Sonia Delaunay, Cantantes de flamenco (gran flamenco), 1915-16

Sonia Delaunay, Cantantes de flamenco (gran flamenco), 1915-16Museu Calouste Gulbenkian, Lisboa.

Los Gabrieles, el tablao flamenco madrileño que atrajo a Alfonso XIII, Lorca y Rusiñol

Madrid es y ha sido un centro importante de la música andaluza. La primera noticia de la disciplina apareció en un diario de la capital

La taberna Los Gabrieles, situada en la calle Echegaray de Madrid, fue un establecimiento famoso durante la primera mitad del siglo XX por la calidad de los espectáculos de cante y baile flamenco que ofrecía. Numerosos artistas, escritores y aristócratas disfrutaron la vida que desprendía esta taberna. En el momento de su cierre en 2005 se emprendieron labores de recuperación de los azulejos decorativos que mostraban la unión entre el espíritu del arte flamenco y la tradición castiza.

El centro del flamenco

El concepto de tablao contemporáneo como el madrileño Corral de la Morería no había aparecido aún. A principios del siglo XX surge en Cataluña la corriente de los cafés cantantes, la variante más cercana a lo que conocemos hoy. Desde Andalucía los artistas flamencos llegaban a Madrid, donde fueron muy activos desde el siglo XIX, pero desde la siguiente centuria la ciudad ha sido y es todavía hoy la capital del flamenco.
Madrid es «el lugar donde se forman compañías, se estrenan los mejores espectáculos y donde el género del flamenco se consagra» explica la musicóloga Carmen García-Matos. Los Gabrieles y su vecina, la taberna Villa Rosa, se convirtieron desde la primera década en el gran centro del flamenco.

Personajes extraordinarios

En la Taberna Los Gabrieles el carácter de privacidad era elemental, el rey Alfonso XIII y aristócratas como Miguel Primo de Rivera se sentaban a las mesas de Los Gabrieles a pesar de que al otro lado de la puerta el flamenco seguía estando mal visto por las altas esferas sociales.
La situación cambió cuando Antonio Chacón, cantaor jerezano, aportó una nueva estética, distinta a la imagen tópica de cantaor con aspecto de bandolero, que atrajo a los intelectuales con su elegancia y exquisita educación. La carrera de este maestro flamenco despegó en la capital tras su paso por el tablao de Los Gabrieles. Tras ello, logró firmar un contrato en Villa Rosa, donde coincidió con Ramón Montoya, guitarrista madrileño afamado, y con Pastora Imperio, bailaora. Juntos comenzaron la leyenda del «templo flamenco» de Madrid.
Las noches de Los Gabrieles colocaron las estrellas de la cúpula celeste admirada por la creatividad de Federico García Lorca y Manuel de Falla, autores de obras de aire flamenco como Romancero gitano y El amor brujo. Artistas plásticos como Julio Romero de Torres, Santiago Rusiñol, Ignacio Zuloaga o Robert y Sonia Delaunay celebraron sus éxitos profesionales en este local.
Sonia Delaunay, Flamenco dancer, 1916

Sonia Delaunay, Flamenco dancer, 1916Arthive

Un ambiente madrileño-andaluz

El local destacaba también por su decoración interior, estaba repleto de azulejos estilo castizo diseñados por Enrique Guijo, Alfonso Romero, Juan Ruiz de Luna y Rajel. Representaban escenas costumbristas y simbólicas con variedad de personajes relacionados con el establecimiento: quijotes, una versión de los borrachos velazqueños y esqueletos con sombreros andaluces. La arquitectura, de autoría desconocida, fue inaugurada en 1907 por Rafael José Jiménez. Su fachada exterior también tenía este material adornando su mitad inferior pero fue eliminada con posterioridad.
El término «gabrieles» era el nombre que recibían los garbanzos del cocido en la jerga madrileña, según los estudios de Raquel García Cano. En los primeros momentos se servían comidas para las clases populares, platos tradicionales como este. Después, en 1911 se amplió el local y se convirtió en un restaurante sevillano.
Situado próximo al Teatro Español o Teatro Real del Príncipe, los interesados acudían a la salida de las funciones y disfrutaban de «este tablao improvisado en el que los horarios de espectáculo no existían, eran los clientes quienes pedían a los artistas un baile al son de las palmas», explica García. Podemos imaginar el ambiente que se respiraba a través de algunas obras pictórica de la artista Sonia Delaunay, como Gran flamenco y Pequeño flamenco.
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