Tortura y asesinato del párroco que salvó en 1936 la imagen de la Virgen del Patrocinio
El 8 de noviembre de ese año, Antonio Sorlí Balbastre fue martirizado en medio de terribles tormentos. Una señora, a través de la ventana de su casa, contempló todo lo ocurrido. De la impresión que le produjo el martirio sufrió un ictus y quedó medio paralizada. Ya nunca más volvió a hablar ni a hacer una vida normal
Virgen del Patrocinio de Foyos
A la entrada del pueblo de Foyos (Valencia), en una cuneta de la carretera de Barcelona, le desnudaron; con agujas de coser sacos de yute le traspasaron los testículos y el pene, le rociaron de gasolina por todo el cuerpo, le prendieron fuego y le remataron con tres tiros. Su cadáver lo pasearon victoriosos sus asesinos, atado por los pies a un carro y con la cabeza arrastrando por tierra por todas las cale de la población.
Así murió a los 52 años de edad el cura párroco de Foyos, Antonio Sorlí Balbastre, un día como hoy, 8 de noviembre de 1936, festividad litúrgica de la Mare de Déu del Patrocini, una talla románica revestida de barroco, que en el pueblo se venera desde tiempo inmemorial. De su paradero querían saber los actuantes en el despreciable crimen, interrogándole con desespero al tiempo que acrecían en su tortura.
El sacerdote murió, pero no dijo nada sobre el paradero de la imagen. Murió simplemente por ser sacerdote, heroicamente por su fe, y dignamente sin traicionar a la Virgen en su dulce título del Patrocinio, talla venerada por la comunidad de mozárabes de Foyos durante la colonización islámica y que se conserva hasta hoy.
¿Qué había ocurrido con la imagen de la Virgen?
Una imagen antigua de la Virgen del Patrocinio
Los milicianos fueron a casa del párroco en los primeros días de la guerra a pedirle la llave del templo, quien se negó a dársela. Querían incendiar la Iglesia, todas las imágenes y objetos de arte. Un majestuoso templo, de planta basilical, con preciosos altares y retablos barrocos académicos. El párroco, con ayuda del sacristán, el tió Andrés, pasaron la imagen de la Virgen de noche, sin corona y envuelta en una sotana vieja, a la casa del tió Paco, el Roig el Cansalaer (el carnicero), de nombre Francisco Marco Montalt, quien vivía justo enfrente de la Casa Abadía.
Al cura lo expulsaron del pueblo y los del Comité se aposentaron en la Casa Abadía. Hicieron un bando diciendo que todos los que quisieran santos, fueran a la iglesia a llevárselos. Al poco otro bando para que los devolvieran. Decidieron mejor quemarlos en la plaza. Alguien advirtió que entre las imágenes quemándose no estaba la Virgen del Patrocinio.
Entre sacos de harina
Al crecer los rumores de que podría estar la imagen en la carnicería, pensaron en trasladarla a otro lugar, a la casa de la familiar Filomena Montalt Carceller, en la calle Francisco Corell. El tió Paco enganchó el carro y fue a casa de su vecino José Corell el chafandi, quien tenía la copia de la imagen histórica que salía en procesión y se la llevó a la plaza. Al que estaba dirigiendo la quema le dijo: «¿No decías que tenía yo a la Virgen? Pues ahí la tenéis». Volvió a casa, puso a la imagen histórica en un saco y la colocó entre varios de harina para llevársela a Filomena, para lo que dio la vuelta por la plaza. Al ver el fuego, el animal se asustó y no quería pasar. Uno del Comité cogió las riendas del animal y lo condujo entre la hoguera y la iglesia, ayudando a que la caballería no se desbocara.
Dejó la imagen de la Virgen en casa de la tía Filomena y su marido, Antonio, la tapió bajo el hueco de una escalera. Pusieron un mueble delante y allí permaneció los tres años de la guerra. Las casas de ambos sufrieron varios registros por los rumores que había en el pueblo. La tía Filomena, para que dejaran de molestarla, les dio la valiosa corona, con lo que ya se conformaron. Al final de la guerra se la llevarían al exilio.
La fiesta del Invierno
El párroco se había refugiado en casa de una hermana en Aldaya, donde fue detenido y encarcelado en la Modelo. Enterados los del Comité, fueron a sacarle de prisión y lo ejecutaron precisamente el 8 de noviembre, festa d hivern de la Mare de Déu del Patrocini.
Una señora, habitante de una alquería cercana, a través de la ventana de su casa, contempló todo lo ocurrido. De la impresión que le produjo el martirio sufrió un ictus y quedó medio paralizada. Ya nunca más volvió a hablar ni a hacer una vida normal.
Días después, llegó al pueblo el coche de la calavera a por gente de derechas o de Iglesia. Se llevó al tió Paco, entonces de 23 años, el que había salvado la Virgen. Alguien les paró por Bonrepós y los llevaron al penal de San Miguel de los Reyes, donde a algunos los mataron.
La madre del tió Paco fue a llevarle comida al penal el 8 de diciembre de 1936, día de la Inmaculada, y la vio alguien del Comité de Albalat dels Sorells que la conocía. «Vete a casa, que lo tendrás hoy para comer. Quedó en libertad. Días después, al estar en edad militar, lo mandaron al frente de Badajoz donde acabó de asistente de un capitán republicano, con el que pasó toda la guerra.
El tió Paco volvió al pueblo el 21 de mayo de 1939, justo cuando se hizo el traslado de la Virgen a la iglesia. Fernando Barrachina compuso para ese día un poema a la Virgen. Él también se había salvado, gracias al tió Andrés, el sacristán, fue obligado a ser el ordenanza del Comité durante la guerra, y salvó muchas vidas. Cuando se enteraba de que el Comité había decidido ir a por alguien para matarlo, iba a su casa y le avisaba.