
Armario con las carpetas del 'Corpus' cuando estaban en el Archivo de la Catedral de Córdoba
El portalón de San Lorenzo
El 'Corpus Mediaevale Cordubensis'
Fue siempre una colección abierta y a ella se fueron introduciendo todos los apéndices documentales que sobre la Edad Media de Córdoba que iban llegando»
Desde que entró don Manuel Nieto Cumplido en el Archivo de la Catedral como archivero, cargo que desempeño entre 1972 y 2015 (frecuentemente decía que fue el último canónigo que ganó su puesto mediante examen oposición, en 1972) empezó a interesarse por la enorme documentación medieval allí registrada. Una documentación que no se refería a lo típico que recoge la Historia, como la hazaña de un determinado monarca, sino, por ejemplo, el registro ante un escribano público del contrato de arrendamiento y la descripción de las lindes de una casa o heredad, información objetiva que podría dar una imagen más real de los tiempos pasados que las crónicas edulcoradas. Topónimos, arroyos, veneros, conducciones, obras, deudas, pagos, nombres de calles antiguas, profesiones desaparecidas, diferentes monedas y bienes de intercambio, judíos, moriscos, clérigos… Todo surgía de aquellas páginas olvidadas.
Hasta tal punto era abrumadora esta riqueza histórica que le empezó a rondar una idea genial: elaborar un catálogo o 'Corpus' con toda la información de documentos escritos que nombrasen o se escribiesen en el reino o diócesis de la Córdoba medieval, coincidente a grandes rasgos con la actual provincia, si bien (y de ahí su ingente obra) con una búsqueda no limitada al Archivo de la Catedral, sino a todo tipo de archivos, españoles y extranjeros.
Utilizó para recoger y clasificar esta información unas cuartillas o cartulinas en formato de ficha donde, por lo general, mecanografiaba y referenciaba el texto encontrado (aunque también las había manuscritas). Las de color azul eran de textos procedentes de archivos de Córdoba, y las de color amarillo para la información obtenida de fuera, incluido el Archivo Vaticano. También existían unas pocas fichas a las que le había pegado encima de la cartulina un papel con información aparecida en cualquier revista o publicación. Se puso como fecha límite para considerar el texto como medieval el año redondo de 1500.
El mueble que muestra la foto de este artículo fue el que se utilizó para archivar desde 1974 las fichas, que se iban recopilando y que llegaron a estar contenidas en 188 carpetas marrones ordenadas por fecha. Fue construido por Miguel Arjona Navarro (1933-2012), procurando guardar el estilo del mobiliario que ya existía en el Archivo. En 2009 don Manuel Nieto decidió llevárselo todo a su casa, dejando el mueble vacío. Hoy seguramente estará ocupado con otra documentación que desconozco.
La modernización del archivo
Hay que señalar que, antiguamente, el Archivo de la Catedral de Córdoba estaba permanentemente cerrado, y solo accedían a investigar en él, a cuentagotas y de muy de tarde en tarde, contados eruditos o universitarios que solían pedir un permiso especial y expreso para ello. Como contrapartida, la mayoría dejaban copia de lo que investigaban e incluso algunos catálogos.
Don Manuel Nieto le dio una vuelta a esto. En el año 2000, apoyado por los que éramos sus colaboradores, propuso al Cabildo la apertura general del Archivo al público. Dos años más tarde, en 2002, le convencimos para que se instalara en su interior un taller de encuadernación especializado a cargo de una profesional en la materia, con el fin de garantizar un plan de restauración continuo de los valiosos tesoros, tanto documentos sueltos como códices y libros, que contiene. El Cabildo aprobó ambas solicitudes.
Los 84 documentos restaurados inicialmente fueron los de las primeras donaciones registradas a la biblioteca o archivo del Cabildo, por el canónigo Juan Alfonso de Astorga en 1505, o por el obispo don Martín Fernández de Angulo en 1516, que tratan de temas variados como Teología, Sagrada Escritura, Derecho Canónico y Civil, Filosofía, Liturgia, Canto Gregoriano, Astronomía, Clásicos del mundo antiguo griego y latino, Historia, Patrística, Gramática y Lingüística.
También se realizó, con la ayuda del arquitecto restaurador don Carlos Luca de Tena un sistema de archivadores metálicos para los enormes libros corales, diseñados para que fueran funcionales y poder extraer el libro con cierta facilidad, siempre horizontal para su mejor consulta. Fue otro adelanto que el Cabildo aceptó gustosamente. Sin duda, el Archivo de la Catedral había dado un paso decisivo en su modernización.
Los colaboradores
No cabe duda de que el autor de la idea del 'Corpus' fue don Manuel Nieto, que investigó, recopiló y transcribió la gran mayoría de su catálogo, sobre todo las fichas con información procedente del propio Archivo de la Catedral. Pero es justo mencionar también a otras personas que también aportaron para la formación de esta singular colección histórica que es el 'Corpus'.
Así, en primer lugar quiero citar a Gloria Lora, profesora de Historia Medieval en la Universidad de Sevilla, que aportó la mayoría de las fichas referidas al Monasterio de San Jerónimo, además de la genealogía de importantes familias de Córdoba.
El sacerdote don Antonio Llamas Vela, que en sus tiempos de estudiante en Roma se preocupó de buscar documentación en aquellos archivos romanos que citasen a Córdoba y a los cordobeses.
El profesor Jesús Padilla González, que al principio aportó fichas contenidas en su tesis doctoral sobre historia medieval y, posteriormente, una colección de documentos sobre alarifes y carnicerías, así como información extraída del Archivo de Cabriñana en referencia a la ilustre familia Góngora y Argote.
La experta mundial sobre Góngora de la Universidad Complutense de Madrid, Amelia de Paz Castro, que en su constante investigar sobre el poeta y el mundo que lo rodeó también legó valiosa información al respecto.
La profesora María del Mar Graña Cid, que se correteó investigando todos los conventos de monjas clarisas de Córdoba, y de toda esa documentación aportó unas dos mil fichas que se incluyeron en el 'Corpus'.
Luis Cárdenas Rodríguez, archivero notarial. Cuando los protocolos notariales no estaban todavía en el actual archivo de la calle Pompeyos demostró su gran amistad con don Manuel Nieto entregándole una enorme cantidad de fotocopias con documentos del Oficio 14 (el 90%) y el Oficio 30 (10%), que de haberlas buscado e investigado don Manuel en el archivo notarial le hubieran llevado toda una vida. Además había que tener grandes conocimientos de paleografía para transcribirlas.
También hay que citar a Felisa Cerrato, Vázquez Lesmes, Pepe Campos o Antonio Rodríguez, entre otros que recuerde. Y el gran catálogo de don Diego Ramírez de Xerez, la colección individual más importante que existe en el Archivo sobre todo el cajón JHS.
Por último, del Archivo de Viana, facilitado generosamente por Juan José Primo Jurado, se introdujeron dos catálogos completos con información medieval de unos 1.500 documentos sobre testamentos y mayorazgos, todo perfectamente digitalizado. También se introdujo toda la información medieval del tristemente abandonado Convento de Santa Isabel de los Ángeles (fundación, mayorazgos y testamentos), que gentilmente nos facilitó la archivera Lourdes.
La digitalización del 'Corpus'
Mi implicación en el 'Corpus' y el inicio de mi trabajo con don Manuel Nieto Cumplido, que abarcó mis últimas dos décadas de vida laboral (1995-2015), surgió por azar en la sacristía de San Lorenzo, a donde don Manuel solía acudir algunos sábados para charlar con don Antonio Gil, párroco entonces, junto con otros sacerdotes.
Un día que charlaba yo en la sacristía con don Antonio Gil también estaba por allí don Manuel, y comenté de pasada cómo manejaba una base de datos de aquellas primeras tan complejas (llamada Open Access) en mi trabajo en Westinghouse. Don Manuel, siempre callado, saltó de imprevisto preguntándome si sería capaz de digitalizar y registrar un gran volumen de información, el 'Corpus', que oía por primera vez. Contesté que sí y no se habló más del asunto, ni le di la mayor importancia.
Pero al siguiente sábado volvimos a coincidir y de nuevo me sacó el tema, diciéndome que, si quería, elaborase un proyecto con su presupuesto, para lo cual me tenía que pasar por el Archivo de la Catedral y contemplar el objeto del trabajo.
Así que pasé por el Archivo, donde lógicamente nunca había estado, y realizamos un estudio estadístico clasificando las carpetas en cuatro rangos: «Bueno», «Regular», «Malo» y «Manuscritas», en función del estado que presentaban.
Con ello elaboré un presupuesto, y añadí el equipo que se necesitaría para pasar toda la información de esas carpetas, contenida en fichas físicas de cartulina, a archivos de texto en ordenador organizados según carpetas (en principio 188). Para ello hacía falta, aparte del ordenador, un escáner de mesa, un programa de reconocimiento de caracteres (OCR) y una serie de discos de 3 ½, que era el soporte de información más moderno entonces. Aún ni existían los CD y el Windows 95, toda una novedad revolucionaria frente al MS-DOS, acababa de ser lanzado al mercado. El Word Perfect era todavía el editor de texto más famoso, y con él se empezó el trabajo. Luego se pasaría el Microsoft Word.

Tipo medio de ficha y tipo de letra con subrayados
Arrancar, lo que se dice arrancar con normalidad, nos llevó aproximadamente dos semanas, pues fueron muchos los cabos que hubo que perfilar, sobre todo informáticos. Afortunadamente pudimos contar con la ayuda siempre solícita de Alberto, de la empresa de informática Afocor, un muchacho clave que nos sacó de multitud de problemas, atranques y averías de todo tipo. Entonces los programas se instalaban con infinidad de discos, y como fallase sólo uno ya era todo un problema. No hace falta decir que Internet ni existía.
Arreglados estos problemas iniciales, el trabajo en sí consistía básicamente en escanear una a una las fichas, el OCR las leía y las pasaba a un archivo provisional de texto, que luego había que corregir, porque los errores eran innumerables. Todas las «o» con acento, por ejemplo, las interpretaba como un «6». Los OCR eran aún muy básicos, nada que ver con la actualidad donde hay páginas web gratuitas que hacen la tarea con gran habilidad. Recuerdo que entonces hubo que adquirir un programa muy costoso llamado Omnipage (cuyo servicio de atención al cliente, me sorprendió entonces, estaba en Irlanda), que a pesar de ser el más puntero del momento no dio mejores resultados que el OCR del programa básico que traía el escáner llamado Paperport.
Y estas pequeñas erratas eran lo de menos, ya que sólo se daba en las fichas poco claras, cuya letra mecanografiada estuviese borrosa, con manchas, subrayados, anotaciones a mano, o simplemente las que tenían fondo amarillo sin contraste con las letras, muchas veces era más eficiente escribir de nuevo todo el texto de la ficha que corregir los errores del OCR, que se inventaba caracteres y descuadraba los renglones. Luego estaban las fichas manuscritas, que suponían en torno a un 30% del total, que asimismo había que volver a escribirlas de nuevo (hoy ya hay programas que medio entienden la letra escrita; en 1995 eso era ciencia-ficción).
La digitalización fue una labor que se realizó en mi casa y en ella me echaron una mano mis hijos, siempre más duchos que los padres en cuestiones informáticas. Dentro de la gran tarea que era, tuvimos la oportunidad de leer (y de memorizar de forma inconsciente) infinidad de documentación histórica que era todo un tesoro para los que amamos la Historia. Al final, en unos tres años (hasta 1998) se habían digitalizado unas 30.000 fichas con un texto medio de 90 palabras por ficha, para un total de 3.261.207 palabras que ocupaban 8.003 folios. El 'Corpus' fue siempre una colección abierta y a ella se fueron introduciendo todos los apéndices documentales que sobre la Edad Media de Córdoba que iban llegando a nuestras manos.
Uno de estos añadidos, por ejemplo, sería la documentación que en 2004 entregó un donante sobre los «heredamientos de Albaida y Algibejo», pertenecientes a la familia de Hoces, un legado de 320 documentos de la biblioteca de don Rafael Fernández González. También se introdujo el libro de la profesora Pilar Ostos Salcedo ‘Documentos Notariales y Pedro González de Hoces’, editado en 2005, una serie de documentos de Alfonso XI que hallamos en un apéndice documental, así como información contenida en el Archivo Municipal que encontramos de casualidad cuando buscábamos información sobre Gonzalo Fernández de Córdoba, ‘El Gran Capitán’, en el tiempo en que fue Veinticuatro del Concejo de Córdoba.
Al final, toda esta información nueva incorporada dio lugar a un 'Corpus' aumentado con cerca de 40.000 fichas que ocupaban 3.463.000 palabras y 8.747 folios. Todo ello guardado en archivos «doc» dentro de un ordenador.

Archivadores en donde reposan los antiguos libros corales
La biblioteca de don Manuel Nieto
No hace falta reiterar que don Manuel Nieto era un gran intelectual, que amaba los libros hasta el punto de reunir en su propia casa una extensa biblioteca, fundamentalmente de Historia, temas eclesiásticos y Filosofía. Se puede decir que nada que se hubiese publicado sobre Córdoba faltaba en sus anaqueles.
Dada mi continua relación de trabajo con él, de casi veinte años, un día me sorprendió al decirme que contactara con el superior del Monasterio de los Franciscanos de Guadalupe (Cáceres), pues era su intención donarles toda la biblioteca. Hay que decir que uno de los trabajos más importantes que me había sido encomendado antes fue, precisamente, buscar todo lo relacionado con el obispo de Córdoba don Gonzalo de Illescas, de la Orden de San Jerónimo, muy relacionado con el citado monasterio.
Así que por correo electrónico, en 2013, contacté con el padre Fray Antonio Arévalo, que ocupaba el puesto de director del Archivo y Biblioteca del Monasterio de Guadalupe, y hablamos de la intención de don Manuel. Quedamos en fijar una fecha para realizar los trámites legales, y ahí se paró la cosa.
Paralelamente a todo esto, en aquellos años don Manuel estaba algo nervioso porque se le acercaba la fecha de cumplir 80 años, edad con la que, en principio, debía cesar como archivero de la Catedral, lo cual temía pues significaba dejar lo que había significado casi toda su vida más fecunda intelectualmente.
Por otro lado, dada su amplia preparación y conocimientos sobre la Mezquita-Catedral, el obispo don Demetrio Fernández le hacía reiteradas consultas, por lo que era bastante frecuente la conversación entre ellos. No hay que olvidar que don Manuel fue quien dirigió el importantísimo trabajo documental, apoyado en fuentes históricas, elaborado sobre la titularidad de la Catedral. También, a petición del obispo, realizamos un trabajo sobre la historia del convento de Santa Isabel de los Ángeles cuando surgió el tema de su inesperada venta.
Con toda seguridad, en alguno de aquellos encuentros le hablaría al obispo de la existencia del 'Corpus', y me comentó el interés que éste le había mostrado sobre su gran obra. Igualmente, me dejó entrever que estaba intentando que lo publicaran de forma completa, ya que lo único hecho hasta entonces había sido cuando en los años 80 se publicó, con el apoyo del entonces Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Córdoba, una pequeña parte del mismo.
Al fin, un día se me presentó sonriente y satisfecho pues, según me dijo, el obispo iba a pedir al Cabildo que publicasen todos los libros que hiciesen falta del 'Corpus', y me añadió que, a cambio, había tenido que donar su biblioteca al Obispado de Córdoba. Sin decirle nada, pensé para mí que había cambiado de opinión y que ya no se la donaría a Guadalupe.
Para concretar su donación por los cauces legales contó con el asesoramiento jurídico de unos grandes amigos suyos, expertos en la materia que añadieron las cláusulas pertinentes. Así, finalmente se redactó un documento, firmado por todas las partes interesadas y los citados asesores, con el compromiso del Cabildo de publicar el 'Corpus' en pequeños tomos (podían ser hasta unos treinta), a cambio de la donación de la biblioteca de don Manuel Nieto a la del obispado de Córdoba. El documento es de fecha 1 de diciembre del 2014.
Se prepara el 'Corpus' para la impresión
A fin de que se pudieran maquetar las fichas para su inclusión en los libros que se iban a publicar tuvimos necesidad de retomar momentáneamente el 'Corpus' y dejar el trabajo que teníamos entre manos de digitalizar las Actas Capitulares del Cabildo. Como se ha indicado, el 'Corpus' ya estaba en un soporte informático organizado según carpetas, tal como habían estado hasta 2009 en los estantes (más o menos un archivo de texto por año). Así que hubo que agruparlo y convertirlo todo en un solo archivo o documento de unos 8.700 folios de extensión, ordenado por fechas.
Este material se facilitó a tres chicas universitarias que iban a llevar a cabo el trabajo de maquetación y corrección final para su publicación. Además, a don Manuel se le facilitó toda la información en un pequeño ordenador. El gran acontecimiento cultural de la publicación del 'Corpus' se ponía por fin en marcha.
Sin embargo, al poco tiempo, don Manuel, al cumplir los 80 años, recibió una carta del obispo en la que se le anunciaba, por razones reglamentarias de edad, el cese en su cargo como archivero de la Catedral. A pesar de algunas ilusiones que se pudo hacer de que quizás podría seguir al frente encabezando una especie de organización parecida a la que gestiona la Biblioteca Ambrosiana del Vaticano, sus temores se cumplieron, y dejó de verse por la que había sido su casa diaria durante tantos años.
Apéndice
Todo el que conoció a don Manuel Nieto Cumplido elogia lo bien compartimentada que tenía su cabeza. Por eso, quizás fuera un disloque de su memoria no haberse acordado de mencionarnos en los extensos créditos de agradecimientos al editarse los primeros libros del 'Corpus', donde aparecen, por el contrario, personas que jamás tocaron ni una ficha.
Quizás, que no me mencione a mí, que no soy nadie en el campo de la erudición, hasta me pueda parecer normal y habitual en estos casos, a veces tan corporativos. Lo que ya no es tan normal es que no se mencione, por ejemplo, a la profesora María del Mar Graña Cid, que aportó cerca de dos mil fichas relativas a los conventos de clarisas de Córdoba.