El otro expolio de la Guerra Civil: residencias ocupadas y colecciones saqueadas como las de Cambó y Zabálburu
El otro expolio de la Guerra Civil

Residencias ocupadas y colecciones saqueadas como las de Cambó y Zabálburu

Tras analizar en las dos primeras entregas los procesos estructurales de desamortización y el saqueo sistemático durante la Guerra Civil, esta última parte del especial España saqueada se adentra en el ámbito más íntimo y doloroso del expolio: el que afectó a colecciones privadas, bibliotecas familiares y residencias convertidas en escenarios de ocupación.

A través de dos casos emblemáticos —la colección de Francisco Cambó y el palacio de los Zabálburu— exploramos cómo el patrimonio no solo fue destruido o requisado, sino también transformado en trofeo simbólico, disfraz o refugio ideológico. Estas historias personales nos recuerdan que cada obra robada o perdida no es solo una pieza artística, sino también una herencia rota, un relato silenciado y, a veces, una memoria irrecuperable.

El saqueo de la colección Cambó durante la guerra civil

Cesar Alcalá
Cesar Alcalá

El político, abogado y mecenas catalán Francisco Cambó Batlle (1876-1947) fue cofundador y líder de la Lliga Regionalista. Este partido gobernó Cataluña hasta la victoria, en 1931, de ERC. Al estallar la Guerra Civil, Cambó tuvo que huir de Barcelona porque peligraba su vida. Para los miembros de ERC era un traidor, y en ningún momento se tuvo en cuenta que, desde su fundación, la Lliga había sido el partido que había gobernado Cataluña.

Francisco Cambó. Fotografía realizada por Campúa para el periódico Nuevo Mundo. 1909
Francisco Cambó. Fotografía realizada por Campúa para el periódico Nuevo Mundo. 1909

Terminada la Guerra Civil, Cambó quiso dejar su impronta como mecenas. Por eso tuvo la idea de organizar un museo en el que se pudieran ver gran parte de sus obras de arte. A esto se le conoce como Legado Cambó. Esta es una colección de pinturas con identidad propia que abarca la historia de la pintura europea desde el siglo XIV hasta principios del siglo XIX, exhibiéndose de manera permanente en las salas del Museo Nacional de Arte de Cataluña.

Francisco Cambó. Fotografía realizada por Campúa para el periódico Nuevo Mundo. 1909
Francisco Cambó. Fotografía realizada por Campúa para el periódico Nuevo Mundo. 1909 - Wikipedia

Destacan nombres de relevancia universal como Sebastiano del Piombo, Tiziano Vecellio y Giandomenico Tiepolo, grandes pintores, todos de Italia; Peter Paulus Rubens y Lucas Cranach, exponentes del arte flamenco; Jean-Honoré Fragonard y Maurice Quentin de La Tour, que representan al rococó francés; y finalmente Francisco de Goya, el genio renovador que cierra el arco cronológico del Legado Cambó. Otra parte de este legado puede verse en el Museo del Prado de Madrid. Cambó le escribió a Francisco Javier Sánchez Cantón, subdirector del museo, en 1941, que:

«Mi propósito es ceder buena parte de mi colección, desde luego mis primitivos italianos, al Museo del Prado. Yo estaría dispuesto a dar comienzo, desde ahora, a la realización de mi propósito si pudiese conseguir que se me permitiera que, mientras yo esté en América, pudieran estar conmigo algunos de los cuadros que tengo en España. La propuesta que se me ocurre es la siguiente: yo entregaría, desde luego, al Prado mi cuadro de Giovanni da Ponte, mis tres grandes 'panneaux' de Botticelli, dos primitivos atribuidos generalmente a Taddeo Gaddi y, por muchos críticos —entre ellos Berenson—, a Pietro Nelli, y el fresco de Melozzo da Forlì. Yo cedería, desde ahora, estos cuadros en propiedad al Museo, reservándome el derecho, que probablemente no haría efectivo, de poder tener en mi casa y compañía, cuando yo residiera en España y durante mi vida, los 'panneaux' de Botticelli, los Taddeo Gaddi y el Melozzo; el Giovanni da Ponte no se movería ya del Prado, donde podría hacer un magnífico pendant al Fra Angélico».

Francisco Cambó. Fotografía realizada por Campúa para el periódico Nuevo Mundo. 1909
Francisco Cambó. Fotografía realizada por Campúa para el periódico Nuevo Mundo. 1909 - Wikipedia

Gran parte de este legado desapareció de su casa, situada en la Vía Layetana de Barcelona, durante la Guerra Civil. Si bien es verdad que pudieron recuperarse, en 1940 se denunció el robo ante la Causa General de estas piezas de arte. Su secretario personal —que luego sería presidente del FC Barcelona, de La Caixa y tío del vicepresidente del Gobierno y alcalde de Barcelona, Narcís Serra— presentó el siguiente documento:

Don Narciso de Carreras Guiteras, abogado, vecino de esta ciudad, domiciliado en la calle Córcega, número 282, pral. 2.ª, obrando en calidad de mandatario del Excmo. Sr. don Francisco Cambó Batlle, según escritura de poder autorizada por el cónsul de España en Ginebra a veinticinco de abril de mil novecientos cuarenta.

Expone que, como continuación y complemento a la declaración presentada en la Causa General contra el marxismo, tiene el honor de detallar a continuación las pinturas, tapices, tablas antiguas, etc., de reconocido valor artístico, que desaparecieron del domicilio de mi poderdante durante la dominación marxista, anotado el valor por el cual estaban asegurados contra el riesgo de incendios en el año 1933.

Vayreda – pasaje – oleo 12.000 pesetas
Sorolla – retrato de niño – oleo 8.000 pesetas
Tapi atribuido la fábrica de Bruselas 15.000 pesetas
El Greco – San Juan y San Francisco – oleo 50.000 pesetas
Verdi de Bicci – La muerte de la Virgen – oleo 50.000 pesetas
Bol – Retrato de rembrant – oleo 50.000 pesetas
Tapiz atribuido a la manufactura de Aubusson 7.500 pesetas
Murillo – Retrato de hombre 70.000 pesetas
Piero dell Pollajuolo – Las siete virtudes 43.000 pesetas
Piero dell Pollajuolo – Las siete artes 43.000 pesetas
Peter de Hooch – Soldado y mujer 50.000 pesetas
Brauwer – El hombre del órgano 15.000 pesetas
Sebastiano del Piombo - Retrato de mujer 275.000 pesetas
Goya – Amor y psique 300.000 pesetas
Tapices de la manufactura Real de Beauvais 400.000 pesetas
Bernardini Luini – Santa Agueda 250.000 pesetas
A. de Messina – Retrato de fraile 250.000 pesetas
Gainsborough – Retrato de Lady Spencer 235.000 pesetas
Tintoretto – Retrato de hombre 300.000 pesetas
Zurbarán – Bodegón 30.000 pesetas
Zurbarán – Bodegón 20.000 pesetas
Zurbarán – Bodegón 20.000 pesetas
Tiziano – Retrato de Laura Dianti 820.000 pesetas
Tiepolo – Santa Cecilia 71.000 pesetas
Moro – Retrato de hombre 60.000 pesetas
Rubens – Retrato de lady Thomas Arundell 231.000 pesetas
Melozzo da Forlì – Ángel cantando 100.000 pesetas.
Latour – Retrato de M. Laideguive 370.000 pesetas
Giovanni de Ponte – Las siete Artes libres 302.000 pesetas
Veronessi – Mujer 200.000 pesetas
Botticelli – Escena 750.000 pesetas
Botticelli – Escena 1.500.000 pesetas
Botticelli – Escena 750.000 pesetas
Anglada – Paisaje 40.000 pesetas
Anglada – Caballo 15.000 pesetas

En total las obras sustraídas tenían un valor de 7.702.500 pesetas. Cambó formó su colección en menos de diez años, de 1927 a 1936, con el asesoramiento de expertos como Bernard Berenson o Joaquím Folch i Torres. Esta quedó parada como consecuencia del estallido de la Guerra Civil. Las piezas recuperadas se guardaron en Suiza.

Francisco Cambó. Fotografía realizada por Campúa para el periódico Nuevo Mundo. 1909
Francisco Cambó. Fotografía realizada por Campúa para el periódico Nuevo Mundo. 1909 - Wikipedia

En 1950 regresaron a Barcelona las que serían expuestas en esta ciudad. Las de Madrid los había cedido Cambó en vida. Ahora bien, no todos los cuadros fueron cedidos a Madrid y a Barcelona. Hubo dos excepciones. Uno fue legado al museo de Lausana, en agradecimiento por haber custodiado la colección y otro, Retrato de Michele Marullo Tarcaniota de Botticelli, le fue legado a su hija Helena Cambó Mallol.

El palacio madrileño que Alberti convirtió en su casa durante la Guerra Civil

Alejandro Espejo
Alejandro Espejo

En el número 7 de la madrileña calle Marqués de Duero se ubica un imponente palacio que, aunque probablemente desconocido para la mayoría de los transeúntes, alberga uno de los conjuntos patrimoniales más notables de nuestro país.

Fachada del Palacio de Zabálburu de Madrid
Fachada del Palacio de Zabálburu de Madrid - Wikipedia

El edificio atesora una valiosísima biblioteca compuesta por unos 20.000 libros y documentos que van desde el siglo X al siglo XIX. Entre ellos, incunables, códices y cartas originales de los Reyes Católicos, Carlos I y Felipe II, entre otros muchos. Esta colección fue iniciada por Francisco de Zabálburu, un acaudalado bibliófilo bilbaíno. Fallecido en 1897, todo pasó a su hija Carmen, casada con el conde de Heredia-Spínola.

Durante la Guerra Civil el edificio fue incautado por la Alianza de Intelectuales Antifascistas para dedicarlo a «fines de cultura popular y a Hogar de los Intelectuales Antifascistas». En él quedó instalada la redacción de El Mono Azul, publicación de carácter propagandístico en la que Rafael Alberti se implicó activamente. En el patio se depositaron parte de las obras del Museo del Prado antes de ser evacuadas y en el jardín de invierno tuvo lugar el velatorio de la fotógrafa Gerda Taro.

Rafael Alberti y María Teresa León
Rafael Alberti y María Teresa León

La nómina de los que durante la contienda pasaron por la mansión de los Heredia-Spínola es amplísima, pero sin duda las figuras más destacadas fueron el propio Alberti y su inseparable María Teresa León, quienes hicieron de la otrora residencia nobiliaria su hogar mientras duró la guerra.

El diplomático chileno Carlos Morla Lynch, simpatizante de la causa republicana e íntimo amigo de Lorca, anotó en su diario a raíz de una visita de su esposa a la sede de la Alianza de Intelectuales Antifascistas cómo «los Alberti» se habían instalado «en departamentos espléndidos», si bien la habitación de la antigua dueña de la casa había quedado reservada para el compositor chileno Acario Cotapos, quien «sin falso pudor» mostraba cómo «duerme en una cama llena de cortinajes y pieles de armiño».

Fotografía de Morla Lynch en 1930
Fotografía de Morla Lynch en 1930

El vestidor de los condes se convirtió en una inagotable fuente de entretenimiento para sus ocupantes, quienes celebraron innumerables fiestas que terminaron por dar fama al Hogar de los Intelectuales Antifascistas. Así lo recogió la escritora mexicana Elena Garro, para quien «lo mejor de Madrid eran las veladas en la Casa de la Cultura» organizadas por «los intelectuales que vivían allí, disfrazados de duques». En sus memorias desfilan Alberti disfrazado de cochero, María Teresa León «con un traje de época precioso» y el poeta afroamericano Langston Hughes «husmeando en los armarios y vistiéndose de príncipe o de lacayo». En otras ocasiones las fiestas tenían un carácter menos aristocrático y «los hombres se vestían con chaquetillas de torero y las mujeres con vestidos de la Sevilla de antaño».

Los nuevos habitantes del palacio no dudaron en hacer suyo el continente y el contenido. Tanto es así que, uno de ellos, el poeta León Felipe, se paseaba por Madrid ataviado con un «gran abrigo de cuello de piel» sacado del armario del conde de Heredia-Spínola.

García Maroto en un mitin de la alianza de intelectuales antifascistas el 27/09/1936
García Maroto en un mitin de la alianza de intelectuales antifascistas el 27/09/1936

El vestidor de los condes se convirtió en una inagotable fuente de entretenimiento para sus ocupantes, quienes celebraron innumerables fiestas que terminaron por dar fama al Hogar de los Intelectuales Antifascistas. Así lo recogió la escritora mexicana Elena Garro, para quien «lo mejor de Madrid eran las veladas en la Casa de la Cultura» organizadas por «los intelectuales que vivían allí, disfrazados de duques».

En sus memorias desfilan Alberti disfrazado de cochero, María Teresa León «con un traje de época precioso» y el poeta afroamericano Langston Hughes «husmeando en los armarios y vistiéndose de príncipe o de lacayo». En otras ocasiones las fiestas tenían un carácter menos aristocrático y «los hombres se vestían con chaquetillas de torero y las mujeres con vestidos de la Sevilla de antaño».

Langston Hughes en Madrid en 1937
Langston Hughes en Madrid en 1937

Fue a raíz de una de estas juergas cuando, prácticamente terminada la guerra, Miguel Hernández protagonizó un sonado incidente. Tras regresar del frente, el poeta de Orihuela se encontró con sus compañeros preparando una fiesta en honor de «la mujer antifascista». Indignado, exclamó aquello de «¡Aquí hay mucha puta y mucho hijo de puta!». María Teresa León, sintiéndose aludida, le propinó una bofetada –un puñetazo, según otros– y con ello la relación entre los Alberti y Miguel Hernández quedó sentenciada.

Ropajes y vestimentas aparte, según María Teresa León «nadie quitó nada de su sitio» y del interior de la casa «fue respetado todo lo no comible o bebible». De lo que había allí dentro, la biblioteca era sin duda lo más valioso.

Vitrina en la Biblioteca del Palacio Zabálburu
Vitrina en la Biblioteca del Palacio Zabálburu - Archivo Zabálburu

El bibliógrafo Antonio Rodríguez-Moñino, miembro de la Junta de Incautación y Protección del Patrimonio Artístico, escribió tras la guerra que en «la insigne biblioteca de Heredia-Spínola» instaló su despacho Alberti, quedando la llave de la misma en poder del gaditano. No obstante, es muy probable que Alberti no fuera el único con acceso a los libros. En una de las novelas en las que recreó aquellos años, María Teresa León habla de «una biblioteca fabulosamente bien guarnecida donde materialmente vivían en éxtasis algunos aliancistas que contaban con la confianza de la secretaria».

Biblioteca del Palacio Zabálburu
Biblioteca del Palacio Zabálburu - Archivo Zabálburu

Finalizada la contienda, los condes de Heredia-Spínola recuperaron el palacio y la biblioteca, prácticamente intacta. Sin embargo, pronto hubo noticia de que faltaban varias decenas de obras, incluyendo un tercio de los incunables y tres manuscritos.

Archivo en la Biblioteca del Palacio Zabálburu
Archivo en la Biblioteca del Palacio Zabálburu - Archivo Zabálburu

Entre estos manuscritos desaparecidos estaba el libro becerro del Monasterio de Arlanza, del siglo XII. ¿Robo o extravío? Es cierto que en los últimos años algunos de los volúmenes que se consideraban perdidos han reaparecido en la propia biblioteca gracias a los trabajos de María Teresa Llera Llorente.

Más allá de los quebrantos materiales, la mayor pérdida para los condes de Heredia-Spínola fue la muerte de su primogénito, el marqués de Fuentes. Alférez de complemento y monárquico ferviente, fue detenido y fusilado en Madrid a finales de agosto de 1936. El asesinato de su hijo le valió a la condesa la concesión de la Medalla de Sufrimiento por la Patria en 1938.

Con esta tercera entrega cerramos un recorrido por una parte olvidada de nuestra historia: el expolio del patrimonio artístico en España. En la primera entrega vimos cómo la pérdida comenzó mucho antes de la Guerra Civil, con la exclaustración y las desamortizaciones del siglo XIX, que vaciaron conventos, destruyeron bibliotecas y dispersaron obras de arte sin control. La segunda parte nos llevó al caos de la contienda, cuando el patrimonio fue usado como refugio, moneda de cambio o incluso arma ideológica.

En esta última entrega, nos hemos centrado en las historias más personales: colecciones privadas desmanteladas, palacios ocupados y legados familiares truncados. Como recordó Antonio Flores en la primera entrega, destruir el arte también es una forma de romper con la identidad de un pueblo. Entender cómo y por qué se produjo este expolio es clave para valorar lo que aún conservamos y para no repetir, desde el olvido, una nueva forma de pérdida.

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Especial realizado por:

Redacción: Cesar Alcalá y Alejandro Espejo. Diseño: David Díaz.

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