Laureano de Las Cuevas
Laureano de Las Cuevas

Bajo el manto de febrero

Las Jornadas de Corzas de la ACE han conformado un espacio donde cazadores, biólogos, veterinarios, gestores y estudiantes aúnan esfuerzos en la recolección de datos y muestras biológicas que alimentan tesis doctorales, trabajos de fin de grado y diversos estudios científicos

Actualizada 09:17

Un zorro junto a un ternero

Un zorro junto a una corza

Febrerillo el loco, con sus días veintiocho. Es el mes más breve y caprichoso del año, modelado por un imprevisible devenir climatológico donde lluvias, nieve, vientos y heladas, se alternan anárquicas, dificultando las labores de un campo que enmudece a la espera del eco de ese afilado sonido, anuncio certero que antecede al abate.

Los días van desperezando su letargo invernal y, Por San Blas «dos horas más», nos anuncia la sabiduría popular, que de campo sabe mucho. Febrero es quizás el mes más refranero, pero no cabe duda que aunque en Febrerillo el orate, cada día un disparate. La nívea quietud que febrero ofrece, su frío seco y austero, convierte está época en el marco ideal para la caza de la hembra del corzo, un lienzo en blanco donde bisoños corceros dibujarán sus primeras líneas, como ya otros lo hicieron tiempo atrás, en la cueva de los caballos de Valltorta, Altamira o Ardales.

Tiempo invernal de gestión y cillero, donde el majestuoso tocado del duende del bosque, deja paso a los prietos jamones de hermosas corzas, envueltos en la untuosa grasa que la bellota aroma. Tiempo de mocedad y renuevo, de enseñada pausada, a veces imposible ante la incontenible afición que el nuevo venador despliega en sus primeros escarceos con una especie no desconocida, pero sí vetada. Los infames precios que en los últimos tiempos han alcanzado los cotos corceros, han sacado del tablero a los más jóvenes y menos pudientes, que, en el mejor de los casos tendrán su oportunidad en el lado más académico de la caza, la gestión de poblaciones. Ineludible praxis donde la cinegética se erige como insuperable herramienta.

El manto del invierno cae sobre el campo

El manto del invierno cae sobre el campo

Priorizando el abate de individuos con condiciones corporales deficientes. Aunando ciencia, ética y sostenibilidad

La caza de hembras de corzo, pese a carecer del glamur que acompaña al trofeo del macho, nos ofrece una ocasión inmejorable para la introducción de nuevos cazadores. La estrategia de creación de grupos invernales, donde optimizar su pervivencia ante las condiciones climáticas adversas, la escasez de recursos y la defensa ante depredadores, facilita su localización espacial. La conformación de estos grupos por individuos de toda edad sexo y condición; ofrece a los ojos menos formados, la oportunidad de analizar las diferentes características morfológicas y conductuales, cuyo conocimiento inequívoco será clave para la elección de los animales a extraer, con objeto de alcanzar el número adecuado, por razón de sexo y edad, en virtud de las necesidades de la especie y el entorno. Priorizando el abate de individuos con condiciones corporales deficientes. Aunando ciencia, ética y sostenibilidad.

La caza de corzas no es el recurso facilón que muchos imaginan. Si bien es cierto que localizar, en la distancia, un grupo, es sin duda más fácil que a un individuo aislado. El acercamiento a distancia de tiro, se convierte a veces en un imposible, esquivar la permanente alerta de las hembras centinela, no es tarea fácil. La templanza necesaria para garantizar un disparo ético que elimine o minimice el sufrimiento del animal abatir, sabiéndose tantas veces observado, tampoco está al alcance de cualquiera. Pero todo esto se aprende.

Indiscutiblemente, la caza de corzas, en un momento en que la vida rural se ralentiza, aporta un respiro a unas economías que sobreviven al margen. En estos días en que el monte calla y el viento arrastra las historias olvidadas, la práctica cinegética se convierte en un motor que revitaliza esos pequeños mundos que sostienen el alma de la España profunda. Esa España que late al ritmo pausado del campo, guardando los secretos de una vida plena e inmutable, labrada en la piedra.

Cada disparo no solo se pierde en los valles; también resuena en los fogones donde se preparan platos ancestrales, en los caminos que narran leyendas antiguas y en las gentes que encarnan la esencia de una tradición que se resiste al olvido. Es un eco que trasciende el acto mismo de cazar, un gesto que conecta al ser humano con un paisaje y un legado que, por ignorado, corre el riesgo de extinguirse.

La gestión de las poblaciones de corzas, tantas veces mal entendida, no puede basarse en la intuición. En un entorno natural cada vez más fragmentado, donde las dinámicas poblacionales y la antropización de los ecosistemas trastocan los equilibrios naturales: la evidencia científica se erige como un pilar incuestionable. Comprender la interacción entre el corzo y su hábitat, anticipar desequilibrios y garantizar la sostenibilidad exige datos precisos y análisis rigurosos que sustenten cada decisión.

Corzos pastando en libertad

Corzos pastando en libertad

En este contexto, la Asociación del Corzo Español, y la Fundación Artemisan destacan como ejemplos de cómo tradición y ciencia trabajan en perfecta simbiosis. Las Jornadas de Corzas de la ACE han conformado un espacio donde cazadores, biólogos, veterinarios, gestores y estudiantes aúnan esfuerzos en la recolección de datos y muestras biológicas que alimentan tesis doctorales, trabajos de fin de grado y diversos estudios científicos. Erigiendo un sólido baluarte contra la intolerancia de obtusas ideologías ajenas y desconocedoras de la realidad de los ciclos naturales.

  • Laureano de Las Cuevas es miembro de la JD de la Asociacion del Corzo Español
comentarios
tracking