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Rodrigo Ballester, Domingo González  Michal Semín

Rodrigo Ballester, Domingo González, Michal Semín y Ricardo Ruiz de la SernaPaula Argüelles

Jornadas El Conservatismo Hoy

«La mayor amenaza que se cierne sobre los ciudadanos es el control total de sus vidas por parte del poder»

Los conservadores europeos apuntalan en Madrid el contraataque ideológico

«La mayor amenaza que se cierne sobre los ciudadanos es el control total de sus vidas por parte del poder», afirmó hoy rotundamente el filósofo checo Michal Senin durante la ponencia «Las diferentes corrientes y estrategias del conservatismo europeo», celebrada ayer en el marco del Congreso «El conservatismo hoy: la defensa de las tradiciones, las libertades y la cultura», organizado por la Universidad San Pablo CEU.

Senin habla con conocimiento de causa, pues fue arrestado en el otoño de 1989 por el régimen comunista checo, cuando este último empezaba a fenecer. Por eso hizo un llamamiento a evitar el «poder político ilimitado» al que, según él, aspira la Unión Europea (UE) ¿Cómo? «Cooperando incluso con liberales», ideología hacia la que se muestra reservado, para evitar la posibilidad de lo que él llama «tecnodictadura», que estaría constituida por la conjunción del control tecnológico y de una rígida jurisprudencia emanada, por ejemplo, del Tribunal de Justicia de la UE. El resultado final sería despojar subrepticiamente a los ciudadanos de sus derechos.

También se mostró crítico hacia la deriva emprendida por la UE Rodrigo Ballester, funcionario en excedencia de la organización y actual director del Centro de Estudios Europeos del Matthias Corvinus Collegium, con sede en Budapest. «El panorama es malo», declaró, «pues Polonia acaba de caer y Hungría está sola». Puso como ejemplo la sanción inminente a la que se enfrenta el país magiar: de aquí a dos semanas, los 2/3 de sus universidades podrían quedar excluidas del programa Erasmus. Ballester lo considera como un «castigo colectivo por infracciones imaginarias», en alusión al paquete de sanciones destinadas a Budapest si no acata determinadas órdenes de Bruselas.

Acto seguido, se preguntó si la UE no se había convertido en un «club liberal progresista» que margina a países, entidades y personas que rechazan someterse a esa perspectiva ideológica. De ahí que queden pocos denominadores comunes que unan a los conservadores con las fuerzas dominantes. Pero hay algún halo de esperanza: la evolución del peligro migratorio ha obligado a ciertos conservadores europeos a «salir del armario», aunque admitió que la temática aún «no es muy popular en España». Ballester criticó, asimismo, la poca importancia que Bruselas otorga a la crisis demográfica: la Comisión Europea ha emitido al respecto «dos informes en cuatro años y medio», sobre un grave problema que afecta a todo el continente.

De los reproches a las propuestas, Ballester destacó la urgencia de plantar cara al wokismo. Y sin matices: «mientras nos reíamos, han convertido sus ideas en legislación, son favorables a Hamás, practican una cultura elitista, pues es una ideología que viene de arriba y representa una amenaza contra la civilización occidental». Por ejemplo, refiriéndose a las mujeres como «seres menstruales». Sugirió también sustituir la ideología de género por el derecho de los niños a su inocencia y, en un plano más institucional, abogó por una vuelta al concepto de subsidiariedad, para limitar el poder cada vez más invasivo de Bruselas. «Eso pasa por recuperar soberanía».

Por su parte, el pensador Domingo González, profesor de la Universidad de Murcia, puso un toque de optimismo al señalar que el «conservatismo está de moda» gracias a conceptos como el de «derecha civilizacional», impulsado por Eric Zemmour en Francia y al progreso de las ideas conservadoras entre ambientes de izquierdas. «Es el movimiento rojipardo».

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