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El caso de TSMC es un claro ejemplo de espionaje industrial

De TSMC a Boeing: los secretos robados que cambiaron la industria tecnológica

El espionaje industrial es una amenaza constante para las grandes tecnológicas. Desde ingeniería inversa hasta infiltración corporativa, los casos como el de TSMC revelan una guerra total por el control de la innovación

El espionaje industrial ha vuelto y lo ha hecho para entrar de lleno en la industria tecnológica. Ha pasado de ser un recurso marginal y casi del pasado a convertirse en un arma estratégica en un mundo donde el dominio tecnológico otorga poder económico y geopolítico. Robar secretos no es una cuestión de Estado ni el guion de una película de suspense. Y el sector tecnológico, con sus patentes, algoritmos y procesos es el blanco perfecto.

El espionaje industrial es la obtención ilegal o no autorizada de información confidencial de una empresa con el objetivo de obtener ventajas competitivas. A diferencia del espionaje comercial legítimo (como el análisis de mercado o la investigación de la competencia), esta práctica implica la infiltración deliberada, el soborno de empleados, el hackeo de sistemas o el robo directo de datos sensibles como patentes, procesos de fabricación, códigos fuente o estrategias de desarrollo.

El espionaje industrial implica la infiltración deliberada, el soborno de empleados, el hackeo de sistemas o el robo directo

En el sector tecnológico, el espionaje industrial se ha convertido en una amenaza debido al valor de la innovación. Empresas que lideran áreas como la inteligencia artificial, los semiconductores o las energías limpias están en el centro de una competencia global feroz. Robar una tecnología clave ahorra años de investigación a un competidor y puede alterar por completo el equilibrio de poder en una industria o entre naciones.

Toshiba–Kongsberg

El caso Toshiba–Kongsberg se recuerda como uno de los primeros grandes casos de espionaje industrial. La transferencia tecnológica puso en riesgo la seguridad militar de todo el mundo y desencadenó sanciones políticas y judiciales internacionales.

A finales de los 80, las empresas japonesas Toshiba y la noruega Kongsberg violaron acuerdos internacionales al suministrar maquinaria avanzada a la Unión Soviética. Estos equipos permitieron al bloque soviético fabricar hélices de submarinos más silenciosas lo que alteró el equilibrio estratégico naval. La filtración tecnológica fue tan grave que implicó sanciones por parte de EE. UU., arrestos de altos ejecutivos y tensiones diplomáticas entre Occidente y Tokio.

El caso más reciente es el de TSMC, el mayor fabricante mundial de semiconductores. Taiwán ha detenido a varios empleados y exempleados de la compañía por, presuntamente, filtrar información sobre su tecnología de chips de 2 nanómetros. El hecho fue tratado como una amenaza a la seguridad nacional. TSMC detectó accesos irregulares a archivos internos y, ante el riesgo de fuga tecnológica hacia China, denunció el caso a las autoridades.

otros casos de espionaje industrial

ASML, NXP y TSMC (2024): un ingeniero ruso fue detenido por robar datos de empresas líderes en semiconductores. La información tenía como destino el desarrollo de fábricas de chips en Rusia. Las autoridades europeas identificaron una operación de espionaje industrial coordinada y de alto riesgo estratégico.
Sinovel vs. AMSC (2011-2018): la china Sinovel robó tecnología de turbinas eólicas de American Superconductor. Las consecuencias fueron despidos masivos, desplome del valor de la empresa en bolsa y una batalla legal que no compensó las pérdidas.
Boeing vs. Airbus (2012): Boeing fue multada tras contratar a un empleado de Airbus para acceder a datos sobre el A380. El conocimiento robado aceleró el desarrollo del Dreamliner.
General Electric (2023): un ingeniero de GE fue condenado por intentar transferir secretos de turbinas a entidades chinas.
Volkswagen vs. Opel (1993‑1997): Opel acusó a VW de espionaje tras la salida de varios ejecutivos que llevaron documentos confidenciales. La disputa culminó en un acuerdo de indemnización de 100 millones de dólares y un contrato de suministro por más de mil millones, sin disculpas formales por parte de Volkswagen
Operation Shady Rat (2005–2011): una operación ciberespía de gran escala detectada por McAfee, que afectó a más de 70 organizaciones en 14 países. Robaron propiedad intelectual y datos estratégicos gubernamentales y corporativos sin que muchas víctimas detectaran el ataque.

¿Cómo se roba tecnología?

Los métodos son cada vez más sofisticados y van desde la infiltración de empleados, ingeniería social, sobornos o hackeos al robo directo de documentos, algoritmos, procesos industriales o planos de hardware incluso, desde hace unos años, el uso de inteligencia artificial para analizar patrones de diseño o extraer datos

Las consecuencias son las mismas desde hace décadas. La pérdida de competitividad, sanciones multimillonarias, caída de valor en bolsa y, en algunos casos, intervención gubernamental. Pero siempre la información robada tendrá un valor incalculable.

El caso de TSMC pone en alerta a la industria de semiconductores

El caso de TSMC pone en alerta a la industria de semiconductores y demuestra cómo la protección de la innovación se ha vuelto un asunto de Estado. En plena carrera tecnológica, perder un proceso de fabricación de última generación significa ceder poder económico, militar y diplomático.

China y Estados Unidos son los principales actores de la carrera tecnológica y el valor de su tecnología puede ser tan alto que de pie a este tipo de espionajes industriales de los que sabemos poco o muy poco.