Junto al casco histórico de Sintra, hay una serie de propiedades que rezuman magia y encanto en cada rincón
Viajes
Las mil y una `penas´ de Sintra
La magia de esta villa lusa vive en sus palacios, su naturaleza exuberante y su cercanía al litoral atlántico
Quien haya visitado Sintra puede haber percibido ese halo de cuento atribuido a historias y leyendas de antiguos reyes, pueblos o poetas. Como si la Scheherezade de Las mil y una noches se uniese en perfecta armonía a ese aire decadente portugués propio de Pessoa. A escasos kilómetros de Lisboa, esta ciudad lusa se ha convertido en un escenario de melancolía con joyas arquitectónicas encuadradas entre dosis de exóticos verdes y azules oceánicos.
Palacio da Pena
Lejos del casco histórico de Sintra, por el que merece la pena perderse comiendo queijadas, una serie de carreteras serpenteantes nos conducen a colinas salpicadas por palacios y casas señoriales desde las que se puede apreciar la inmensidad de esta región. El monumento más emblemático es el Palacio da Pena. La que fuera la residencia de los reyes portugueses en el siglo XIX se ha convertido en Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Se alza sobre un peñasco que había acogido el monasterio de la Orden de los Jerónimos hasta el terremoto que asoló la zona en 1755. El conocido como «Rey artista», Fernando II de Portugal erigió sobre él una rica profusión de distintos estilos arquitectónicos como el neogótico, el neomanuelino, el neomorisco o el indogótico. El resultado es un portentoso palacio de fantasía repleto de torres anárquicas, colores oníricos así como infinidad de murallas, miradores y galerías que reflejan, al mismo tiempo, el esplendor y la decadencia portuguesa.
Desde sus torreones se pueden ver los alrededores de Sintra al completo
Quinta da Regaleira
El noble Antonio Carvalho Monteiro adquirió un terreno bastante considerable que convirtió, con ayuda del arquitecto Luigi Manini en una suerte de misterioso palacio repleto de pasajes secretos y rincones encantados como una biblioteca o un laboratorio alquímico. Más que recorrer las estancias es necesario perderse por sus jardines y sus oscuras grutas, túneles, pasadizos y cascadas.
Sin olvidar, por supuesto, el llamado pozo iniciático, una torre invertida de 27 metros de profundidad que puede recorrerse de arriba abajo a través de una escalera de caracol. Se considera uno de los exponentes de la Orden del Temple presentes en la propiedad, aunque no es la única puesto que Carvalho Monteiro, además de aficionado a la astrología, el esoterismo y las ciencias ocultas, fue uno de los miembros de esta secta en Portugal. De hecho, concibió la Quinta da Regaleira como un enorme templo masónico.
La Quinta da regaleira parece estar encantada por ecos de otro tiempo
Palacio de Monserrate
Imprescindible visita también es el Palacio de Monstserrate, uno de los templos arquitectónicos y paisajísticos más bonitos del arte romántico portugués. A cuatro kilómetros del centro de Sintra, este palacio con reminiscencias árabes suele ser un remanso de paz poco concurrido lleno de simetrías y cúpulas bulbosas.
En su interior combina influencias góticas, indias y mudéjares, incorporando motivos vegetales y exóticos que se extienden de forma armónica hacia el exterior, donde también se aprecia un espectacular jardín botánico en el que conviven más de 3.000 especies de plantas exóticas. Por su belleza se convirtió en la visita obligada de viajeros ingleses como Lord Byron, que describió su grandiosidad en su libro Las peregrinaciones de Childe Harold. El coleccionista de arte Sir Francis Cook quedó tan prendado por la propiedad que la convirtió en su residencia de verano.
Lord Byron visitó el palacio de Monserrate y describió su belleza en uno de sus libros
Cabo da Roca
A tan solo veinte kilómetros de Sintra, se puede visitar el fin del mundo atlántico. El conocido como el punto más occidental de la Europa Continental impresiona por sus acantilados de más de 140 metros de altura y sus impresionantes vistas del océano. El Cabo da Roca es un lugar salvaje barrido por el viento que hasta el siglo XIV fue, literalmente, considerado como el fin del mundo.
Su principal atractivo reside en su paisaje descarnado repleto de naturaleza marítima, donde el agua, desafiante, azotan las paredes verticales de roca caliza. Entre tanto dramatismo, su faro como único punto de luz, aparte del del sol en su crepúsculo, el mejor momento para visitar el cabo. Para llegar a él, nada mejor que realizar un recorrido por la costa portuguesa, llegando incluso a las conocidas playas de Ursa o Adraga.
La mejor hora para acceder al Cabo da roca es el atardecer