firma invitadaAntonio Morales López

La cultura será de izquierdas o no será

Que se queden ellos la cultura, ocupen espacios y escriban interminables prólogos en los libros para que quede claro de qué va esto

Actualizada 04:30

Mucho ha sonado el tema Broncano, mucho ha sonado la «gilipollesca» polémica Broncano-Motos. Todo el ruido que hacen los posibles nuevos fichajes en la televisión pública como Henar y Jagger —que parece no estar incluido finalmente—, sobre el que leía hace días un divertidísimo artículo de El País que se titulaba algo así como: Míster Jagger, el YouTuber que hacía chistes de Marta del Castillo y ahora combate a la ultraderecha.

Y es que llevo tiempo notando algo extraño en todos los programas de radio que antes me divertían, aún conociendo de qué pie cojeaba el locutor. Llevo semanas en que ya no leo las columnas de opinión de mi periódico local porque sólo con abrir la sección me deslumbra el rojo intenso de sus páginas. Llevo meses notando que ya no hay ningún podcast en condiciones que no quiera venderme una moto, porque el que no va con pabellón woke, es un chaval que quiere venderme el camino al éxito. No hay nada agradable que no esté impregnado de un tinte extraño. Poco más me resulta entretenido que Domingo Soriano y Nuria Richart.

Eso sí, mis dieses a todos los nuevos y futuros estómagos agradecidos, porque así debe ser. La cultura será de izquierdas o no será, de ningún modo. Pero ¿qué hay de los que sólo son mediáticos en su círculo? Porque en la vorágine de famoseo, en el mundo de la farándula, de fulares y gafas de sol en eventos nocturnos y de pisar cabezas por presentar galas y recibir premios, hay quienes hacen cultura de nicho. Héctor de Miguel e Ignatius, verbigracia —en un largo etcétera de payasos faranduleros—. Estos colaboraban con Broncano en un programa de la Cadena SER, La Vida Moderna. Un programa que apreciaba por absurdo, entretenido, vacilón, irreverente; que terminó cuando debía, sin dilaciones demasiado pesadas. Programa del que sólo ha salido un famoso, el manido Broncano. Y justo ayer escuchaba en diferido el que hace ahora Don Héctor en la SER, Hora Veintipico, simpático programa con simpática colaboradora que proclama simpáticas consignas —como no podía ser de otra manera, porque la cultura será de izquierdas o no será—.

La jocosa colaboradora hablaba de la polémica de Don Héctor con Abogados Cristianos. Que, si no conocen la historia, se trata de una querella interpuesta por éstos hacia Don Héctor por el simpático e intelectual comentario que hizo sobre dinamitar el Valle de los Caídos. Pero por ir más allá, su simpática colaboradora hizo otro simpático e intelectual comentario sobre llevar carteles con la proclama: «Menos rezar y más abortar», que me resulta tan divertido como la gente que va a rezar rosarios a las clínicas, por contraste, quizás.

Porque la cultura será de izquierdas. La caja de comentarios llena de calificativos igualmente intelectuales y simpáticos y respetuosos hacia Abogados Cristianos… «¡A... con la mano!». Pero qué vamos a comentar los que hablamos desde la fachosfera. Igual que Don José Manuel García-Margallo, si es un dinosaurio de derechas y rancio que habla de Hernán Cortés y se atreve a citar a Hegel y osa explicar filosofía a una señora de izquierdas que no tiene ni pajolera. ¿O qué sabrá Vicente Vallés? ¡Un engranaje más de la máquina de fango! ¿Qué sabe nadie sin estar revestido de ideología?

Me gustaría saber qué pensaría Don Antonio Escohotado: ¿A qué tertulias sería invitado? ¿Cómo se abalanzarían sobre él muchedumbres furibundas de X? Una pena para él volverse liberal y morir sin haber comulgado la oblea de la cultura de izquierdas. Al menos murió siendo un auténtico intelectual.

Perdón, lector, me desvío porque quiero que quede claro el mensaje: este artículo no es cultural, no es de izquierdas —ni de ultraderecha, ni fascista, por si ya se estaba usted encendiendo contra mí… Desde luego, es que no me deja usted hablar—, este fantoche al que usted no le puede colocar la etiqueta de facha ni de rojo, sólo quiere dejar claro que la cultura, para la izquierda.

El caso, que decía Ignatius que antes cerdo que fascista. Y quien lo llama cerdo es miembro del restante, es decir: fascista. Y hasta un fascista le tiene que dar la razón. Sacó varios libros que felizmente leí, pero el último, Meditaciones, pudo conmigo. La tesis de ser pepero o ser de los buenos no me cuadra. Pero la cultura es de izquierdas, como él mismo dice. Porque sólo desde ahí se puede hablar en una posición de razón, de razón y de superioridad. Sólo desde allí se pueden situar los contextos y hacer el humor bueno.

Al cabo, es comprensible —y permítame la redundancia— que yo no lo comprenda, porque no soy un intelectual ni pretendo serlo. Porque no me someto al «o se es woke o se es nazi». Y es que ya no hablan de ideología, hablan de una ortodoxia vital absurda.

Por eso digo, que se queden ellos la cultura, ocupen espacios y escriban interminables prólogos en los libros para que quede claro de qué va esto. Que sólo ellos conocen la verdad pura, la auténtica luz, la genuina y única moral; aunque ésta cambie cada semana. Pues la hipocresía no es hipocresía si es de izquierdas, es un más que razonable cambio de opinión, porque es lo que pasa cuando se es intelectual: se cambia constantemente de opinión. Le pasaba a Chesterton, a Escohotado y al señor Sánchez.

Lo mismo da que no quede televisión, radio, red o cartel en farola que no trate de convencerlo a usted de abrazar la religión verdadera de la izquierda y del Bien™, como escribía Juan Soto Ivars. Si tengo que elegir entre cerdo y fascista, sin duda Franco se me quedaría a la derecha, porque si recuerdan ustedes la novela de Orwell, todos los cerdos son comunistas.

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