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03 de mayo de 2024

Rosario Dawson, protagonista de Ahsoka

Rosario Dawson, protagonista de AhsokaLucasfilm Ltd.

Crítica de series

'Ahsoka' y el cántaro galáctico de Disney

El comienzo de la serie de Disney+ no te deja con hambre, como si lo hacía el primer The Mandalorian

Ahsoka padece un problema de ritmo y el universo Star Wars de sobrecarga. Tanto va la espada láser a la fuente que al final acaba perdiendo brillo, o quebrándose. ¡O como demonios se proclame en el refranero de Tatooine! El caso es que lo que hace unos años constituía un acontecimiento –cualquier aleteo galáctico acaparaba colas y portadas– ahora se ha convertido en rito trimestral de paso. Cantidad y calidad, ese antiguo dilema: Bobbas irregulares, Kenobis vergonzantes, Andores asombrosos y Mandalorianos que dilapidan su prestigio en su tercer año.
Los dos episodios que han abierto Ashoka esta semana pueden resultar engañosos, como ocurrió con Andor. Aquí escribimos tras el estreno de aquella aventura neo-noir protagonizada por Diego Luna que ni fú ni fa y, sin embargo, la propuesta acabó remontando el vuelo con una personalidad dramática muy bien definida y una peripecia excitante. El apresuramiento crítico no ha de hacernos olvidar, pues, que la medida narrativa de una serie es la temporada.
Pero, incluso atemperados con estas vendas, es posible evaluar lo visto de Ahsoka sin despeñarse por el juicio sumario. Entre lo positivo hay que aplaudir el nivel de producción, como era de esperar. El relato nos ubica con esplendor tras la derrota del Imperio Galáctico, con androides originales, maquillajes fetén, naves que molan, explosiones de aúpa, mapas misteriosos y motos que electrizan la pantalla. Ah, que no se nos olvide: ver pelear a Ashoka con dos sables produce una coreografía siempre vistosa; más, por favor.
Sin embargo, la historia protagonizada por esta antigua discípula de Anakin Skywalker –al que no siguió al lado oscuro– también ofrece elementos no tan estimulantes. Como es sabido, esta nueva área del universo fundado por George Lucas ya ha sido cartografiada en dos series de animación: Star War Rebels y The Clone Wars. Ashoka es el tránsito a la imagen real, contando incluso con actores que han pasado de poner voz a interpretarlas también ahora (David Tennant como Huyang o, de manera más icónica, Lars Mikkelsen como Thrawn). Pero es ahí, en esa intersección entre la animación y la imagen real, donde Ahsoka no parece encontrar su punto.
Porque el espectador que desconoce las series de animación no termina de estar interpelado por los conflictos que plantean estos dos primeros capítulos. La premisa está clara, sí: por un lado, encontrar al malvado Almirante Thrawn, un estratega del Imperio que puede dar al traste con la nueva República; por otro, educar el ardor guerrero de Sabine Wren, una heroína algo díscola con ecos mandalorianos. El problema es que el Thrawn de carne y hueso no ha comparecido aún en pantalla y que Sabine, como Ahsoka Tano, carecen para el espectador novel de la profundidad que le aporta la acumulación narrativa de sus precedentes. Son, pues, personajes a los que aún les faltan aristas y motivaciones. ¿La consecuencia? Que para ambos conflictos (Thrawn y Wren) falta ese fuego interior en los personajes, ese atractivo dramático en los obstáculos, esa fascinación infantil por la aventura que nos incite a querer ver más y más. Ahsoka no te deja con hambre, como si lo hacía aquel primer The Mandalorian, que en paz descanse.
El otro gran inconveniente de estos dos primeros episodios –que quizá provenga también de ese difícil equilibrio para agasajar a los muy fans sin perder a los no iniciados– radica en la escritura. Le falta pegada, cadencia, rotundidad, rocanrol. El creador Dave Filoni –uno de los baluartes de esta etapa seriéfila galáctica en Disney junto con Jon Favreau– alarga varias escenas demasiado, provocando una dilatación narrativa que lesiona la posterior eficacia de los momentos más espectaculares, que se quedan flotando como islas en el relato. Un lifting de ocho o diez minutos en cada episodio (como hacían en las primeras temporadas de Grogu y Din Djarin) habría sido mano de santo para evitar bostezos. Al mismo tiempo, también en pos de ese imposible equilibrio entre familiarizados con el universo Ashoka y recién llegados, Filoni cae en una sobreexposición que traiciona el famoso mandato audiovisual: si puedes mostrarlo en imágenes, no lo cuentes de palabra.
Con este panorama, ¿tiene posibilidades Ahsoka? Las tiene. Así que mejor será no precipitar el juicio y esperar seis semanas más para saber si este cántaro se rompe emulando el desastre de Kenobi o se refresca en la fuente redentora de Andor.

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