Fundado en 1910

18 de abril de 2024

En primera líneaJuan Díez Nicolás
JUAN DÍEZ NICOLÁS

La técnica de la papelina

Al legalizarse el alcohol, la Mafia perdió un negocio muy lucrativo, y para seguir teniendo grandes beneficios fue necesario generalizar el consumo de un sustituto del alcohol que estaba igualmente prohibido, la droga

Actualizada 12:33

A veces me he referido a la «técnica de la papelina», por lo que algunos lectores me han pedido que explique en qué consiste. Ello requiere referirse a la «cultura de la mafia», en el sentido amplio de «cultura». Cada grupo humano tiene su «cultura» propia, y la mafia tiene también la suya, un modo de ser, de actuar, de vocabulario, que diferencia a un grupo social de otros. Por los libros y las películas, sabemos lo que es «omertá», «capo», «negossio», «cosa nostra», «padrino», «soldado», etc. Una de esas formas de actuar es, sin duda, la técnica de «la papelina». Es la forma en que se ha generalizado el consumo de la droga. El comercio de la droga y su consumo masivo se desarrolló al finalizar la «prohibición» del alcohol en Estados Unidos en 1933 (la Ley Seca duró 13 años, desde enero de 1920 hasta diciembre de 1933). La mafia ganó ingentes cantidades de dinero debido a la «prohibición», pero cuando se legalizó su consumo sustituyeron el alcohol por la droga, y desde entonces el negocio de la droga se ha convertido en uno de los de mayor volumen e importancia mundiales, pues los «carteles» de la droga no solo mueven miles de millones de dólares, euros, o yenes, sino que tienen auténticos ejércitos de asalariados, de armas potentes y de medios de transporte. Puede afirmarse que el negocio de la droga es hoy uno de los principales motores de la economía en muchos países, pues está bien situado en la política, la banca, con inversiones en toda clase de actividades legales y prestigiosas, desde la construcción y el juego a la energía y el armamento. Parece imposible que una actividad ilegal como la de la droga pueda subsistir con tantos poderes políticos y económicos que dicen querer acabar con ella. Por el contrario, parece que cada día tiene más poder.
Al legalizarse el alcohol, la Mafia perdió un negocio muy lucrativo, y para seguir teniendo grandes beneficios fue necesario generalizar el consumo de un sustituto del alcohol que estaba igualmente prohibido, la droga. Y la manera de que millones de ciudadanos por todo el mundo se convirtieran en consumidores de droga fue regalándola primero, de manera que cuando una persona se convertía en adicto a su consumo, ya estaba dispuesto a pagar por ella lo que le pidieran. La forma de conseguir adictos fue la de regalar pequeñas dosis, de ahí el nombre de «papelina», porque eran pequeñas bolsitas como las del té. Los «camellos», los pequeños distribuidores, regalaban primero esas pequeñas dosis a la puerta de los colegios, en los lugares frecuentados por jóvenes, en los lugares de trabajo, en los de ocio, de manera que en poco tiempo creció como la espuma el número de adictos, que una vez «enganchados», se convirtieron en compradores habituales y compulsivos, en dependientes física o mentalmente de la droga.
Solo hace algunas décadas que otros «empresarios» han imitado esa técnica, y nos han convertido a todos los habitantes del mundo en adictos y dependientes. En efecto, en la década de los años '70s y siguientes, durante años, y como consecuencia de las innovaciones en la informática y la comunicación, hemos podido utilizar, gratis, toda clase de nuevos productos de la cultura material que, no puede negarse, nos han facilitado la vida extraordinariamente. Me refiero sobre todo al teléfono móvil y a Internet y todos sus derivados. Recordemos que solo hace unas décadas, nos regalaban móviles por abrir cuenta en un banco, por comprar electrodomésticos, por hacernos un seguro, y por muchas otras actividades. Casi al mismo tiempo se inventó y desarrolló Internet. Y, de igual manera, en pocos años no solo se ha facilitado su uso gratuito, sino que sin darnos cuenta, se ha hecho obligatorio para todos los ciudadanos, aunque como estamos viendo, algunos sectores de la población tienen problemas para convertirlos en parte de sus rutinas diarias. La tecnología es neutra, todo depende de que se use para el bien o para el mal.
No se pueden negar las ventajas de esta nueva «droga adictiva», poder hablar y verse con varias personas simultáneamente en distintos lugares del mundo, de forma totalmente gratuita, poder pagar y cobrar a través del móvil o del portátil sin movernos de casa, enviar y recibir cartas sin tener que ir a la oficina de correos, hacer trámites con las administraciones públicas y privadas, ver en pantalla todo lo que queramos y cuando queramos, sin movernos de casa.
Pero nos hemos convertido en esclavos de la digitalización, como los adictos a las drogas. Con la pequeña diferencia de que, con esfuerzos personales y de médicos o personas a nuestro alrededor, se puede salir de la adicción a la droga. Pero cada vez resulta más difícil escapar de la digitalización. Por supuesto podemos cancelar nuestra cuenta de móvil y de internet. Pero no podríamos recibir ni dar dinero, nadie nos pagará si no tenemos cuenta en un banco, ni podremos pagar los recibos, y poco a poco desparecen los cajeros en la calle y las sucursales bancarias. Lo que al principio era gratis ahora hay que pagarlo, hay que aceptar cookies, hay que permitir que «como están muy preocupados por nuestra privacidad», se apropien de nuestros datos personales que luego se venden como big data. La digitalización ha traído la «cita previa», ha eliminado las ventanillas de atención al público y las ha sustituido por contestadores automáticos y por el teletrabajo que, supuestamente, nos facilitan mejor servicio. Pero parece que los mayores, los de la España vaciada y otros, no están de acuerdo con esas facilidades. Últimamente, debido a la pandemia, a la ola de calor y el cambio climático, la sequía y otras desgracias, los medios de comunicación nos han acostumbrado a la frase «y lo peor está por venir». Esperemos que eso no ocurra con la digitalización.
  • Juan Díez Nicolás es académico de número de la Real de Ciencias Morales y Políticas
Comentarios

Más de En Primera Línea

tracking