Sol y moscas
La víspera es de poco sueño. Nervio y ansia. Ansia por empezar. Nervio por las malas condiciones climatológicas y el estado del campo. Una mala elección en qué perros llevar, un retraso en la hora de la suelta… Son muchos los condicionantes, algunos incontrolables, que pueden ser fatales
Ángel Sánchez y Pablo Abascal preparando una mancha vallisoletana, fundamental para los primeros fines de semana de montería
Todo llega. Tras una larga travesía por el desierto, ya estamos monteando. Teníamos ganas, ¿verdad? Eso sí… ¡Qué calor! ¡Qué polvareda! Y qué burrada de moscas…
Antes de volver a montear, la lista de quehaceres se nos ha hecho larga. La tarea cada vez es más ardua y compleja. Los requisitos parecen tender a infinito... Siempre he creído que este Gobierno no prohibirá la caza directamente, pero sí considero que las innumerables trabas impuestas acabarán desanimando a algunos. Fuerza, paciencia y esperanza.
Temo el mes de septiembre. A mi ocupación habitual se le suma una importante carga administrativa. Renovación de licencias y seguros. Revisión y puesta al día del libro de registro. Chips y cartillas. Desparasitaciones, vacunaciones, y un largo etcétera de tareas a las que hay que dedicarles tiempo. Cada temporada incrementa el número de papeles y de complicaciones.
Por otro lado, toca revisar y preparar el botiquín, algo que cada año también se vuelve más difícil al restringirse el acceso a algunos medicamentos y prescripciones. Mejor ser previsor y ponerse a ello con tiempo. Tampoco hay que olvidarse de pedir pienso, que luego, con la temporada empezada todo son prisas, pueden tardar en servirlo y el precio quizá suba. Por mucho que nos digan, las elevadas y urgentes demandas pueden afectar a las materias primas. Finalmente revisaremos todos los achiperres que guardamos en marzo. Los de los perros y los nuestros. Y prepararemos el transporte y las perreras para la campaña.
La veda termina con todo esto y, en nuestro caso, la tarde de antes de la primera montería, con un ritual: poner collares. Ellos lo saben. Saben que su espera terminó. Están impacientes y orgullosos vistiendo de nuevo la divisa.
Si hemos hecho los deberes y están campeados, los perros aguantarán el primer tirón
La víspera es de poco sueño. Nervio y ansia. Ansia por empezar. Nervio por las malas condiciones climatológicas y el estado del campo. Una mala elección en qué perros llevar, un retraso en la hora de la suelta… Son muchos los condicionantes, algunos incontrolables, que pueden ser fatales.
Si hemos hecho los deberes y están campeados, los perros aguantarán el primer tirón. Cazarán un rato decentemente y no sufrirán. Si están gordos y no se han movido desde febrero, puede pasar de todo. Que se hagan daño en las almohadillas, que tras las primeras carreras no puedan más, etc.
Agustín Delgado, de Rehala Ibérica, dando de beber a su perro Bandera.
Que no se engañen los propietarios u organizadores. Ante este calor y con escasez de agua, campeados o no, los perros dan hasta donde pueden y no se les puede exigir más. Sin embargo, sí hay muchas cosas que ellos pueden hacer para cuidar de las rehalas que redundan en su propio beneficio al darse mejor las monterías.
Elegir la mancha es importante. Optar por manchas umbrías, con fuentes, riberos o charcas y con monte poco apretado suele ser una buena idea. A veces esto es imposible o no del todo asequible; entonces entran en juego otra serie de recursos. Soltar pronto es ideal. Aprovechamos las horas más frescas del día. Los perros se emplean mejor y están menos expuestos a las horas más calurosas del día. Se termina pronto, por lo que se llega antes a la perrera y así pueden refrescarse y descansar. Supone también un beneficio para el propietario de la carne. Una cierva expuesta al sol se pone verde en minutos, no es apta para consumo y se decomisa. Mayor gasto, menor ingreso, un desperdicio y una pena enorme. También es ideal poner puntos de agua adicionales a los que el campo ofrece. Bidones, cubas… ¡Lo que sea! Un refresco y un trago de agua limpia le dará vida al perro a la vez que le permitirá emplearse un rato más. Es importante elegir bien esos puntos y poner tantos como sea necesario. Acortar las manos es otra opción para estos primeros días y se puede hacer de varias maneras. Lo más obvio es eligiendo menos terreno. Si no, metiendo más rehalas para que el esfuerzo se diluya entre todas. O elegir más puntos de suelta que reduzcan el terreno a batir de cada rehala. Igualmente se puede cazar al tope, acortando la mano a la mitad y, si no fuera posible, cazar a una mano, sin volver.
Estas artes ayudan al buen desarrollo de las primeras monterías y al cuidado y mejor desempeño de los perros.
Por último, hay que exigirles lo que esta época les permite dar. No solo físicamente, sino también en sus capacidades. El olfato está prácticamente inutilizado. La nula humedad y la nube de polvo hacen muy difícil coger un rastro. Pasa lo mismo con la jipa. Una ladra es siempre un artículo de lujo, pero en octubre lo es más. Están cansados y refrigeran por la boca; si además el polvo reseca es casi imposible poder ir cantando la caza.
No es momento de enjuiciar a las rehalas ni de exigirles esfuerzos titánicos, sino de comprender a lo que se enfrentan y ayudarles en su trabajo. Redunda en beneficio de todos.
Por ello, a quien se ocupe de dar una montería ahora, humildemente le ruego: Serenidad para aceptar lo que no puede cambiar. Fuerza para poder cambiar lo que puede cambiar. Inteligencia para conocer la diferencia.
- Diego Gómez-Arroyo Oriol es perrero