Con la actual Cataluña me ocurre lo mismo que con Sánchez, estoy deseando poder escribir algo bueno sobre lo que allí ocurre, pero es muy difícil. Ya se sabe que los independentistas y los nacionalistas no se dejan ayudar y se van precipitando irrefrenablemente por la cuesta abajo de la hecatombe económica. La otrora comunidad más rica de España va perdiendo puestos y capacidad, y eso que nunca tuvo en su historia más autogobierno que ahora. Ayer el Banco de España hizo pública la deuda contraída por la Generalitat catalana y son nada menos que 84.046 millones de euros. Once autonomías juntas no deben tanto. Quédense con este dato: Aragón, Asturias, Baleares, Canarias, Cantabria, Castilla-León, Castilla-La Mancha, Extremadura, Galicia, La Rioja y Navarra no suman, todas reunidas, el endeudamiento de Cataluña. Pujol dejó de ese pufo algo más de veinte mil millones de euros; el resto, más de sesenta mil, lo han contraído Maragall, Montilla, Artur Mas, Puigdemont y Torra… y siguen y no precisamente con los mejores servicios públicos. Lo paradójico es que esta noticia, en lugar de hacerles reflexionar acerca del abismo que están bordeando, suelen retorcerla y convertirla en un agravio más. Necesitarán el supuesto superávit fiscal de 50 años para devolver lo que deben. Y ¿saben ustedes quiénes son los acreedores? Nosotros, el conjunto de los españoles, en el que ellos también están incluidos. Menos emoción, menos tripas y más razón y más cabeza.
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