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El anfitrión

Un expresidente del Gobierno atesora muchos y excesivos privilegios cuando su mandato finaliza, pero no figura entre sus atribuciones invitar a una delincuente a venir a España para reunirse con ella

Ahora resulta que Delcy, la dulce venezolana, vino a España a «reunirse con Zapatero», según ABC. Existen muchas maneras de reunirse. Hay gente que siempre está reunida, como los presidentes de los grandes, medianos y pequeños bancos. Los hay que se reúnen para celebrar un acontecimiento familiar. Reuniones de amigos y de antiguos alumnos del colegio. Reuniones de las comunidades de propietarios. Tan sólo los fareros no se reúnen jamás a no ser que la reunión la mantengan con ellos mismos. Sucede que esa noble profesión costera está a punto de desaparecer. En su formidable Milton Castle del conde de Grosvenor-Parva, la condesa de Grosvenor-Parva, nacida Elisabeth Handley-Slims, fue sorprendida por su esposo cuando se hallaba reunida con Alistair McDumm en la condal cama. «¿Qué hace en nuestra cama el jardinero, querida?». «Está reunido conmigo»; «Correcto, si tú lo consideras necesario, nada que objetar, querida. Pero aprovecha la reunión para amonestarlo por la escasa floración de los rododendros». Una reunión, la de la condesa y el jardinero, bastante chocante, a mi modo de ver y entender las cosas.
¿A qué modelo de reunión con Zapatero vino a España Delcy Rodríguez con sus catorce maletas? Según ella, lo hizo invitada por el padre de las hermanas góticas, con reserva de hotel y planes cerrados para salir de compras y acudir a un médico. No se fía la vicepresidenta de Venezuela de la sanidad de su país. Pero, a sabiendas de la ilegalidad que ello suponía ¿quién permitió al padre de las hermanas góticas reunirse con Delcy Rodríguez? Un expresidente del Gobierno atesora muchos y excesivos privilegios cuando su mandato finaliza, pero no figura entre sus atribuciones invitar a una delincuente a venir a España para reunirse con ella. ¿Por qué no se reúne con Delcy cuando viaja a Venezuela? Cada día que pasa entiendo menos a los políticos.
Una mujer, con independencia de su situación judicial, que viaja a España con catorce maletas para ir de compras llama la atención. Las maletas venían llenas, completas, a punto de reventar. ¿Dónde pretendía meter las compras? ¿Tenía previsto adquirir en Louis Vuitton un modesto baúl o ligera maleta para albergar las compras madrileñas? Y si la modalidad de reunión que tenía programada mantener Zapatero con Delcy era comparable a la de la condesa de Grosvenor-Parva con su jardinero Alistair McDumm, ¿cómo se le ocurrió mandar a Ábalos al aeropuerto a recogerla? Ábalos, al menos en las altas esferas políticas, está considerado como un tigre de Bengala en su trato con las mujeres, y no es el más adecuado para recibir a una mujer que llega a España a reunirse con un expresidente del Gobierno. Con posterioridad al gatillazo de la reunión fallida, ¿retornó Delcy a Caracas con las quince maletas o le dejó a Zapatero las catorce que traía y sólo viajó de vuelta con el baúl de Louis Vuitton? Coincidirán conmigo que el asunto mueve e inspira a la sospecha. Y en lo que respecta a la educación y cortesía. ¿Es admisible invitar a Delcy a una reunión y no acudir al aeropuerto de Barajas a recibirla, dejando a la pobre muchacha en manos de Ábalos, el tigre de Bengala, y de su guardaespaldas, el amable y distinguido Koldo, exconsejero de RENFE?
En lo concerniente al hotel reservado, la bruma de la duda se hace más densa. Zapatero es hombre con holgada situación económica, y es de esperar que eligiera para su fallida reunión un hotel de cinco estrellas, como poco. Las reuniones en los hoteles exigen una infraestructura positiva que ayude a mejorar el clima de los encuentros políticos. Pero no llegó al hotel. Todo lo que pasó, quedó en Barajas. Si yo fuera Zapatero, me mostraría bastante mosqueado con Ábalos, y no descarto que su noche en el aeropuerto haciéndose cargo de las catorce maletas de Delcy y chafando la reunión y las compras con Zapatero, hayan sido la causa de su despido del Gobierno. Él mismo reconoció que volvió agotado a su hogar.
Porque el que se reunió con la jaguara del Orinoco no fue Zapatero, sino Ábalos, y cuidado con Ábalos, que caray con Ábalos. Lo escribió, sin conocer ni a Zapatero, ni al Delcy, ni a Ábalos, en las postrimerías del siglo XIX el notable poeta satírico Juan de Espina y Gradonet.
En cuestión de reuniones
De un hombre y una mujer
Pasa, en muchas ocasiones
Que sucedan situaciones
Que no habrían de suceder.
En fin. Que estoy más confuso que al iniciar este texto.