Dignificó la profesión de gestor administrativo

Manuel Herranz Lázaro, vicepresidente del ICOGAM, ha fallecido dejando un gran vacío en el Colegio de Gestores Administrativos de Madrid y en todos los ámbitos donde era conocido por su profesionalidad, su bondad, su espíritu de ayuda, su lucha permanente por el consenso, su infinita amistad con sus amigos.

Fernando Santiago, presidente del Colegio de Gestores no dudó en incorporarlo a su equipo: No le conocía de nada: «pero cuando llegué al Colegio todo el mundo me hablaba bien de él, los candidatos, los trabajadores. Y de inmediato lo incorporé a mi equipo». Hasta se convirtió en su mano derecha desde la vicepresidencia. Desde el Colegio de Gestores destacan «su labor incansable en defensa de la profesión, su cercanía, su espíritu dialogante y su compromiso con los valores de la institución».

Manuel Herranz fue toda la vida «un gestor administrativo», entregado a su profesión. La dignificó, le dio prestigio en las instituciones públicas, fue un gestor enamorado de su profesión, por eso el colegio entiende que «su pérdida constituye una ausencia irreparable para el colegio y la profesión».

Era observador, hablaba lo justo pero siempre con criterio, un poco testarudo para ir al médico, y muy feliz cuando acudía a las citas con sus amigos. Además de las partidas de mus en algún restaurante, cerca de su oficina en la calle Ponzano, todos los lunes acudía a la cena y torneo de mus que en el restaurante Txistu se organiza por una peña singular, formada por periodistas, futbolistas, cocineros… Era un gran jugador de mus y además seguidor acérrimo del Real Madrid desde los once años. Su número de socio no llegaba al 2.500. Y su hijo, explicaba: «dos cosas le agradezco a mi padre, sobre todo, darme la vida y… hacerme del Real Madrid».

Manuel Herranz visitó al Papa León XIV tras su elección. Ir a Roma era para él un viaje especial. Regresaba cargado de recuerdos, de momentos especiales de la proximidad vivida con el Santo Padre y… nunca se olvidaba de traer para los amigos, rosarios bendecidos por el Papa León XIV.

Ha dicho adiós, a sus 75 años, sin hacer ruido, silencioso, intentando que nadie supiese que estaba enfermo. Hoy habrá una silla vacía en el Colegio de Gestores, en la peña del Txistu y... en su casa. Descanse en paz y que Dios lo tenga en su santa gloria.