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26 de abril de 2024

Hungarian Prime Minister Viktor Orban celebrates on stage with members of the Fidesz party at their election base, 'Balna' building on the bank of the Danube River of Budapest, on April 3, 2022. - Nationalist Hungarian Prime Minister Viktor Orban claimed a "great victory" in general election, as partial results gave his Fidesz party the lead. (Photo by Attila KISBENEDEK / AFP)

Viktor Orban celebra su triunfo en su cuarta noche electoral victoriosaAFP

Hungría

Viktor Orban, el sólido y desacomplejado gobernante húngaro

Vladimir Putin le felicitó esta mañana con un telegrama donde observa: «El desarrollo de las relaciones bilaterales responde en su totalidad a los intereses de Rusia y Hungría».

De rostro algo soso y de sentimientos generalmente contenidos, la felicidad de Viktor Orban estalló sin límites la noche del domingo al salir a celebrar con sus seguidores su cuarta victoria electoral consecutiva. Y con los dos tercios de los escaños, marca que no iguala ningún gobernante en el Occidente democrático.
Es el triunfo de un modelo específico, cuyos pilares son un conservadurismo sin complejos, un modelo económico pragmático (por lo menos hasta hace unos meses) y una política exterior que dosifica la ideología con el realismo. Este cuarto paseo militar en las urnas es también el fruto de una seria reflexión iniciada a raíz de la paliza electoral de 2002, cuando tuvo que abandonar el poder al cabo de cuatro años, un periodo de duración poco «orbaniana».
Tras hacer un balance en profundidad de sus errores, Orban y los suyos llegaron a la conclusión -acertada- de que no habían sabido captar el alma de los húngaros. Por lo tanto, el primer objetivo consistía en reconquistarla.
Hungarian Prime Minister Viktor Orban delivers a speech on stage next to members of the Fidesz party at their election base, 'Balna' building on the bank of the Danube River of Budapest, on April 3, 2022. - Nationalist Hungarian Prime Minister Viktor Orban claimed a "great victory" in general election, as partial results gave his Fidesz party the lead. (Photo by Attila KISBENEDEK / AFP)

Orban durante su intervención tras conocer los resultados de las elecciones)AFP

Hasta esa fatídica fecha de 2002, Orban no se distinguía especialmente entre los dirigentes del centro derecha europeo. Es más, era como la mayoría de ellos: reformismo económico y cierta indolencia ideológica.
Pero 2002 y su derrota provocaron una caída de caballo que ha resultado ser salvífica. Un acto fundador, si se quiere, que poco a poco se fue convirtiendo en un descubrimiento de los anhelos más profundos y genuinos de los húngaros: patriotismo, defensa de la familia y de las raíces cristianas de la nación y seguridad económica; todo ello sin sobrepasar los límites de la democracia liberal.
Aunque algún que otro borrón hubo, en forma de enriquecimiento sospechoso de integrantes de la camarilla vinculada al poder en general y al primer ministro en particular o de intentos de intimidación a algún medio.
Se podrían haber evitado, cierto, más no han disuadido a Orban de dedicarse a perseguir aquellos anhelos, poniéndose por montera a la Unión Europea -el permanente tira y afloja entre Budapest y Bruselas es fascinante-, a la intelectualidad progresista y liberal y, por supuesto, a un conocido filántropo de origen húngaro que so pretexto de exportar la democracia, objetivo loable, está dispuesto a llevarse buena parte del acervo cultural y moral de los pueblos, empezando por el húngaro.
Contra corriente es el único aliado de la Unión Europea con el que puede contar Rusia. Vladimir Putin le felicitó esta mañana con un telegrama para recordar: «Pese a la compleja situación internacional el desarrollo de las relaciones bilaterales responde en su totalidad a los intereses de Rusia y Hungría».

Invicto

Nadie, dentro o fuera de Hungría, ha podido hasta la fecha con Orban. Sin embargo, la euforia desatada a raíz de la victoria electoral de ayer no puede hacer olvidar que el primer ministro tiene muchos deberes sobre la mesa. El más importante, el económico: el conato de recesión no le ha pasado factura electoral, pero podría amargar su cuarto mandato.
Como recuerda el analista Yann Caspar -poco sospechoso de antiorbanismo- en un libro colectivo de reciente publicación, en marzo de 2020, Orban, al igual que el resto de los países europeos, optó por la expansión presupuestaria y monetaria. A principios de este año, empezó a llegar la factura, viéndose obligado el primer ministro a intervenir ciertos precios. Prosigue Caspar: «La fuerte dependencia de Hungría del capital extranjero y en materia energética podrís resultar nefasta». Orban lo sabe. Ahora debe tomar las decisiones oportunas para evitar una catástrofe que podrís cuestionar toda su herencia.
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