El convento de Belorado, en Burgos
Las exmonjas cismáticas de Belorado, obligadas a abandonar el convento
La jueza da la razón a la Iglesia y decreta que las exclarisas deberán desocupar el monasterio de Santa Clara del municipio burgalés en los próximos días
Era lo previsible, y esta mañana se ha confirmado: La jueza de Primera Instancia e Instrucción de Briviesca (Burgos) ha dado la razón al arzobispado de Burgos en su demanda de desahucio contra las exmonjas de Belorado y determina que deben abandonar el monasterio de Santa Clara del municipio burgalés, según ha informado en un comunicado el arzobispado castellano. «La sentencia estima en su totalidad la demanda de desahucio presentada el 16 de septiembre de 2024 por el Comisario Pontificio como Superior Mayor, Administrador y Representante Legal del Monasterio de Belorado», que es el propio arzobispo de Burgos, monseñor Mario Iceta.
La sentencia del Juzgado «declara 'haber lugar al desahucio de la parte demandada de la referida finca, cuya posesión deberá entregar a la actora y condeno a la parte demandada a que desaloje, deje libre y expedita y a disposición de la parte actora la referida finca, con apercibimiento de lanzamiento si no lo hiciere voluntariamente'».
La excomunión de las exreligiosas díscolas se produjo el 23 de junio del pasado año, y el comunicado de hoy del arzobispado recuerda que «las monjas mayores que no secundaron el cisma constituyen la legítima comunidad monástica del Monasterio de Belorado, cuyo Superior Mayor por nombramiento de la Santa Sede y reconocido en el ordenamiento jurídico español es el Comisario Pontificio».
El juicio había quedado visto para sentencia este martes en una vista oral en la que las exclarisas defendieron –sin éxito– ser las legítimas propietarias del inmueble, mientras el arzobispado de Burgos insistió en que dejaron de formar parte de la comunidad religiosa cuando decidieron abandonar la Iglesia católica, extremo que ha sido confirmado ahora por la jueza.
Más de un año de «culebrón»
El «culebrón» Belorado parece que llega así a su fin, desde que se iniciara con la rebelión de las ahora exclarisas hace poco más de un año, en mayo de 2024. En ese momento, las exmonjas –que eran muy conocidas por su habilidad para elaborar chocolates artesanos–, alegaron el «caos doctrinal y moral» que, a su juicio, se había desarrollado en la Iglesia posconciliar, especialmente tras la llegada del Papa Francisco. A su juicio, «lejos de amainarse», la situación «se ha embravecido hasta extremos inimaginables en los últimos meses». «Desde la Cátedra de Pedro han ido llegando en estos años contradicciones, lenguajes dobles y confusos, ambigüedad, lagunas de doctrina», pontificaron entonces.
El arzobispo de Burgos, monseñor Mario Iceta, trató desde el primer momento de reconducir la situación con las monjas díscolas, pero estas se negaron a reconocer la autoridad del prelado. A partir de entonces, por el cenobio burgalés comenzaron a desfilar una serie de personajes grotescos y estrambóticos relacionados con entornos sedevacantistas y cismáticos. El primero de ellos fue Pablo de Rojas, «obispo por la Gracia de Dios y fundador de la Pía Unión de San Pablo Apóstol», como él mismo se definía, aunque no pasaba de ser un individuo chusco y pintoresco sin ningún reconocimiento por parte de la Iglesia católica.
Junto a él siempre aparecía su fiel escudero, el cura-coctelero José Ceacero, que se convirtió en el portavoz de las exmonjas. Poco le duró el cargo: en apenas un mes, tanto el histriónico «obispo» como su leal lacayo fueron defenestrados por la exabadesa Laura García de Viedma. Mientras tanto –hace ahora justo un año– hacía su aparición por el convento burgalés otro sujeto berlanguiano: Rodrigo Henrique Ribeiro da Silva, un «obispo» brasileño, orondo y estrafalario, que se comprometía a impartir a las exmonjas «la formación religiosa de que ellas carecen». Tampoco gozó de su confianza durante mucho tiempo: poco después seguiría el mismo camino de sus antecesores.