Fundado en 1910

Ignacio Aláez Vaquero

El Papa aprueba la beatificación de Ignacio Aláez y diez seminaristas asesinados en Madrid durante la Guerra Civil

Detenido junto a su padre el 9 de noviembre de 1936, su cadáver apareció al día siguiente en el Camino del Quemadero, en Fuencarral, dejando un testimonio imborrable de entrega a Cristo hasta el último momento

Esta mañana, Su Santidad ha recibido en audiencia al cardenal Marcello Semeraro, prefecto del dicasterio para las Causas de los Santos, y ha autorizado la promulgación de los decretos relativos al martirio del Siervo de Dios Ignacio Aláez Vaquero y diez compañeros, seminaristas, sacerdotes y laicos, asesinados por odio a la fe entre 1936 y 1937 en la provincia de Madrid.

Ignacio Aláez Vaquero nació en Madrid el 1 de febrero de 1914, en la calle del Río, y desde muy joven destacó por su intensa piedad eucarística y su entrega a los demás. Hijo mayor de Evelio Aláez y Marina Vaquero, su vida se caracterizó por el cuidado a los enfermos, la visita a monasterios de clausura y una profunda devoción que lo llevó a plasmar su fe en la poesía y el arte.

En 1930 ingresó en el Seminario Conciliar de Madrid, donde combinó su formación filosófica y sacerdotal con la caridad activa y la creación artística. Sin embargo, el estallido de la Guerra Civil truncó su vida.

Tras negarse a esconderse, incluso cuando se le ofreció protección en casa de un militar republicano, Ignacio fue detenido el 9 de noviembre de 1936 junto a su padre. A la mañana siguiente, 10 de noviembre, sus cadáveres aparecieron en el Camino del Quemadero, en el pueblo de Fuencarral.

Los cuerpos fueron trasladados al Depósito Judicial de cadáveres y posteriormente inhumados en el cementerio de Fuencarral. Tiempo después, su hermana logró identificar a Ignacio tras la exhumación de su cadáver.

Con la aprobación del Papa, el Vaticano reconoce ahora oficialmente su martirio, confirmando la fama de santidad que Ignacio había cosechado desde su muerte. Sus versos recientemente recuperados muestran cómo Ignacio fue, en cierto modo, un profeta de su propio destino y un reflejo vivo de su entrega total: un joven que vivió con intensidad su fe, dedicó su vida al cuidado de los demás y asumió con plena conciencia la posibilidad de morir por Cristo:

Versos escritos por Ignacio Aláez Vaquero

Yo quisiera incendiar el orbe entero...
Yo quisiera volverme misionero
y al infiel tus «locuras» predicar...
Y morirme después martirizado...
¡Qué me importa, Jesús Sacramentado,
si al fin he conseguido hacerte amar!