordar diré que eran: Manuel Toledo, como encargado; Joaquín García, José Gutiérrez, Vargas Salamanca, Romualdo Maroto y Ricardo Ruiz... Y cada uno tenía un aprendiz que le ayudaba. Entre aquellos chiquillos aprendices de 14 o 15 años estuvieron Francisco Carrasco Heredia y Rafael Ruiz Lucena, que harían gran amistad con Paco Morán.
No nos debe extrañar la importancia del comercio de las ferreterías, que la calle Nueva estaba plagada de ellas. Y así también estaban ferretería El Timbre, ferretería La Llave, ferretería Gutiérrez y la ferretería El Candado. Y aquellas ferreterías dieron lugar a una simpática coplilla que surgió de la taberna Ordóñez de calle Azonaicas:
«El RELOJ de la Plaza marca las 9 de la mañana, suena EL TIMBRE, toca LA CAMPANA, y GUTIÉRREZ coge LA LLAVE para abrir EL CANDADO».
Y siguiendo con Paco Morán diremos, que entre su «charpa» de amigos se contaban Rafael Aguilar de Dios y los hermanos Rafael, Emilio y Paco Navarro. Los domingos se reunían en el Bar Negresco de la calle de la Plata y disfrutaban con ir a la calle Zorrilla a vivir el ambiente de Los Betuneros. También se juntaban con Manolo Jiménez, de Zafra-Polo, asistiendo los domingos a presenciar el partido del Córdoba CF. Cuando llegaban los carnavales, en la calle Carlos Rubio, antes de salir a las Cinco Calles, solían organizar unos bailes de juventud en los que Paco Morán casi siempre se disfrazaba de árabe.
Como me comentó una vez mi amigo Francisco Carrasco Heredia, Paco Morán era muy presumido. Cuando su jefe de la oficina de La Campana le mandaba ir al banco solía subir a una dependencia que la citada ferretería tenía en el piso alto, y allí se cepillaba los zapatos, se arreglaba la corbata, la chaqueta, e incluso se repasaba el peinado. En su vestir se notaba que su madre doña Ana Ruiz, al ser modista, lo tenía bien servido de ropa y de corbatas, que eran su debilidad.

Los inicios en el teatro

Como hombre metódico y ordenado, a pesar de su carácter artístico, pronto su amor al teatro le hizo elaborar como una especie de «calendario» que marcaría su carrera profesional y vital. En aquel calendario había previsto ingresar en 1948 en el Conservatorio de Música y Declamación de Córdoba, donde cursó Arte Dramático, siendo más tarde uno de los fundadores en Córdoba del Teatro Español Universitario, en el edificio de la calle Alfonso XIII. Después fue locutor de Radio Córdoba. Pero, como tantos otros paisanos, sabía en su fuero interno que para seguir el camino vital que quería, tan particular, tendría que irse de nuestra ciudad.
Así, en 1957 se despidió con tristeza de sus amigos y de La Campana. Se trasladaba a Madrid, donde entró a formar parte del cuadro de actores de Radio Nacional de España y una recién nacida TVE, protagonizando o doblando multitud de programas. Se consolidó definitivamente en las escena con la obra ´El Apagón´ estrenada en 1968. Y ya se asentó definitivamente en Barcelona, consiguiendo en la Ciudad Condal, entonces el principal centro cultural de España, importantes éxitos como actor y empresario teatral.
Su hermano Gregorio y su hermano Rafael, ambos empleados de la Audiencia Provincial, y su hermana Maruja, se habían quedado en Córdoba, viviendo en la casa familiar de la calle Alonso de Burgos, a espaldas de Hotel Regina, donde seguramente Paco presenciara muchos años antes la llegada a Córdoba de Jorge Negrete, alojado en dicho hotel, y que fue todo un acontecimiento social en nuestra ciudad dada la magnitud del artista mexicano. Quizás, quién sabe, aquello le convenció de que lo suyo había de ser la escena y el teatro.
Francisco Carrasco recordaba que fueron muchas las veces que él y su amigo Rafael Ruiz Lucena se desplazaron a la Casa de Córdoba en Badalona, y que siempre procuraban coincidir allí con un nostálgico Paco, ya establecido en Barcelona, que les esperaba con los brazos abiertos. Cuando él volvía unos días a Córdoba casi siempre le gustaba quedar en el Savarín u otros bares de la zona, pues esa había sido su el barrio de su vida. El disfrutaba mucho cuando volvía a Córdoba, pero siempre solía decir: «Aquí en Andalucía y en Córdoba, lo que no sea las sevillanas del Rocío, el cante y el baile, otra cosa como el teatro no tienen mucho lugar, y yo vivo del teatro y además siento el teatro, por ello estoy allí en Barcelona en un ambiente muy bien acogido por los andaluces que allí se marcharon a organizar sus vidas y su porvenir, y por lo aficionados al teatro de Cataluña que siempre me acogieron de muy buen grado.».

Un frustrado regreso a Córdoba

En 2004 fue la última vez que vino Paco Morán al Gran Teatro de Córdoba, con la obra ´La extraña pareja´, que constituyó un éxito artístico y de público. En una entrevista esos días en el diario Córdoba Paco Morán se sinceraba, quizás con la lucidez que dan los últimos años:
«La comedia la estrenamos en Barcelona, como casi todas, porque tenemos allí un público de raíces andaluzas muy adicto a nosotros, en donde recuerdo a muchos paisanos de aquel enorme semillero de cordobeses y andaluces que se formaría en la cercana localidad de Hospitalet y en la misma Badalona y quizás por ello, pudimos llegar casi a las quinientas representaciones. Por eso decidimos salir de gira por el resto de España y, lógicamente yo pedí que la trajéramos a Córdoba, al Gran Teatro si podía ser, a mi tierra... Y es que yo disfruto siempre con venir a mi querida Córdoba y además estar con mis viejos amigos del Colegio».
A raíz de algunas complicaciones de convivencia que surgió a los no catalanes por los comentarios radicales de algunos políticos nacionalistas la convivencia se complicó un tanto, y quizás por ello le llegó a decir a su amigo Francisco Carrasco: «En Barcelona aunque vivieras en las afueras en lo que ellos llaman »su torre«. (casa de campo), la vida se me antojaba algo complicada pues llegué a sufrir varios atracos de forma desordenada y persistente, que la policía no llegó nunca a resolver, por lo que llegué a sentirme muy inseguro e incómodo. Yo después de mucho tiempo me sentía claramente como en tierra extraña».
Por ello, Paco Morán había previsto en el «calendario» de su vida terminar sus últimos días en Córdoba, para lo que encargó a su hermano Rafael que le buscase un piso por la zona de la Avenida del Aeropuerto. Quería estar por última vez con su ciudad, a orillas de su río Guadalquivir, por el que sentía, como tantos poetas y artistas, un gran amor y debilidad. Pero no pudo disfrutar de su vuelta a Córdoba, ya que murió en Barcelona en 2012. Su «calendario», sólo por esta vez, desgraciadamente no se había cumplido.
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