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Fotograma del programa Lazos de Sangre. Los GrimaldiRTVE

Dinastías y poder

Los Grimaldi: juego, bastardía y mucho glamour en la Roca

Por el Palacio del Príncipe de Mónaco han pasado espías, lavanderas, domadores y algún que otro heredero de sangre real

Son guapos, festivos y aficionados a los escándalos. Lo llevan en el ADN. Por el Palacio del Príncipe de Mónaco han pasado espías, lavanderas, domadores y algún que otro heredero de sangre real. Montecarlo es sinónimo de lujo. El Casino y el Hotel de París son el símbolo de la opulencia. La economía de Montecarlo sigue creciendo gracias al turismo, la banca y los grandes premios automovilísticos. Pero, ¿qué sabemos de este Principado situado en el corazón de la Riviera francesa? Sus escasas dimensiones albergan las residencias fiscales de grandes fortunas de Europa gracias a la exención de impuestos, pero ¿quién es esa Familia Real que jamás deja de protagonizar los divorcios más sonados del cuore?, ¿quiénes son los Grimaldi?

El minúsculo Estado de La Roca

Podríamos remontarnos al siglo XIII, cuando Francisco Grimaldi, güelfo disfrazado de fraile franciscano, ocupó la Roca y abrió las puertas de la pequeña ciudad a sus soldados. Defensivamente, era una plaza interesante: un pequeño territorio, situado en plena costa del Mediterráneo que formaba parte de la República Genovesa y se disputaban ligures, franceses y españoles. Desde entonces, los Grimaldi han estado al frente de este minúsculo Estado, el segundo más pequeño del mundo, solo por detrás del Vaticano y que, a día de hoy, todavía mantiene una estrecha dependencia política y defensiva de Francia. Durante los años de la Revolución Francesa, Mónaco estuvo ocupado por los ejércitos napoleónicos y se convirtió en una zona disputada por Napoleón III en sus rivalidades con Austria y Piamonte entorno a Niza. Pero es a finales del XIX cuando la historia del Principado se cocina como lo que vende hoy en día: un paraíso para la riqueza y el glamour.

La Roca en 1890

Fue Carlos III Grimaldi quien, en 1863, decidió crear el Casino de Montecarlo –el juego era ilegal en los países vecinos– y fundar la «Sociedad de Baños de Mar del Círculo de Extranjeros» (SBM), germen de la explotación turística. Por entonces, apenas tenía diez mil habitantes y un ejército de 70 soldados «que mandaban cinco oficiales y siete sargentos». Pero la prosperidad no llegó hasta la aparición en escena de Alice Heine, una americana millonaria de origen judío, casada en segundas nupcias con Alberto I, soberano desde la muerte de su padre en 1889 y más dedicado a la oceanografía que a los asuntos regios. Él también había pasado por un matrimonio anterior, con una lady escocesa a la que le importaba poco el peñón mediterráneo, pero que le había dado un heredero varón.
Fue Alice quien hizo del Principado un lugar privilegiado para el teatro, la ópera y las mesas de juego de las que salían sobrados recursos para cubrir los gastos del presupuesto. La «Bella Otero» era por entonces, una asidua de sus salones. Alice y Alberto no tuvieron hijos y como empezaba a ser habitual en la dinastía, se les acabó el amor. En 1922 subió al trono Luis II, hijo de Alberto y que, aunque con fama de solterón, había tenido una hija con una lavandera francesa a la que convirtió en heredera. Bajo el mandato de Luis II se crearía el equipo de fútbol y el estadio que lleva su nombre.

La familia real del Principado en 1966

Durante la Segunda Guerra Mundial Mónaco se declaró neutral, aunque las simpatías del soberano por la Francia de Vichy del mariscal Petain, fueron evidentes. El Principado fue ocupado primero por los italianos y después, por los alemanes. El país de los casinos y el juego autorizó una orden de deportación de 90 judíos con dirección a campos de trabajo. Mónaco fue liberado por las fuerzas aliadas a comienzos de 1944. Mientras tanto, la hija ya «reconocida» de Luis II, de nombre Carlota, se casaba con el aristócrata francés Pedro de Polignac y cedía sus derechos a su hijo Rainiero. Desde este punto, la historia de la familia es más conocida.

Rainiero, nuevo soberano de Mónaco

Rainiero se convirtió en Príncipe soberano de Mónaco en 1949, tras la muerte de su abuelo. Mónaco seguía viviendo de las ruletas y las fortunas europeas, pero en esos días de Guerra Fría y tensiones internacionales, la bonanza del territorio estaba en juego. Algunos dicen que fue Onassis, quien después de comprar una importante participación en la Sociedad del Casino, recomendó al apocado Rainiero que se buscase una novia actriz. No sabemos si por él o no, pero el caso es que aparecía en Montecarlo la guapísima Grace Kelly. Un Oscar por La angustia de vivir y a sus espaldas títulos como Mogambo, Crimen Perfecto o La ventana indiscreta. La mismísima musa de Alfred Hitchkock. Había protagonizado también Los puentes de Toko-Ri, ambientada en la Guerra de Corea, sin saber que un día, el rodaje de Atrapa a un ladrón, en la Costa Azul, la llevaría a ser la actriz principal de la historia. Era un reclamo perfecto para las arcas del Principado.
La boda se celebró en la Catedral en 1956. Ella, como siempre, fantástica, con un vestido de Helen Rose. Aunque en el fondo aquello no dejaba de ser un Principado de opereta, con poca presencial regia y mucha cinematografía. Grace devolvió el esplendor perdido y cuando el mismísimo mariscal de Gaulle, en plena guerra de Argelia, amenazó con romper relaciones con Mónaco si no endurecían su política fiscal a las empresas francesas para paliar la fuga de capitales (Francia necesitaba dinero), no dudó en invitarle al Baile de la Rosa. «Le Grandeur», quedó cautivado. Rainiero y Grace tuvieron tres hijos que desde su nacimiento brindaron titulares a la prensa del mundo entero.
La Princesa de Mónaco fallecía en un accidente de automóvil en 1982. Su marido, Rainiero III siguió al frente del Principado hasta su muerte en 2005. Desde entonces, separaciones, carreras musicales fracasadas, guardaespaldas, hijos bastardos y toda variedad de géneros ha pasado por los muros del Palacio Grimaldi. Hoy el matrimonio de Alberto II con la nadadora sudafricana con la que se casó en 2010 parece que hace aguas. Tienen dos hijos, gemelos, todavía pequeños, aunque siempre tendremos a los vástagos de Carolina y Estefanía para seguir dando juego. De casta le viene al galgo.