«Tu carita divina»: un villancico de Jerez que hizo historia
Su autor admite que «no es un villancico genial, pero ha tenido la fuerza de consolidarse, ya no sólo en España, sino también fuera»
Pablo Veronés: «Adoración de los pastores».
El ayuntamiento de Jerez, en el marco de las fiestas navideñas, ha dedicado sus esfuerzos a la difusión de villancicos, con publicaciones que recogen las letras perfectamente fijadas. Así ha sucedido el pasado año, con la edición de «Jerez, Navidad 2024. Libreto villancicos».
Y dentro de sus recursos multimedia nos ofrece «Libretos de villancicos» de años anteriores. Y en estas selecciones siempre ocupa un lugar destacado el compositor jerezano Antonio Gallardo.
Y desde hace más de 40 años sigue sonando el villancico «De tu carita divina», que aunque se ha atribuido a Antonio Gallardo Molina, en la Sociedad General de Autores de España (SGAE) figura registrado con el nombre de su hijo, Antonio Gallardo Quirós. A propósito de esta posible polémica, merece la pena recordar lo que publicaba Fran Pereira en el Diario de Jerez, el 18 de diciembre de 2022, bajo el título «40 años de Tu carita divina, el villancico que revolucionó el país». Transcribimos literalmente algunos párrafos, por su interés testimonial.
Lejos de querer reivindicar nada, «porque la gente sigue pensando que es de mi padre, cosa que tampoco me importa mucho», Antonio Gallardo Quirós cuenta que «hice la letra y la música, aunque no recuerdo bien si mi padre retocó alguna palabra, pero el villancico lo compuse yo, de hecho los derechos de autor los cobro yo».
Su autor admite que «no es un villancico genial, pero ha tenido la fuerza de consolidarse, ya no sólo en España, sino también fuera».
‘Su carita divina’ es una obra que, a ritmo de tangos, entronca, al menos en los primeros compases, con aquellas adaptaciones que Antonio Gallardo Molina realizó para La Paquera con ‘Por el camino de Egipto’, algo que según su hijo «salió así porque era lo que nosotros estábamos acostumbrados de chicos a escuchar en casa».
En él encontramos también, tal y como reconoce su autor, una fuerte religiosidad, no en vano la letra recoge aquel verso que dice: ‘Que el Niño que está en la cuna, en una cruz morirá’. «Mi padre era muy creyente, y yo también y eso se aprecia en el villancico».
Otro de los detalles llamativos está en aquellos ‘pastores de la laguna’. Recuerda Antonio Gallardo Quirós que todo proviene «del nacimiento que nos ponía cada Navidad mi padre en casa. Él tenía la maña de colocar a los pastores en torno a una laguna, cada año lo hacía igual, de ahí la letra».
Y esta es la letra del villancico -tomada de la publicación municipal-, que popularizó, desde una retransmisión «histórica» de RTVE, María José Santiago.
Tu carita divina
Envidia tienen las fuente de color
de tu carita divina,
que yo estoy viendo en la frente de mi Dios
una corona de espinas,
«qué doló, qué doló»,
una corona de espinas.
[1] Pastores de la laguna
echarse «tos» a llorar,
que el niño que está en la cuna
en una cruz morirá.
CORO
Envidia tienen las fuente del color
de tu carita divina,
que yo estoy viendo en la frente de mi Dios
una corona de espinas,
«qué doló, qué doló»,
una corona de espinas.
[2] María, dale cobijo
y cúbrelo con tu manto
«pa» que no vea tu hijo
la tarde del viernes Santo.
CORO
Envidia tienen las fuente del color
de tu carita divina,
que yo estoy viendo en la frente de mi Dios
una corona de espinas,
«qué doló, qué doló»,
una corona de espinas.
[3] La noche de Nochebuena
ponerse «tós» a cantar,
que esa carita morena
sonríe por no llorar.
CORO
Envidia tienen las fuente del color
de tu carita divina,
que yo estoy viendo en la frente de mi Dios
una corona de espinas,
«qué doló, qué doló»,
una corona de espinas.
Tres redondillas con diferentes rimas asonantes cruzadas
En el villancico se ha transcrito la pronunciación popular andaluza: «qué doló, qué doló» (qué dolor, qué dolor), «tos» (todos), «pa» (para) y, asimismo, algún rasgo mosfosintáctico (el infinitivo con valor imperativo-exhortativo: «echarse», «ponerse» (echaos, poneos).
El villancico está compuesto por tres redondillas, con diferentes rimas asonantes cruzadas; y se suele interpretar bisando dos a dos los octosílabos de cada estrofa. Precediéndolas, rematándolas e intercaladas entre ellas figura el estribillo, que debe interpretarse a coro. Conforman el estribillo seis versos: el primero y el tercero dodecasílabos, y el segundo, cuarto y sexto, octosílabos. Y en cuanto a las rimas, el primero, tercero y quinto riman en asonante aguda /ó/ («color», «Dios», dolo[r]”); y el segundo, cuarto y sexto, riman en asonante
/-ína/ («divina», «espinas» -palabra repetida, al igual que el verso que la contiene, una reiteración fundamental para la consecución del ritmo). Conceptualmente, el estribillo contrapone el color de la carita divina del Niño, que las fuentes envidian -obviamente por su pureza-, con la visión que la voz poética tiene de ese Niño-Dios, cuyas sienes soportan una dolorosa corona de espinas; un dolor que esa voz poética asume como propio, y que le lleva a exclamar «qué dolor, qué dolor». El determinante exclamativo «qué», seguido de nombre, pondera negativamente las cualidades de lo designado por dicho nombre, en este caso, «dolor»; y si a ello se añade el hecho de la repetición, con entonación exclamativa, de la frase nominal «qué dolor», el resultado obtenido es el de un amargo lamento.
En la primera redondilla, los impares riman en consonante/-úna/ («laguna»/«cuna») y los pares en aguada /á/ (si pronunciamos «llorá(r)»/«morirá»). Y queda fijado un tema que se inscribe en la tradición literaria del Siglo de Oro: «el niño que está en la cuna / en una cruz morirá», en referencia al sacrificio de la Redención, anticipado ya en el nacimiento; y de ahí la llamada a todos los pastores para que «se echen a llorar»; perífrasis esta que denota el comienzo brusco de la «acción de llorar». Y la voz poética se dirige a esos «pastores de la laguna» empleando el imperativo con valor exhortativo (aunque en el lenguaje popular se haya empleado con este valor el infinitivo «echarse»). Por otra parte sabemos que esos «pastores de la laguna» son los que, en figuritas de barro, estaban junto a una laguna que artificialmente se fabricaba en el belén que se instalaba durante las Navidades en casa de los autores del villancico, según confesión del propio Antonio Gallardo Quirós, uno de los hijos de Antonio Gallardo Molina.
En la segunda redondilla riman los pares en consonante /ánto/ («manto»/«santo») y los pares en consonante /-íjo/ («cobijo»/ «hijo»). Y el contenido sitúa la voz poética ante el momento culminante de la futura Pasión. Se dirige, en apóstrofe lírico, a la Virgen María para que, rasguardándolo con su manto, no anticipen sus ojos lo que será el viernes santo: traslado agónico al monte Calvario, con la Cruz a cuestas, y muerte como hombre en la Cruz, en remisión de los pecados de la humanidad. La palabra «hijo» se retrasa hasta el tercer verso de la estrofa, pero ya se alude a él por medio de la construcción catafórica del pronombre personal átono en posición enclítica acompañando a la forma verbal en presente de imperativo: «dale», «cúbrelo».
La tercera estrofa implica un cambio de perspectiva: la Nochebuena es fecha señalada para el regocijo, porque ha nacido el Hijo de Dios, con su «carita morena» (el adjetivo «morena», aplicado a «carita», implica, en cierto modo, un proceso de «agitanización del Niño, al presentar en su semblante el color atezado típico de los gitanos). Y por eso la incitación a todos los pastores para que se pongan a cantar (de nuevo un infinitivo que equivale a un imperativo: “ponerse a cantar»). Si consideramos la construcción «ponerse a + infinitivo» como una perífrasis verbal, entonces se sugiere que la actividad de cantar se produce de manera repentina, en consonancia con el anterior «echarse a llorar»· de la estrofa primera. Se trata, pues, de cambiar el lloro por el canto, como forma de celebrar los aspectos positivos de la Nochebuena. Y por muy popular que resulte la expresión, se ha encontrado la manera más adecuada de comunicar las ideas, dándole a «lo popular» un dignísimo tratamiento literario y, a la vez, musical.