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Villancico de Navidad 2025

Fernando Carratalá

«A la hojita verde»: la Navidad desde el sentir popular andaluz

El villancico no se adentra en el futuro redentor de Jesús, sino que se limita a celebrar, con las coplas de su estribillo, el gozo de su nacimiento

La adoración de los pastores de Luca Giordano

Antonio Gallardo Molina (Jerez de la Frontera, 1925-2013) fue uno de los más importantes compositores de letras y melodías flamencas de su Jerez natal (en la Sociedad General de Autores de España hay más de 700 temas registrados a su nombre), a los que han puesto voz grandes intérpretes del flamenco y la canción, como Rocío Jurado, Rafael Farina, Manolo Caracol, Lola Flores, la Paquera de Jerez, Maria José Santiago, José Mercé, Miguel Poveda y Jesús Méndez, entre otros.

Y dentro de su amplia producción se encuentran villancicos navideños a los que podríamos calificar como «jerezanos». Sirvan como ejemplo los titulados «A la hojita verde», «De tu Carita Divina», «Por el camino de Egipto», «A la rosa y al clavel», «Al son de las panderetas», etc.

Y de entre los muchos villancicos de Antonio Gallardo Molina seleccionamos para su comentario el titulado «A la hojita verde».

A la hojita verde del limonero

ESTRIBILLO
A la hojita verde del limonero,
limón en flor,
vamos a cantarle al Niño de Dios
que esta Nochebuena en Belén nació.
A la hojita verde del limonero,
limón en flor,
vamos a cantarle a su Majestad
que nació la noche de Navidad.
A la hojita verde del limonar.

[1] Este Niño que a mi me quita las penas,
este Niño, con su carita morena.
Carita de gloria tiene,
carita de «emperaó»,
y lleva sobre las sienes
las potencias del Señor.


ESTRIBILLO
A la hojita verde del limonero,...

[2] Vida mía, tu que gobiernas la luz,
vida mía, vas a «morí» en una Cruz.
No mires Niño «p’alante»,
no mires Niño «p’atrás»
que ahora tienes bastante
con mis coplas nada más.

ESTRIBILLO
A la hojita verde del limonero,...

«El Niño que quita las penas»

En la transcripción de la letra, hemos respetado la pronunciación andaluza que es propia de la lengua popular, y a la que se ajusta la interpretación del villancico: «emperaó», «morí», «p’alante», «p’atrás».

El villancico está compuesto por un amplio estribillo -para ser cantado a coro- que separa los dos convencionales agrupamientos estróficos; villancico que sirve, además, de inicio, y también de final, donde se reitera.

Singular resulta la cadencia rítmica del estribillo, de nueve versos: siete endecasílabos y dos pentasílabos (la repetición del verso «limón en flor»). Y al ritmo cuaternario (11-5-11-11; 11-5-11-11) se añade un endecasílabo a modo de coda. Y es del todo importante para garantizar el ritmo sostenido la reiteración del verso «A la hojita verde del limonero», único caso de final de verso con palabra llana y rima consonante /-éro/ (versos 1 y 5), ya que el resto de los versos presentan dos diferentes rimas asonantes con palabras agudas: /ó/ (versos 2 -«flor»-, 3 -«Dios»- 4 -«nació»-, y 6 -«flor»-; y /á/ (versos 7 -«Majestad»-, 8 -«Navidad»- y 11 -«limonar»).

Adviértase el oportuno cambio de «limonero» por «limonar» y el papel que juegan las rimas para lograr esa sonoridad que pide el acompañamiento flamenco, indispensable para captar toda la intensidad del contenido del villancico, con un fuerte contraste argumental en sus dos partes: ese «Niño de Dios» que quita las penas está destinado a morir en la Cruz. O dicho de otro modo: la ubicación del estribillo y sus repeticiones (además, al final se bisa) resulta fundamental para transmitir la alegría por el nacimiento del «Niño Dios/su Majestad» en Belén, festejando la Nochebuena, que es la noche de Navidad (la palabra latina «nativitas» significa «nacimiento»).

Y como reza el estribillo -y por dos veces-, «vamos a cantarle»: un plural sociativo que nos incluye, expresado con la perífrasis verbal incoativa «ir a + infinitivo», que indica la inmediatez de la acción de «cantar» (y no tanto el traslado metafórico a Belén). Por lo demás, en la canción popular las hojas del limonero simbolizan el olor profundamente gratificante, y la blancura de sus flores sugiere pureza.

Estribillo aparte -y como decíamos-, la estrofa primera consta de seis versos, y combina los dodecasílabos -los dos primeros- con los octosílabos -los cuatro restantes-; una combinación poco frecuente, como también lo es la de las rimas: asonancia /é-a/ en los versos primero («penas») y segundo («morena»); asonancia /é-e/ en los versos tercero («tiene») y quinto («sienes»); y rima asonante /ó/ (o consonante -/or/) en los versos cuarto («emperaor» [emperador]) y sexto («Señor»).

En cuanto al contenido, el «Niño que quita las penas» ha sido sometido a un proceso de «agitanización», y de ahí que tenga la «carita morena», con ese color atezado que es propio de la piel de los gitanos; además, su carácter divino se traduce en su rostro («carita de gloria»); y su condición de «Rey de Reyes» también lo manifiesta su «carita de emperador». La reiteración del vocablo «carita», repetido hasta tres veces -dos en posición anafórica- hace que la atención se dirija al rosto del Niño, que expresa ternura (y de ahí el empleo del diminutivo).

Y al poseer «las potencias del Señor», el Niño está dotado de los atributos divinos de la omnipotencia, la omnisciencia y la omnipresencia, que la iconografía simboliza con tres rayos de luz que emergen de la cabeza de su imagen (y de ahí que el texto diga «lleva sobre las sienes»).

Y tras la repetición del estribillo, la segunda estrofa, envuelta inicialmente en un cierto patetismo; porque quien posee la facultad de dominar la luz, está destinado a sufrir una «muerte de Cruz», en alusión al sacrificio de la Redención, que muchos textos clásicos navideños anticipan desde el momento del nacimiento de Jesús. (Convendría, no obstante, recordar aquí el versículo de Evangelio de san Juan (8:12) en el que Jesús declara: «Yo soy la luz del mundo», cuyo significado es claro: sus enseñanzas permiten a las personas que las siguen salir de la oscuridad para alcanzar la vida eterna, de acuerdo con la fe católica).

Pero el villancico no se adentra en el futuro redentor de Jesús, sino que se limita a celebrar, con las coplas de su estribillo, el gozo de su nacimiento («ahora tienes bastante / con mis coplas nada más»; y, por tanto, «no mires, Niño “p’alante», / no mires Niño «p’atrás» -en construcción paralelística-. Hay, por tanto, en relación con la estrofa primera, un cambio en la forma elocutiva, pues ahora se establece un «aparente diálogo» con el Niño -que asume la función gramatical de vocativo-, en un apóstrofe lírico de gran fuerza expresiva; Niño al que se llama por dos veces «vida mía», porque quien habla se dirige a él de forma cariñosa y a la vez íntima; un hablante que ya en la estrofa primera deja oír su voz de manera indirecta: «Este Niño que a mí me quita las penas».