Avión de la empresa estadounidense

Avión de la empresa estadounidense

Crónicas castizas

Los sobornos en el Ejército del viento y el servicio de inteligencia auténtico

La prensa de Estados Unidos perturbó a la opinión pública al revelar los resultados de un Comité del Senado gringo sobre sobornos no tan presuntos en la venta de aviones militares de la compañía Lockheed, con nombres de políticos importantes

En los años 70 la empresa aeronáutica estadounidense Lockheed Aircraft Corporation fue investigada por acusaciones de realizar sobornos a diversas autoridades políticas y militares en distintos países del mundo occidental para que optaran por las adquisiciones de sus aviones en lugar de otros de la competencia. En febrero de 1976, la prensa de Estados Unidos perturbó a la opinión pública al revelar los primeros resultados de un Comité del Senado gringo sobre sobornos, ya no tan presuntos, en la venta de aviones, principalmente militares, de la compañía Lockheed, irregularidades que salpicaban a muchos países, España ahí no era diferente, con nombres de políticos importantes en muchos casos. Cada nación intentó averiguar cómo le afectaba el artículo del New York Times del día 11, optando la mayoría por investigaciones oficiales que llevaron a una cadena de revelaciones, dimisiones y procesos muy sonados. Así, el príncipe consorte Bernardo de Holanda tuvo que abandonar sus principales cargos oficiales, el ex primer ministro japonés Tanaka fue becado con cuatro años de cárcel, la clase dirigente italiana quedó muy tocada, afectando incluso al ex presidente Leone. Dimitieron muchos ejecutivos de la propia Lockheed… ¿Y España?

Según se supo un poco más adelante el caso español solo afectaba, mira qué suerte, dijeron, a siete aviones Hércules de transporte militar por un importe de 3.500 millones de pesetas, con unas comisiones de alrededor de 100 millones y con la actuación de la consultora Aviónica como representante de la Lockheed. El juez García-Escudero, veterano alférez provisional y miembro de la ACdP, al hilo del relato oficial le restó importancia al asunto y en sus recomendables Memorias presenta a ambos militares de azul que citamos a continuación, casi como dos pícaros que ¡engañaron a la Lockheed! al hacer creer a dicha empresa que, a cambio de una comisión, estaban en condiciones de influir en la compra de sus aviones. Eran el general de división del Ejército del Aire Luis Rodríguez Rey y el coronel de la misma Arma Carlos Grandal Segade. Fueron los dos primeros presuntos implicados que aparecieron vinculados a los sobornos de la multinacional Lockheed Aircraft Corporation, dos jefes militares cuyos nombres no fueron dados a la publicidad en un primer momento por parte del Ministerio del Aire. Nada más se supo de las comisiones reales.

Fue la revista Cambio 16 quien publicó la lista de los implicados en España, pero no como resultado de un perseverante y sesudo periodismo de investigación, sino de una operación bastante chusca llevada a cabo por un grupo de componentes de una organización pobre y optimista.

Un militante de Falange Auténtica al que llamaremos Ernesto porque se llamaba así, estaba haciendo el servicio militar en el Ejército del Aire y oyó una conversación en que encargaban unas fotocopias de la investigación del propio Ejército sobre los sobornos de la Lockheed en España. Le mandaron hacer las fotocopias bajo la atenta mirada de un oficial. Las hizo, pero las hizo mal aposta, y las tiraron a un cesto negro tras convertirlas en largas tiras de papel que procedieron a cerrar como inútil precaución, con mucho e innecesario cuidado.

No había teléfonos móviles entonces pero, el futuro piloto encontró la forma de avisar a la sede de su partido en la calle del Pez 21 informando que esas bolsas negras a pesar de su secretismo se tiraban a la basura con el resto de los desperdicios. La incombustible Adelaida puso su coche, un 600, y acompañada de tres militantes se puso al acecho junto al cuartel general del Aire. Pero he ahí que cuando sacaron por fin los cubos de la anhelada basura pasó un camión de traperos que se los llevó, al menos su contenido. El seiscientos impasible el ademán siguió al camión hasta que llegó a un enorme basurero y volcó en él su carga para desesperación de los seguidores. Durante horas apestosas, los voluntariosos falangistas revolvieron en la mierda, no para ver si conviene derecha o izquierda, sino hasta dar con la bolsa que Ernesto les había descrito. Y la fortuna favoreció a los audaces apestados.

Con la estulticia de los novatos se pasaron días montando el puzle que suponían las tiras de los papeles pasados por la destructora hasta recomponer los documentos que vendieron a la revista Cambio 16 a cambio de una cantidad de dinero ridícula –a ellos no se lo pareció entonces–, que les sirvió al menos para pagar una campaña, y la publicación de media docena de artículos, así como el reconocimiento impreso de la revista de que los documentos les habían sido suministrados por ellos, que firmaron pomposamente «servicio de Información de Falange Auténtica».

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