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Los cinco «emperadores buenos» de la edad dorada del Imperio romano

Antes de que el primero de los considerados como «emperadores buenos», según el historiador inglés Edward Gibbons, subiese al trono; Roma había experimentado períodos oscuros bajo el dominio de emperadores como Nerón y Domiciano, cuyos gobiernos estuvieron marcados por la opresión y el despotismo. Empezando por Nerva y terminando por Marco Aurelio, estos césares fueron grandes líderes que condujeron al imperio a su época dorada

Sarah Durwin
Sarah Durwin

Madrid Actualizada 10:16

Nerva

Nerva

El reinado de Marco Coceyo Nerva trajo estabilidad tras el periodo de tiranía de Domiciano. Designado por el Senado, Nerva consiguió, en su breve reinado de 16 meses, asentar las bases para una nueva era dorada para Roma. Con él iniciaría una nueva era de «adopción en la sucesión imperial», según explica el historiador Fran Navarro en Muy Interesante. Este nuevo sistema consistía en elegir al gobernante más capacitado en lugar de al heredero biológico; una práctica que ayudó a consolidar la competencia y la estabilidad. En este sentido, «la decisión más trascendental de Nerva fue 'adoptar' a Trajano, un distinguido militar, como su sucesor», advierte el historiador.

Busto de Trajano, Gliptoteca de Múnich

Trajano

Trajano (98-117 d.C.) se convertiría en el primer emperador romano de origen «extranjero». No solo porque nació en Itálica, Hispania, sino porque su familia era de ascendencia indígena. Acompañando a su padre en el campo de batalla, fue desarrollando una brillante carrera en el ejército romano: desempeñó cargos de cuestor y pretor. Todo ello y la ayuda de sus aliados en romana, Nerva decidió adoptarlo como heredero.
«Bajo su mando, el Imperio romano alcanzó su máxima expansión territorial, incorporando Dacia y enormes regiones de Oriente», indica Navarro. Pero más allá de las conquistas militares, Trajano es recordado por «sus extensas obras públicas y proyectos de construcción en Roma, incluyendo el famoso Foro de Trajano y la Columna Trajana, símbolos de la grandiosidad romana».

Retrato de Adriano

Adriano

Natural también de Itálica (Hispania), Publio Elio Adriano fue el sucesor de Trajano. Se cree que fue adoptado como heredero de Trajano por la esposa de éste, Plotina, pues el segundo de los «emperadores buenos» murió en la campaña de Cilicia sin nombrar sucesor. Aunque se sabe la gran estima y confianza que tenía hacia Adriano y el servicio que éste hizo a través de diferentes puestos importantes.
Así, entre el 117 al 138 d.C., Adriano decidió fortalecer y consolidar las fronteras del Imperio en lugar de expandirlas, centrándose en la administración interna y la integración cultural de las diversas provincias. «Adriano es también conocido por sus extensos viajes por el Imperio, supervisando y mejorando las infraestructuras –con él se levantó el famoso Muro de Adriano en el norte de Gran Bretaña– locales y fortaleciendo la unidad romana a través de su presencia», destaca el historiador en Muy Interesante.

Antonino Pío

Antonino Pío

A Adriano le seguiría Antonio Pío (138-161 d.C.), «un hombre justo y compasivo, querido y respetado por la gente común así como aquellos en el gobierno romano», según el historiador y profesor de Historia Antigua y Medieval en el Lincoln Collage, Donald L. Wasson. Su reinado de 23 años estuvo marcado por la paz, «asegurándole un lugar entre los Cinco Emperadores Buenos», expresa. Esta ausencia de conflictos militares significativos, le permitió enfocarse en el desarrollo interno del Imperio y del bienestar del pueblo. Por ello, su largo y pacífico mandato se caracterizó por la estabilidad y la prosperidad, así como por el apoyo a las artes y la cultura, «además de la promoción de leyes que beneficiaron la estructura social de Roma», recoge Muy Interesante.

Busto del emperador Marco Aurelio

Marco Aurelio

Conocido como el emperador filósofo, Marco Aurelio reinó desde el 161 hasta 180 d.C., En su República, Platón describe cómo debería ser un buen gobernante, algo que encarnó a la perfección Marco Aurelio: «un gobernante que no busca el poder por sí mismo, sino para ayudar a su pueblo». Reflejó su pensamiento en su obra Meditaciones, la cual compuso en campaña y a los 50 años. «Antepuso las necesidades del pueblo a sus propios deseos o visiones fe gloria y trabajó por el bien común», explica la página World History, durante su reino, a diferencia de los demás «emperadores bueno», estuvo marcado por guerras en las fronteras y la devastadora peste antonina.

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