Firma invitadaFernando Almena

La enfermería en España, gran legado de San Juan de Dios

Córdoba Actualizada 04:30

Hospital San Juan de Dios en Córdoba

Hospital San Juan de Dios en CórdobaSamira Ouf Calero

Escribir hoy sobre la digna profesión de enfermería en España, más parece dislate que despiste o desinterés por la política, cuando es la dominante en todos los medios y absorbente por méritos propios, dada la difícil situación por la que pasamos.

No se puede hablar de enfermería sin considerar los hospitales como instituciones donde desarrolla su mayor labor y a los que está vinculada en toda su historia. Según se conoce hoy como profesión, se inicia a partir del siglo XVII, con la creación de los nuevos hospitales, avanzados en anestesia, cirugía y microbiología, además de los necesarios principios de desinfección y esterilización, en los que pudo compartir y disfrutar de estos avances, lo que supuso el reconocimiento de la importancia de su formación académica y, en consecuencia, se crearon las primeras escuelas de enfermería. Ya en el siglo XIX, Florence Nightingale contribuyó a la transformación de la enfermería en una profesión respetada y científica y, asimismo, estableció una adecuada formación educativa, con lo que sentó los principios para la atención sanitaria moderna, de ahí que sea considerada la precursora de la enfermería profesional contemporánea. Más tarde, ya en el siglo XX, la estadounidense Virginia Avenel Henderson se convirtió en una de las figuras más importantes de la enfermería moderna por la aplicación práctica, en el ámbito de la salud, de las necesidades básicas humanas. Y más recientemente, otra enfermera estadounidense, Faye Glenn Abdellah, fue precursora de la investigación en el campo de la enfermería, que le supuso su reconocimiento internacional. Gracias a estos estudios y aportaciones, la enfermería ha alcanzado una gran evolución y un estatus de alta especialización, apoyada en las nuevas tecnologías, y un mayor nivel de humanización en el trato, cuidados y atención al enfermo. Su labor se ha convertido en fundamental, sobre todo en la vida hospitalaria, en la que en España podemos centrarnos, sin menoscabo de sus demás actuaciones.

Un siglo antes de los avances del siglo XVII y, por consecuencia, de la creación de las primeras escuelas de enfermería, ya se había producido un cambio importante en nuestro país con el nacimiento en Granada de la nueva profesión hospitalaria de enfermería, y obligado es recordar la figura egregia de San Juan de Dios, su creador. Motivo por el que fuera nombrado su patrón, como también de los enfermos, hospitales y del cuerpo de bomberos, en este caso motivado porque cuando, a mediados del siglo XVI, se incendió el Hospital General de Granada y ya nadie podía hacer nada, penetró entre las llamas y el humo y, enfermo a enfermo, sacó ilesos a todos, y él mismo con solo un chamuscado de cejas. Asimismo, la ciudad de Granada lo tiene como copatrón.

Vayamos a los orígenes de la enfermería en España. En ese decimosexto siglo la situación hospitalaria en todo el país era similar a la de Granada, donde era paupérrima, con muy escasas camas hospitalarias y demasiados marginados por atender: pobres, enfermos, excautivos y galeotes, mendigos…, sin dejar de lado a los enfermos mentales y locos, todos recluidos en el Hospital Real, donde el propio Juan de Dios, encerrado por simular locura como penitencia por sus pecados, tuvo la oportunidad de descubrir la crueldad con que eran tratados los enfermos, sobre todo los mentales, con azotes, atados de pies y manos y encierros en celdas oscuras. Castigos que también sufrió mientras censuraba en vano a quienes los aplicaban. Su trato con enfermos y mendigos lo marcó en lo más hondo. Por indicación del maestro Juan de Ávila, su mentor, confesó su fingimiento y pudo abandonar el hospital. Entonces comenzó su decisión de crear hospitales, donde primaran como normas el amor y el respeto al enfermo y el avance de las técnicas hospitalarias en pro de una diferente y nueva enfermería.

En 1533, tras un retiro de meditación, Juan de Dios regresa a Granada con ideas claras y concretas sobre su proyecto hospitalario y, sin medios propios, crea un albergue, al que sigue su primer humilde hospital, pronto insuficiente, por lo que abre otro, donde fue posible una atención hospitalaria digna y humana para los problemas de salud de la ciudad, según sus propias palabras: enfermos, tullidos, mancos, leprosos, mudos, locos, paralíticos, tiñosos, otros muy viejos y muchos niños, sin contar la ingente cantidad de peregrinos y viandantes que allí acudían, a los cuales se les daba fuego, agua, sal y vasijas para guisar su comida. Todo gracias al limosneo. Y se acometieron las obras de un tercer hospital en la ciudad, su cuarta fundación, gracias a la donación recibida de unos terrenos de un viejo convento y al apoyo eclesiástico.

Antes de su fallecimiento, el 8 de marzo de 1550, puso al frente de la Fraternidad Hospitalaria, su magna obra, a Antón Martín como Hermano Mayor, quien se vino a Madrid para crear, en el lugar que da su nombre a una plaza, el hospital de Nuestra Señora del Amor de Dios, recordado con el nombre de una calle adyacente. Consiguió el apoyo del emperador Carlos I, quien quería un hospital en Madrid dedicado a la cirugía para salir de la deficiente practicada por barberos y puso su fe en la Fraternidad Hospitalaria, conocedor de su obra en Granada

El pronto fallecimiento de Antón Martín, en 1553, le impidió abrir nuevos hospitales en la capital, pero dejó proyectados o en marcha otros. Más tarde la Fraternidad Hospitalaria se extendió por toda España y con el tiempo por los cinco continentes. En 2023 estaba presente en 53 países, con cerca de treinta mil camas entre cuatrocientos centros de atención sanitaria, donde prestan servicio más de 65.000 profesionales sanitarios, que superan los veinticuatro millones de servicios médicos al año, todo ello gobernado por cerca de un millar de hermanos hospitalarios y veintitrés mil voluntarios de ambos sexos.

Los hospitales de San Juan de Dios son muy conocidos por su inmensa labor, mantenida en pie con su trabajo por la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, que realiza sus actividades sociosanitarias sin ánimo de lucro en todo el mundo. Se cumple así el ideal de San Juan de Dios como modelo asistencial para personas enfermas y vulnerables, ofreciéndoles un trato más humanitario y respetuoso de su dignidad, aún vivo al cabo de cinco siglos. Incluso ha mejorado en este convulso y estúpido siglo veintiuno, quizá como contraste y esperanza de un futuro pleno de libertad y sin falacias de agendas prometedoras.

Datos hagiográficos importantes existen, suficientes para que la profesión enfermera, con independencia de sus creencias religiosas, a pesar de la posmoderna apatía veintiunochesca, conozca la extraordinaria personalidad de Juan de Dios, su singular vida y su legado. Es notoria la ignorancia existente en esa profesión en nuestro país sobre su patrono, incluso sobre su existencia. Por fortuna, a los colegios oficiales de Enfermería andaluces les preocupa tal desconocimiento, obedecedor en gran parte a la falta de información de las universidades donde se está cursando la profesión. Preocupación que ha cristalizado en un movimiento reivindicativo colegial en jornadas congresuales y coloquios anuales rotativos en las capitales andaluzas para difusión de la figura y obra de su patrón, el año 2024 se ha celebrado en Almería. El Colegio Oficial de Enfermería de Granada, conducido por su actual presidente, Jacinto Escobar, ha tomado parte muy activa en estas tareas difusivas con la inclusión de la representación de la obra teatral «Clemencia» sobre la trayectoria del santo patrón. Pero no ha querido quedarse ahí, sino que ha acordado con Francisco Benavides, director del granadino Archivo-Museo San Juan de Dios «Casa de los Pisa», la edición conjunta de la obra con el fin de que llegue a la enfermería hospitalaria y a quienes interese.

No es difícil comprobar la disposición actual y elevado nivel de la enfermería en cualquier hospital o clínica de nuestro país, así como la del personal auxiliar, en el que se aprecian mayores responsabilidades y diversidad de tareas. El cuerpo de enfermería merece unas mayores atribuciones, completadas con la formación que se necesitare, y unas mejores retribuciones, y no es la única ocasión en que lo reclamo, por su cada vez mayor preparación, sus responsabilidades y admirable labor hospitalaria, clínica, laboratorial y ambulatoria.

Las administraciones de las comunidades autónomas que se dejen de cloqueos milongueros sobre su excelente sanidad, e incorporen mayor número de estos profesionales, hoy insuficientes, de igual modo que los médicos, muchos obligados a buscar trabajo fuera de nuestro país, que terminen con tanta interinidad y premien a este mundo sanitario, que será premiarnos a los ciudadanos, con más amplia atención y menor tiempo de espera.

Fernando Almena es escritor y posgrado en periodismo de opinión y en redacción periodística.

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