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Leer a C. S. Lewis supuso un cambio radical para Tom Monaghan

Huérfano, expulsado del seminario y millonario: la sorprendente historia del fundador de Domino´s Pizza

Tom Monaghan, a sus 87 años, está plenamente dedicado a su misión «de salvar almas», y ha dedicado su inmenso patrimonio a ello

Un joven llamado Tom pasó seis años en un orfanato. Ingresó en el seminario para ser sacerdote, pero fue expulsado -aparentemente- por romper las reglas. Acabó en el ejército, una experiencia que le ayudó a tener claro su propósito. Prácticamente arruinado, Tom creó una pequeña empresa que, con el tiempo y un trabajo incansable, se convirtió en una compañía multimillonaria. Se hizo rico más allá de los sueños de la mayoría de la gente y compró un equipo de béisbol exitoso. Tras leer un libro de C.S. Lewis, Tom vendió sus extravagantes lujos para dedicarse a buenas obras al servicio del Evangelio…

El relato anterior parece el resumen de una novela de Charles Dickens, con un toque claramente católico y estadounidense. Sorprendentemente, sin embargo, este relato es verídico. Todo le ocurrió a Tom Monaghan, que habló con Aleteia recientemente en Nueva York.

A sus 87 años, Tom Monaghan sigue siendo un hombre activo, profundamente comprometido con diversas iniciativas inspiradas en la fe.

Monaghan fundó la exitosa cadena Domino's Pizza. Una autobiografía de 1986, Pizza Tiger, explica cómo se construyó su imperio empresarial. El título hacía referencia no solo a su dominio del negocio de la pizza, sino también a su condición de propietario del equipo de béisbol Tigers de Detroit.

«Mi padre murió en Nochebuena, cuando yo tenía cuatro años. Mi madre me llevó con ella a la funeraria y me cogió de la mano mientras caminábamos hacia su ataúd. Yo estaba asustado. No me parecía bien que papá estuviera allí tumbado. Me solté de su mano y salté sobre el ataúd. Lo agarré y lo abracé fuerte, gritando: ¡Despierta, papá!'», explica el propio Monaghan en el libro.

Internado en un orfanato

Cuando tenía seis años, su madre internó a Tom y a su hermano pequeño, Jim, en un orfanato católico, el Hogar San José para Niños. En muchos aspectos, el joven Monaghan no se adaptaba a las estrictas normas del hogar, dirigido por las Hermanas Felicianas de Polonia. Sin embargo, su estancia allí dejó una «marca permanente» en su vida, porque fue allí donde abrazó su fe católica.

Monaghan dijo que su maestra de primer y segundo grado, la Hna. Berarda, fue el catalizador que le atrajo a la Iglesia. «Era mi madre, mi padre y mi maestra», explica. «Era una hermana joven, muy agradable, santa y simpática. Y ahí es donde realmente adquirí mi fe», rememora. «Teníamos misa y bendición todos los días; largas oraciones vespertinas, oraciones matutinas, estatuas y arte religioso por todas partes», refiere. Dios era el «tema principal» de su escolarización y de su vida.

«Salí de allí muy convencido de que el catolicismo era la verdad», añade Monaghan, una convicción que se afianzó aún más tras su encuentro con un sacerdote, el padre Passeno, al que conoció cuando él y Jim dejaron el orfanato para vivir en Traverse City, Michigan, con su madre. «Me acogió bajo su protección y me dio trabajo en la escuela: 35 céntimos la hora. Fue como una figura paterna para mí», reconoce. «Entre la hermana Berarda y el padre Passeno, si no fuera un buen católico, deberían fusilarme», bromea Monaghan.

Quería ser sacerdote

Convencido de la verdad de la fe católica, Tom Monaghan quería ser sacerdote. Pero no fue así. La vena independiente de Tom le había metido a menudo en problemas con las monjas del orfanato, y volvió a hacerse patente en el seminario. Salió de allí –o le aconsejaron marcharse– e ingresó durante una temporada en los Marines (aunque al principio creyó que se había alistado en el Ejército).

Tom Monaghan, con una de sus pizzas que le hicieron multimillonario

Allí, Monaghan tuvo un momento decisivo en el que concibió lo que él llamaba sus «cinco prioridades»: «Es algo que se me ocurrió cuando estaba a bordo de un barco en medio del Pacífico. Mis cinco prioridades son: espiritual, social, mental, física y financiera. Y en cuanto se me ocurrió esa fórmula, se me encendió la luz. De repente, mi autoestima creció, porque sabía adónde iba. Sabía cuáles debían ser mis prioridades y me dieron una hoja de ruta para mi vida». Tom Monaghan cofundó Domino's Pizza en 1960 y la convirtió en un negocio de mil millones de dólares.

En 1989, sin embargo, sus prioridades cambiaron radicalmente. Como contó a Aleteia, «siempre he leído mucho. Probablemente leía una media de un libro a la semana desde que tenía ocho años. Una obra que me ayudó mucho fue Mero cristianismo, de C.S. Lewis. Había un capítulo sobre el orgullo. Uno de mis defectos que siempre expresaba en confesión era tratar de impresionar a la gente. No sé de dónde viene eso. Tal vez de ser pobre, de tener mucha imaginación, no lo sé. Pero el capítulo sobre el orgullo me golpeó justo entre los ojos. Lewis dijo que no quieres lograr tanto porque quieres más. Quieres más que los demás».

Mendigar elogios

Monaghan no pudo dormir esa noche. En lugar de eso, reflexionó sobre su vida, remontándose a su juventud, cuando era un atleta «mediocre» pero «arriesgaba mi cuerpo para hacer una jugada espectacular», sólo para oír los elogios de los demás.

También recordó sus comienzos en el mundo de los negocios: «Vivía en una caravana con 50 dólares a la semana y lo invertía todo en el negocio. Pensaba que eso era sensato, ¿sabes? Tener menos ahora, para poder tener más después… ¿pero más qué? Más que otros». «Odiaba a los fanfarrones y me dije: '¡Pero si yo soy el primer fanfarrón! Así que hice un 'voto millonario de pobreza'. Renuncié a todos los lujos ostentosos. Fue un gran cambio en mi vida. Tenía una sensación de libertad. Ya no tenía que tener el yate más grande del mundo y cosas así».

Una nueva misión: salvar almas

Con el tiempo, Monaghan se desprendió de los Tigers de Detroit y, más tarde, de Domino's. «A mí no me pareció tan dramático. Tuve suerte de tener mucha riqueza. Muy poca gente tenía más en aquella época», señala.

Monaghan había prometido donar la mayor parte de su fortuna, pero ¿a quién? Una idea que rechazó fue donar su fortuna a la investigación médica. «Puede que algunas personas vivan 10, 15 o 20 años más, pero aun así van a morir, y si se van al infierno, no habré conseguido nada».

Recordó sus años de adolescencia: «Cuando entré en el seminario a los 14 años, en el formulario preguntaban: ¿Por qué quieres ser sacerdote? Y mi respuesta exacta fue: Busco la salvación de las almas».

El deseo de Monaghan no había cambiado en las décadas siguientes. Basándose en su experiencia personal, se convenció de que la mejor manera de «salvar tantas almas como fuera posible» era centrar sus esfuerzos en la educación católica, concretamente en la enseñanza superior católica.

Una mala experiencia

Como hombre de negocios de éxito, había formado parte de los consejos de administración de colegios católicos y, en general, la experiencia le había resultado frustrante. La recaudación de fondos era siempre escasa y las matriculaciones tendían a la baja. Un colega le mostró «un estudio que demostraba que a los católicos les iba peor en su fe, su moralidad y la práctica de su fe cuando iban a colegios católicos que a colegios no católicos. Me dejó alucinado».

«Pensaba que habían perdido el norte haciendo lo que creían que tenían que hacer para sobrevivir, es decir, ceder a la cultura. Pensé que si podía abrir una escuela fiel a las enseñanzas de la Iglesia, abiertamente católica, y que prosperara, otras universidades la seguirían y dirían: 'Si Ave María puede hacerlo, ¿por qué no podemos hacerlo nosotros?», se planteó.

Sin embargo, crear un «faro para la enseñanza superior católica» supondría un enorme reto. «Hacía 39 años que no se fundaba una nueva universidad católica», señaló Monaghan. «No es fácil hacerlo y cuesta mucho dinero. Yo no tenía suficiente, pero sí para darle un buen comienzo», observa. «Pensé que tenía una idea para un tipo de escuela a la que la gente respondería», agrega.

Ha habido muchos altibajos, pero Monaghan está orgulloso de Ave Maria University y Ave Maria School of Law , y dijo que ambas están «prosperando». Quiere que las escuelas sigan centrándose «en mejorar y mejorar y mejorar» en lugar de en la expansión. «Si te quedas pequeño, puedes ser mejor», insiste Monaghan. Su modelo es el Hillsdale College de Michigan. «No es una gran escuela, pero tiene un gran impacto», asegura.

Con Juan Pablo II

Legatus es otra de las formas en que Tom Monaghan trata de «salvar almas», una organización internacional para empresarios y ejecutivos católicos. La inspiración llegó a Monaghan tras un encuentro con el Papa Juan Pablo II. Legatus, que en latín significa «embajador», tiene una misión muy específica: «Quería reunir a los líderes más probados de la Iglesia, y creo que esos son los hombres y mujeres de negocios». «Pensé que deberíamos reunir a esas personas -todos católicos practicantes- y el único propósito es ayudarles a ser mejores católicos. Sin proyectos. Los únicos proyectos son los propios miembros», explica.

Los miembros se reúnen todos los meses para rezar el rosario, confesarse, asistir a Misa, compartir una comida con los ponentes y tomar un cóctel. También hay una convención anual y peregrinaciones a santuarios católicos de todo el mundo.

Como consecuencia de estas amistades, los miembros se marchan y construyen el Reino de Dios a su manera, tal y como Tom Monaghan se sintió inspirado por sus encuentros con figuras como la Hermana Berarda y los escritos de C.S. Lewis. «Los miembros inspiran unos a otros. Ese era el propósito», prosigue.

Monaghan mantiene la esperanza ante la adversidad. «Creo que tengo un buen ángel de la guarda, porque siempre he sido optimista y nunca he estado deprimido mucho tiempo». «Siempre he sido un soñador», repite Monahan con una sonrisa.