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Un meteorito entra en la atmósferaGetty Images

¿Fragmentos de Mercurio en la Tierra? Científicos analizan dos meteoritos hallados en el Sáhara

Ambos contienen olivino y piroxeno, minerales pobres en hierro, un rasgo que coincide con las observaciones hechas desde la órbita de Mercurio

Dos meteoritos descubiertos en el desierto del Sahara en 2023 podrían tener un origen sorprendente: Mercurio, el planeta más cercano al Sol. Si se confirmara esta procedencia, sería la primera vez que se identifican fragmentos del planeta en la Tierra, un hallazgo que podría revolucionar nuestra comprensión de este mundo tan poco explorado.

Mercurio es uno de los cuerpos más misteriosos del sistema solar. Debido a su proximidad al Sol, estudiarlo ha sido un reto técnico considerable. Hasta ahora, solo dos misiones espaciales han logrado visitarlo: Mariner 10 en los años 70 y MESSENGER, que orbitó el planeta entre 2011 y 2015. Una tercera misión, BepiColombo, lanzada por la Agencia Espacial Europea y JAXA, llegará a su órbita en 2026 con la intención de ampliar ese conocimiento.

Mientras tanto, aquí en la Tierra, los científicos siguen buscando pistas. A diferencia de la Luna o Marte, de los que ya se han identificado más de 1.100 meteoritos, Mercurio sigue sin representación confirmada en las colecciones meteoríticas. No obstante, las condiciones teóricas sugieren que debería ser posible: impactos de asteroides podrían expulsar fragmentos de Mercurio, que, tras un viaje largo y difícil, eventualmente caerían sobre nuestro planeta.

Ben Rider-Stokes, investigador en la Open University del Reino Unido, lidera un equipo que estudia dos meteoritos recientemente descubiertos: Northwest Africa 15915 y Ksar Ghilane 022. Publicado en la revista Icarus, su análisis apunta a que estas rocas espaciales podrían tener una composición compatible con la superficie de Mercurio, según los datos recogidos por la misión MESSENGER.

Ambos meteoritos contienen olivino y piroxeno, minerales pobres en hierro, un rasgo que coincide con las observaciones hechas desde la órbita de Mercurio. Además, presentan una escasez total de hierro metálico, un elemento poco común en la corteza del planeta, y trazas de plagioclasa, otro mineral que se cree presente en el terreno mercuriano.

4.500 millones de años

A pesar de estas similitudes, no todos los indicios apuntan claramente a Mercurio. Uno de los mayores desafíos es la edad de las muestras: se estima que tienen 4.500 millones de años, es decir, unos 500 millones más que la mayoría de las rocas de la superficie actual de Mercurio. Esta diferencia ha generado escepticismo entre algunos expertos, como Sean Solomon, investigador principal de la misión MESSENGER, quien considera poco probable su procedencia mercuriana.

No obstante, Rider-Stokes matiza que las dataciones sobre la superficie de Mercurio se basan en modelos de cráteres y no en fechas absolutas. Por tanto, podrían no reflejar con precisión la verdadera antigüedad del terreno. «No podemos descartar su origen en Mercurio solo por eso», señala, y añade que podrían representar zonas profundas o antiguas que ya no son visibles en la superficie actual.

La posibilidad de identificar fragmentos de Mercurio es importante por muchas razones. Además de ofrecer una ventana directa a la historia geológica del planeta, permitiría estudiar procesos de formación planetaria que no pueden observarse desde sondas en órbita. Recoger muestras directamente de Mercurio implicaría una misión extremadamente compleja y costosa, por lo que encontrar meteoritos originados allí sería una alternativa valiosísima.

No es la primera vez que se plantea esta posibilidad. En 2012, un meteorito conocido como NWA 7325 también fue relacionado con Mercurio, aunque posteriormente fue descartado por presentar niveles de cromo incompatibles con el planeta. Otro grupo de meteoritos, las aubritas, también ha sido propuesto como originario del manto mercuriano, pero su química no coincide con la superficie.

Rider-Stokes presentará sus hallazgos esta semana en la reunión anual de la Sociedad Meteorítica, donde espera debatir con otros investigadores sobre la procedencia de estas misteriosas muestras. «Por ahora, no podemos demostrar que no provienen de Mercurio, lo que las convierte en un tema fascinante y abierto para la comunidad científica», concluyó.