Aspecto de la plaza de San Basilio en agosto de 1929

Aspecto de la plaza de San Basilio en agosto de 1929Diario La Voz

La Virgen del Tránsito

Hay constancia escrita en la prensa de aquellas solemnes verbenas de San Agustín donde se engalanaban balcones y fachadas

La fiesta de la Asunción de la Virgen es posiblemente una de las más celebradas a lo largo y ancho de todos los pueblos de España, con gran diversidad de festejos. Recuerdo que en una ocasión, allá por los años finales de la década de los setenta, presencié en la aldea de emigrantes de La Chica Carlota de Córdoba la procesión que comenzaba al grito del alcalde pedáneo diciendo: «El de la pólvora», señal convenida para que el hombre aludido lanzase varios cohetes que marcaban su inicio. Terminaba su recorrido final en la pequeña plaza del pueblo donde estaba la iglesia y, curiosamente, la casa del propio alcalde. Allí se había congregado gente que retornaba a las raíces desde sus lugares habituales de trabajo, la mayoría de ellos de Bergara, en Guipúzcoa, volviendo a ocupar por unos días sus casas, prácticamente cerradas durante todo el año al cuidado de cualquier familiar o conocido que quedase aún en el pueblo.
Al llegar todos los 15 de agosto siempre me acuerdo de Paco Leiva, que sentía una tremenda debilidad por su barrio del Alcázar Viejo, epicentro de esta fiesta en nuestra ciudad. Se le llenaba la boca al señalar la antigüedad de aquel reducto de la Córdoba antigua, se jactaba de sus casas, de sus vecinos, de sus bares. Muchas veces mencionó a Casa Rafaelito, con sus gambas y sus mariscos; la taberna El Pisto; la del Tarugo, con sus cochifritos y sus partidos del 'Malillón'… Paco Leiva, además de un cordobés singular, era un excelente jugador de dominó. Quizás por ello tenía amistad con todo el mundo, especialmente con don Guillermo Romero, el párroco, del que recuerdo una charla en su despacho de la iglesia, donde también estuvo Paco, en la que nos habló largo y tendido del origen de esta festividad de la Virgen, que no suele ser muy conocido.

La explicación de don Guillermo

Así nos contó que, según la tradición, María permaneció en la tierra veintitrés años después de la Ascensión de su Divino Hijo, tiempo en el que sus corazones no se habían separado. Siguiendo las indicaciones desde la Cruz, acompañó a su hijo adoptivo, el apóstol Juan, a Éfeso, donde residió unos años, y de donde volvió a Jerusalén para pasar el resto de sus días. Allí el ángel Gabriel vino al fin a anunciarle la hora de su triunfo.
Casi todos los apóstoles y muchos discípulos de Jesús, seguía contando don Guillermo, se hallaron junto a ella en este momento. Después que hubo expirado, como lógica reacción humana, los presentes lloraron, y tras el duelo rodearon con el más profundo respeto aquel purísimo cuerpo, santuario del Verbo hecho carne. Sus restos fueron llevados a Getsemaní y depositados en un sepulcro que se cubrió con una enorme piedra. Pero el Salvador no podía entregar a la corrupción un cuerpo tan libre de toda mancha y, por ello, los coros de ángeles la recibieron y la condujeron triunfante al seno de la eternidad dichosa.
Tras este bello relato don Guillermo pasó a contarnos cómo la fiesta que conmemoraba esta piadosa tradición arraigó en el barrio. Allá por el siglo XVI vinieron a Córdoba los monjes basilios. Habían intentado fundar una comunidad cordobesa en el año de 1586 en el barrio de la Magdalena, pero aquella idea no cuajó. Sería posteriormente, el 19 de noviembre de 1590, cuando por fin se instalaron en el Alcázar Viejo, fundando el Monasterio de los Basilios dedicado a Nuestra Señora de la Paz. Consiguieron una rápida proyección tanto entre los feligreses del barrio como en la ciudad, gracias a su empeño por impulsar una serie de devociones entre los vecinos. Se destacó en especial la devoción a la Virgen del Tránsito. Estos monjes basilios permanecieron en nuestra ciudad hasta su desgraciada marcha en 1835.

Los tres alcázares

A la hora de hablar del origen del Alcázar «Viejo» don Guillermo nos dijo que, en realidad, teníamos que hablar de tres alcázares. El primero es el actual Palacio del Obispo y zonas adyacentes, incluyendo el Seminario, la Biblioteca Provincial y hasta parte de los Santos Mártires. Allí, según los trabajos arqueológicos, hubo un palacio antiguo tardorromano que la tradición local relacionaba con el desdichado rey Don Rodrigo, cordobés de pura cepa. Con la llegada de los árabes a España éstos lo rehabilitaron y convirtieron en su alcázar, muy cerca de la mezquita, a la que accedían directamente mediante un puente pasadizo (sabat).
El segundo alcázar surgió con la llegada de los almohades desde el norte de África (1147-1269), que construyeron un recinto defensivo cerrado con murallas donde se localiza el actual barrio del Alcázar Viejo. Los tiempos eran más peligrosos y había que protegerse. En el siglo XIV Alfonso XI (enterrado en San Hipólito) construyó más hacia el este un nuevo recinto fortificado que también fuese residencia real: el definitivo Alcázar de los Reyes Cristianos. Sobre el solar del anterior, el «Viejo» de los almohades, surgieron calles y un nuevo barrio, nuestro Alcázar Viejo.
Esta fue la larga explicación que, con suma delicadeza, nos dio don Guillermo Romero Fernández en presencia de su gran amigo Paco Leiva y Curro de Utrera, otro conocido vecino.

La procesión

Siempre destacó entre las celebraciones del 15 de agosto la procesión del Alcázar Viejo, que desde antiguo recorría sus abarrotadas calles. En muchas ocasiones formaban parte de su comitiva las autoridades civiles y eclesiásticas. Con el tiempo fue ampliando su recorrido por algunas calles limítrofes del cercano barrio de la Catedral. Pero, como tantas otras, esta procesión fue suspendida en el año de 1931 en época de la 'democrática' República, y estuvo sin salir hasta el año 1935, en el que dos personas del barrio pidieron los permisos pertinentes al gobernador para sacar a la Virgen. Éste tuvo la nobleza y valentía de permitirlo (al igual que se había hecho con la Semana Santa de ese año), aunque lógicamente no llevó representación civil alguna. En 1936, ya en plena guerra civil, se recuperó plenamente la procesión y los gastos de la misma fueron costeados por José Moreno Membrives, dueño de la Funeraria Moreno.
La Virgen del Tránsito de San Agustín

La Virgen del Tránsito de San AgustínM. Estévez

San Agustín

Mirando aquí y allá descubrí que también en mi cercano barrio de San Agustín existió una gran devoción por la Virgen del Tránsito, de la que hubo hasta una hermandad que organizaba sus celebraciones litúrgicas de forma anual. Hay constancia escrita en la prensa de aquellas solemnes verbenas de San Agustín donde se engalanaban balcones y fachadas. Sin embargo, no consta que hubiese procesión como en el Alcázar Viejo.
Los periódicos hablan de la solemnidad de estos festejos populares de San Agustín con gran afluencia de feriantes, atracciones, bandas de música y desfiles de las muchachas guapas del barrio. Todos los años se abría una suscripción pública para costear el boato de estas fiestas en honor de la Virgen del Tránsito.

La Virgen 'de Acá'

En referencia al popular nombre de 'Virgen de Acá' del Alcázar Viejo, la primera vez que lo he visto escrito en prensa es en el Diario de Córdoba del día 16 de agosto de 1911. La crónica cuenta que durante el transcurso de la procesión por la calles del Alcázar Viejo todas las fachadas estaban engalanadas con los vecinos llenando las calles. Emocionados, empezaron a dar «vivas” a la Virgen “de acá», un sentido que daban seguramente por lo aislado o separado que estaba su barrio del resto de Córdoba, tanto física como mentalmente: la antigua muralla seguía siendo una barrera.
Tanto quedó grabado este apelativo de «Virgen de Acá» entre las buenas gentes del Alcázar Viejo que cuando en 1954 José García Rodríguez y los hermanos José y Manuel Montilla Peña, junto a trece compañeros más, fundaron una peña muy famosa en Casa Ignacio, en la Puerta de Sevilla número 1, no dudaron en el nombre que le pondrían: «Los de Acá».

La Virgen de agosto

En 1898, la prensa que habla de la verbena de San Agustín con motivo de la festividad de la Virgen y ya menciona en un momento de la crónica el término «Virgen de Agosto». Seguramente optaron por nombrar así esta fiesta para resaltarla en un mes donde, por lo general, la ciudad permanecía adormecida, en unos días interminables en el que aprovechaba la gente para irse de perol nocturno a la orilla del río Guadalquivir o cualquier otro medio fluvial, como la zona del Molino de Lope García, la Alameda del Obispo, Alcolea, Los Arenales o la Alameda del Tiritar.
Hoy día apenas quedamos cordobeses en las calles durante este «puente», bien porque los que pueden huyen del calor a otras localidades o a sus parcelas, bien porque el resto pasa gran parte de las horas encerrados en sus casas ante la calor. Pero la «Virgen de Acá», haga la temperatura que haga, vuelve a salir otro año más, puntual a la cita con su barrio del Alcázar Viejo.
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