La culpa fue de Walt DisneyBlas Jesús Muñoz

La Virgen de Luna

«Pero ella siempre está. Lo está en los vivas; en las salvas; en la lágrima que se derrama por los que ya no están (en esa parte emocional de la fe)»

Actualizada 05:00

La infancia es una patria final, el lugar al que no se puede volver pero que queda impreso en lo profundo. Los recuerdos no dan forma a la personalidad, pero sí moldean la historia lineal de la existencia, hasta el último suspiro de esta. Y, con un final del que solo conocemos una certeza, llegamos expectantes al desenlace con la mochila de lo vivido.
La metáfora se inserta, por ejemplo, en el caminar de los peregrinos de una romería. La vida es un camino que, de principio a final, hay que inspirar para que inunde el alma. Y ese camino te lleva, en ocasiones, al lugar donde fuiste feliz.
A través de la paz de la dehesa, en el corazón del Valle de los Pedroches, la ermita de la Jara aguardaba la llegada de la Virgen de Luna, con una promesa que sobrevive al tiempo y a quienes transitaron, tantas veces, el mismo camino de los peregrinos contemporáneos.
La campana no paraba de sonar, cada uno de los que entran en la capilla lo hace y cumple con el rito y la regla. Su sonido constante refleja la alegría de los devotos y hace viajar a otro tiempo. Y, por el camino, los primeros caminantes van llegando al lugar donde la devoción se clava en el corazón del fiel.
La polvareda va aumentando, paulatinamente, hasta que la bandera entre el gentío anuncia su llegada. Por ese sendero, entre muros de piedra y encinas, muchos otros devotos la acompañaron antes y lo harán cuando los contemporáneos falten.
Romería de la Virgen de Luna

Romería de la Virgen de LunaBJ

Pero ella siempre está. Lo está en los vivas; en las salvas; en la lágrima que se derrama por los que ya no están (en esa parte emocional de la fe); en las calles del pueblo que dejó atrás (Villanueva de Córdoba), donde comercios e instituciones llevan a gala el nombre de su patrona. Y también lo está en aquel cuadro que me guardó tantas noches o en aquel parque donde jugaba a ser mayor cada verano.
La Virgen de Luna volvía a su ermita este domingo y, por medio de dos amigos, me hizo regresar a esa patria final que fue mi infancia y me dictó un camino de búsqueda en el que aun sigo.
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