Fundado en 1910

María Teresa Rodríguez Sáinz-Rozas

La historia de la ama de casa que convirtió las galletas Gullón en un imperio y este lunes es recibida por el Rey

María Teresa Rodríguez Sáinz-Rozas recibirá el IX Premio Reino de España a la Trayectoria Empresarial en el Palacio del Pardo

El Palacio Real de El Pardo acogerá este lunes, 1 de diciembre, a las 11 de la mañana un acto con especial significado. Allí, el Rey Felipe VI entregará a María Teresa Rodríguez Sáinz-Rozas, expresidenta y presidenta de honor de Galletas Gullón, el Premio Reino de España a la Trayectoria Empresarial. Se trata de un reconocimiento que pone en valor décadas de trabajo al frente de una empresa que ha transformado su sector y contribuido al desarrollo económico y social del país. El galardón consiste en la reproducción de una medalla al mérito de la época de Carlos III, cuyo diseño original data de 1764.

Galletas Gullón, la empresa a la que María Teresa Rodríguez ha dedicado gran parte de su vida, es hoy uno de los grandes nombres de la alimentación en Europa. La compañía nació en 1892 en Aguilar de Campoo, en Palencia, y sigue siendo la única galletera familiar centenaria que continúa activa en España. Sus dos fábricas, ubicadas en el propio municipio, están consideradas entre las más modernas del continente y envían sus productos a más de 120 países. Además, Gullón fue pionera en España en la elaboración de galletas integrales, un tipo de producto que con el tiempo dio lugar a la categoría de «galleta salud», un segmento que la empresa lidera en la actualidad.

Nada hacía prever que María Teresa acabaría dirigiendo un gigante industrial. Nacida en Aguilar de Campoo en 1942, llevaba una vida tranquila dedicada a su familia. Visitaba la fábrica junto a su marido, José Manuel Gullón, heredero de la tercera generación de la empresa, pero nunca imaginó que tendría que ponerse al frente. Todo cambió en 1983, cuando un accidente de tráfico acabó con la vida de su esposo. Con 41 años, cuatro hijos pequeños y una compañía que sostenía buena parte del empleo local, asumió la presidencia del consejo de administración. «Hasta entonces yo era un ama de casa que acompañaba a mi marido, pero tras lo ocurrido decidí coger la antorcha y seguir», ha explicado en más de una ocasión.

En los primeros meses contó con la ayuda de sus hermanos, Félix y Raúl Rodríguez Sáinz-Rozas, y del abogado Miguel Doménech, que organizaron una dirección provisional desde Madrid. Pero ella sabía que la empresa necesitaba liderazgo sobre el terreno. Esa convicción la llevó a impulsar la contratación de un director general residente en Aguilar de Campoo. La llegada, el 1 de enero de 1986, de Juan Miguel Martínez Gabaldón marcó un antes y un después. En aquel entonces, la fábrica tenía 5.000 metros cuadrados, tres líneas de producción y 150 trabajadores. Juntos tomaron una decisión decisiva: adquirir en subasta una nave industrial del municipio por 100 millones de pesetas, una inversión que se convertiría en la base del crecimiento posterior.

La estrategia fue clara desde el principio: reinvertir todos los beneficios, modernizar la producción y apostar por la innovación sin perder de vista la expansión internacional. Ese enfoque permitió que Gullón resistiera la oleada de competencia que llegó tras la entrada de España en el Mercado Común, un momento en el que desaparecieron muchas galleteras familiares del país.

El camino no estuvo exento de conflictos. En 2009 sus hijos varones, Hernán, Rubén y Félix, intentaron relevarla del cargo. La tensión fue tal que dejó una escena insólita para la hemeroteca: ante la imposibilidad de entrar en la fábrica porque los hijos lo impedían, Rodríguez, acompañada de Martínez Gabaldón, de su hija Lourdes y de una notaria, celebró una junta directiva dentro de un Mercedes aparcado a las puertas de las instalaciones. Aquel día pronunció una frase que aún resuena en Aguilar de Campoo: «Galletas Gullón es mi vida y nadie tiene derecho a arrebatármela».

Finalmente, en 2019 cedió la dirección ejecutiva a su hija, Lourdes Gullón Rodríguez, y asumió la presidencia honorífica. Desde entonces ha impulsado iniciativas sociales ligadas a la educación, el empleo y el desarrollo comunitario en su localidad natal, devolviendo al territorio lo que la empresa ha generado durante décadas.