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Retrato del rey Jorge I de Grecia por Goergios Iakovidis

Dinastías y poder

¿Por qué los príncipes griegos son también príncipes de Dinamarca?

La casa real danesa extendió su influencia por Europa en el siglo XIX, dando origen a monarquías como la griega, la rusa o la británica

Era el año 1863 cuando un príncipe danés, fue proclamado rey de Grecia. Lo hacía como Jorge I. Tenía dieciochos años y era hijo de los soberanos daneses. Desde entonces, la realeza helena no ha dejado de ostentar el título de su país de origen. La reina emérita nació como Sofía de Grecia y Dinamarca. Además, en el siglo XX fueron otros los matrimonios que perpetuaron estos lazos dinásticos: en 1964 el rey Constantino se casaba con la princesa Ana María de Dinamarca. Sin duda la sangre danesa ha dejado su reguero sobre las naciones europeas.

A los reyes Cristian IX de Dinamarca y Luisa de Hesse se les llegó a conocer como los «suegros» de Europa. Su hija Alejandra contrajo matrimonio con el entonces heredero del Imperio Británico y futuro Eduardo VII. Eran, por tanto, consuegros de la emperatriz Victoria.

Otra de sus hijas, Dagmar, lo hizo con Alejandro III y se convirtió en zarina imperial de todas las Rusias. El primogénito de la casa Glücksburg –una rama de la Casa de Oldemburgo– estaba llamado a ocupar el trono en Copenhague como Federico VIII. Pero ¿qué pasaba con el segundo de los vástagos varones? Toda la familia fue magistralmente retratada Laurits Tuxen en 1886. Theo Aronson ha publicado varios trabajos sobre esta dinastía.

En un tiempo, como era la segunda mitad del XIX, en el que cambiaban las fronteras políticas y emergían nuevos estados, no era extraño que las grandes dinastías se postulasen como favoritas para ocupar reinos. En España lo vivimos muy de cerca con Amadeo I, hijo de Víctor Manuel de Saboya, primer soberano de la Italia ya unificada. Ocurrió también con Fernando de Rumanía, de la dinastía Hohenzollern, como sucesor de Carlos I de Rumanía, sin descendencia pese a su matrimonio con Isabel de Wied. Son solo algunos ejemplos.

Jorge I, llegó a Atenas en 1863. Tras el fracaso que había supuesto Otón I –hijo de Luis de Baviera– el parlamento decidió implantar en el país heleno una monarquía de carácter liberal que ofreciese legitimidad internacional y se mostrase menos dependiente de los dictados otomanos que ofrecían muestras evidentes de decadencia.

Siendo rey, se casó en San Petersburgo con la gran duquesa rusa Olga, nieta del zar Nicolás I. Su vida resultó de una intensidad asombrosa. Durante ese tiempo, Grecia –pese a la pobreza y los conflictos con Creta y el polvorín balcánico– lograba cierta estabilidad, modernización y expansión territorial en un marco constitucional. Pero en marzo de 1913, el rey Jorge I era asesinado en Tesalónica.

Funeral del rey Jorge en Atenas

Sus funerales supusieron un duelo para toda la realeza europea. Jorge y Olga habían ocupado el trono durante cincuenta años: el más largo de la historia del país. Y jamás perdieron el tratamiento que ostentaban como príncipes de Dinamarca.

El matrimonio tuvo varios hijos. El mayor, Constantino I, vivirá varios exilios derivados de los problemas surgidos como consecuencia del final de la Gran Guerra y el posterior enfrentamiento con Turquía. Son uno de los pocos matrimonios en la historia que se convirtieron en padres de tres reyes de un mismo país: Jorge, Alejandro y Pablo de Grecia.

Jorge I, además de las reinas consortes de Gran Bretaña y Rusia, tuvo otros dos hermanos, Valdemar y Thyra. Él era bastante apuesto y llevó una vida un tanto disoluta en el plano sentimental. Ella se casó con Ernesto Augusto de Hannover, heredero de Hannover y se convirtió en duquesa de Cumberland y Brunswick. De esa rama, con otros muchos lazos de sangre, proviene la reina Federica, madre de la reina doña Sofía.

Ya a comienzos del siglo XX, otro príncipe danés, Carlos, hijo de Federico VIII, sería proclamado rey de Noruega como Haakon II. ¿Dio o no juego esta dinastía?