Marie Claire Silatchom
Marie Claire Silatchom, Misionera Dominica del Rosario
«Muchos voluntarios descubren a Dios en los lugares de sufrimiento»
La religiosa camerunesa ha estado en Córdoba dando testimonio de su labor misionera con motivo del Domund
Octubre es mes misionero. El Domund llegó en esta ocasión con la esperanza como eje central de su campaña, porque la Iglesia ha hecho de este 2025 un año jubilar para que la oración, el servicio y el anuncio del Evangelio sean los mensajeros de una esperanza siempre necesaria.
En octubre, los misioneros y misioneras viajan hacia las diferentes diócesis donde su mensaje y labor se dan a conocer en parroquias, colegios y grupos pastorales. Ejercen de cronistas de una realidad en muchas ocasiones dura y difícil pero siempre marcada por la esperanza y dirigida magistralmente por la Providencia.
En Córdoba ha estado Marie Claire Silatchom (Bandjoun, Camerún,1960), Misionera Dominica del Rosario, hablando de su temprana vocación, del carisma de la congregación a la que pertenece y de su recorrido misionero, que la ha llevado desde el Congo hasta Perú, para volver de nuevo a su país natal. Desde hace algunos años reside en Madrid porque fue nombrada consejera general para la Comunicación y la Misión de la misioneras dominicas del Rosario.
Marie Claire Silatchom
- Desde el día 9 en Córdoba. ¿Qué se ha encontrado en la misión que también se le ha encomendado hacer aquí?
- Me ha sorprendido mucho la cantidad de juventud que he encontrado. En Madrid, quizá porque no voy a muchas parroquias, suelo ver más personas mayores en las iglesias que jóvenes. Pero aquí, tanto en las clases como en las iglesias, hay mucha juventud. Me ha dado mucha alegría ver a tantos jóvenes participando en las misas. La mayoría son jóvenes, incluso los catecúmenos. En la universidad también he estado rodeada de gente joven, no he ido a ningún sitio donde hubiera mayores.
-¿Y ha percibido también ese carácter misionero de la diócesis de Córdoba?
- Sí. Lo que más me ha llamado la atención es que la mayoría de los sacerdotes que he visto son jóvenes. En todas las parroquias donde he estado no he encontrado a ningún párroco anciano, todos son muy jóvenes. Incluso uno de ellos estaba junto a su hermano. Y cuando me dijeron que este año iban a entrar unos quince jóvenes en el seminario, pensé: «parece que no estoy en España». Hay todavía vocaciones, y eso me ha dado mucha alegría. Siempre digo que estoy muy contenta de ver que hay curas jóvenes todavía aquí.
- Aunque siguen haciendo falta más misioneros y vocaciones, sobre todo en lugares como el continente africano.
- En Camerún, de momento, seguimos teniendo la alegría de contar con bastantes vocaciones, especialmente de seminaristas y sacerdotes. Las chicas, en cambio, lo tienen más difícil. Nuestra tradición considera que la riqueza de una mujer son los hijos, así que si una joven decide consagrarse, se le pregunta por qué no quiere casarse o tener hijos. En mi caso fue muy difícil entrar en la congregación. Me decían: «si quieres irte, primero déjanos los niños». En cambio, las vocaciones masculinas no presentan tantos problemas. Aun así, seguimos teniendo vocaciones femeninas en África.
Marie Claire Silatchon
- ¿Cómo se da testimonio de la misión en una diócesis como la nuestra, o en cualquier otra española?
- Cuando llegué aquí tuve la suerte de ser consejera para la misión, así que todo lo que tiene que ver con reuniones, salidas o testimonios me corresponde dentro de la congregación. Por eso entré directamente en SCAM (Servicio Conjunto de Acción Misionera), donde piden muchos misioneros para dar testimonio por toda España. He conocido así muchas regiones, porque me llaman de distintos sitios. Lo más positivo que he visto es que, aunque hay pocas vocaciones, se trabaja mucho con los laicos, formándolos como responsables de la Iglesia. Ahora son ellos quienes deben hacerla crecer. En mi país, donde aún hay muchas vocaciones, no se cultiva tanto la responsabilidad de los cristianos; se deja casi todo a sacerdotes y religiosas, como si la Iglesia fuera solo tarea de los consagrados.
- Tengo entendido que usted da testimonio haciendo preguntas. ¿Qué suele preguntar?
- Siempre pregunto: ¿por qué aquí no hay vocaciones? No es que Dios haya dejado de llamar en España o en Europa. Creo que las personas cierran su corazón, se llenan de cosas materiales en lugar de llenarse de Dios. Cuando voy a colegios, pregunto: ¿quién está bautizado? Todos levantan la mano. ¿Quién ha hecho la primera comunión? Todos. ¿Quién va a misa los domingos? Apenas dos o tres. En aulas llenas de jóvenes, apenas unos pocos van a misa. Me pregunto por qué. Algunos me dicen: «en mi casa no se habla de Dios, no rezamos, ni mamá ni papá nos dicen nada». Otros responden: «es que tenemos todo y no nos falta nada». Pero yo digo: tener todo sin Dios es no tener nada.
Otra pregunta que hago es: ¿por qué aquí hay tanta gente que se quita la vida? En África hay mucha miseria, pero casi nunca se oyen casos de suicidio. Allí, aunque falte todo, se conserva el sentido de la vida. Aquí hay bienestar, pero falta algo que llene el corazón.
- También ha dicho que hay muchos jóvenes con ganas de hacer voluntariado, aunque a veces sin tener presente a Dios.
- Sí, aunque no diría «sin Dios» del todo. Si alguien decide hacer voluntariado en un país del tercer mundo, sabiendo lo que se dice de esos lugares —serpientes, enfermedades, carreteras malas, comida escasa— y aun así va, está aceptando arriesgar su vida. Eso ya dice mucho. En nuestro hospital recibimos muchos voluntarios. Cuando ven la realidad, algunos no quieren volver; terminan sus estudios y regresan a África para trabajar. Allí descubren algo que no conocían, y muchos encuentran a Dios en ese lugar de sufrimiento. Aunque no lo expresen claramente, siento que hay en ellos una inquietud interior, una llamada de Dios.
¿Por qué aquí hay tanta gente que se quita la vida? En África hay mucha miseria, pero casi nunca se oyen casos de suicidio"
Marie Claire Silatchom
- El carisma de las Misioneras Dominicas del Rosario es evangelizar a los pobres en los lugares donde la Iglesia más lo necesita.
- Sí. Nuestra congregación nació en Perú, en la selva de Maldonado. Dos españoles la fundaron: monseñor Ramón Zubieta y la madre Ascensión Nicol. Monseñor había estado antes en Filipinas, donde fue encarcelado por defender a los pobres. Luego se fue a Perú y allí descubrió que trataban a las personas como animales. Dijo: «hay que educar a las familias, y para eso hay que educar primero a las mujeres». Volvió a Lima buscando congregaciones que quisieran ayudar, pero ninguna aceptó. Regresó a España, fue a Huesca y habló con las dominicas de clausura. La madre Ascensión y cuatro hermanas decidieron salir de clausura y partir con él, a pie, a caballo, en canoas, arriesgando la vida. Fundaron una escuela e internado para chicas y, más tarde, extendieron la misión a otros países de América, luego a la India y a África. En el Congo, por ejemplo, mataron a cuatro hermanas españolas nuestras, todas jóvenes. No quisieron volver a España pese al peligro. Decían: «no podemos dejar a la gente sufriendo». Ese es nuestro carisma: ir donde más nos necesitan.
La religiosa Marie Claire Silatchom vista por Samira Ouf
Yo misma he trabajado en zonas de selva sin centros de salud. Las mujeres daban a luz en casa, los niños morían sin asistencia. Abrimos un pequeño dispensario que hoy es hospital, y también escuelas donde no había nada. Esa es nuestra misión: servir donde la Iglesia más lo necesita.
En el Congo mataron a cuatro hermanas españolas nuestras, todas jóvenes. No quisieron volver a España pese al peligro."
- En el Domund se recuerda que no solo hace falta ayuda, sino que la ayuda de la Iglesia llega a donde se necesita.
Sí, llega. Al leer los datos de la revista del Domund de este año, vi que Camerún fue el país africano que más fondos recibió en 2024: más de un millón trescientos mil euros. Después, la República Democrática del Congo, con algo más de un millón cien mil. Ese dinero ayuda mucho, porque los obispos lo distribuyen según las necesidades de seminarios o parroquias pobres. Hay sacerdotes que no podrían vivir solo de la aportación de sus fieles. Me alegré mucho al ver esa solidaridad.
- Usted declaraba en una entrevista que su vocación nació como «un fuego que le quemaba». ¿Sigue ardiendo esa llama?
- Sí, sigue ardiendo, aunque hay momentos en que parece apagarse. Es como cuando hay varias velas: una se apaga, otra también, pero una tercera vuelve a encenderse y da luz a las demás. A veces me pregunto por qué me consagré, sobre todo cuando no puedo dar lo que los pobres esperan de mí. Entré pobre para ayudar a los pobres, pero muchas veces no tengo nada que ofrecerles. En el hospital veo a personas que vienen con fiebre alta y sin dinero. Les damos el primer tratamiento gratis, pero no pueden costear el resto, y a veces mueren. En esos momentos me invade el desánimo. He perdido familiares por no poder acceder a la atención médica. Pero la esperanza permanece incluso cuando todo parece perdido. Como decimos, la esperanza descalza y desnuda, pero que espera que un día la salvación llegará.
- Imagino que está bien aquí, pero que también tiene ganas de volver a Camerún.
- Sí, claro. Como misionera debo estar donde me envíen, porque si te mandan a un sitio es porque te necesitan allí. Cuando termine mi mandato como consejera general, si ven que debo volver, lo haré. Aunque a veces también pido ir a otros lugares para ofrecerme donde pueda servir mejor. Pero sí, tengo ganas de volver a mi tierra, donde está mi familia.
Marie Claire Silatchom
- ¿Y cómo están las vocaciones en su congregación?
- Tenemos nuevas vocaciones en África y Asia. En América ya casi no hay, y en Europa ninguna. La última vocación europea entró hace unos 25 o 30 años. En cambio, en África y Asia tenemos muchas: el año pasado 30 postulantes y novicias; este año, en Asia, 15 más, procedentes de China, Filipinas, Taiwán, Macao o India. De momento, nuestra esperanza está en esos dos continentes.
Un milagro llamado Christopher
El joven fue diagnosticado en Camerún con un bloqueo renal y una escara que había alcanzado el hueso. «En mi país, cuando alguien nace con una discapacidad, muchas familias lo dejan morir, pensando que es un castigo o una carga», relata la religiosa. «Pero aquel día, mientras presentaba mi testimonio del Domund, conté su historia y una persona me dijo: ‘Vamos a hacer algo por ese niño’».
A partir de ahí comenzó una cadena de solidaridad. «Contactaron con el padre Miguel David (Pozo), que estaba entonces en Roma. Cuando volvió, nos recibió en el colegio, escuchó la historia y dijo: ‘Tengo una habitación con otra persona en silla de ruedas. Si hay comida, comeremos; y si no, dormiremos sin comer’. Así empezó todo», recuerda.
Con la ayuda de muchas personas, consiguieron el pasaporte, el visado y los billetes. Christopher viajó primero por tres meses para intentar curarse, pero al ver que necesitaba más tiempo, el sacerdote gestionó su residencia y lo acogió en el centro. «Ahora sigue con tratamiento, está estudiando el bachillerato y recibe un buen seguimiento médico. Acaban de comprarle una cama antiescaras», cuenta la hermana Marie Claire, visiblemente emocionada.
«Para mí —añade— el padre Miguel David y todos los que lo han ayudado son verdaderos ángeles en su camino. Christopher cumple 20 años el 28 de noviembre, el mismo día que yo nací. Es un regalo de Dios».