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17 de mayo de 2024

El director austriaco Martin Gschlacht, en su comparecencia ante los medios en Berlín

El director austriaco Martin Gschlacht, en su comparecencia ante los medios en BerlínEFE

Cine

El Festival de Berlín, cuesta abajo y sin frenos

La presente edición va camino de convertirse en una de las peores de la historia reciente del certamen

Un lúgubre e impactante retrato de la miseria que reinaba en la Austria campesina de mediados del siglo XVIII fue lo único destacable de una sexta jornada del 74º Festival Internacional de Cine de Berlín que va camino de ser uno de los peores de la historia reciente del certamen. Lo demuestra su compañero del concurso de hoy, Pepe, del dominicano Nelson Carlos de los Santos, sobre el único hipopótamo muerto en Sudamérica, que no hubiera merecido siquiera de ser incluido en la reseña paralela Generation dedicado al cine para niños y adolescentes.
Des Teufels Bad (El baño del demonio) es la obra de dos cineastas austriacos, Veronika Franz y Severin Fiala, que colaboran juntos frecuente pero no exclusivamente y que se han inspirado en una historia verdadera ocurrida en un pueblo perdido de las montañas austríacas.
Estamos en la Europa del llamado Siglo de las Luces pero ninguna luz penetra en la vida de estos miserables que trabajan literalmente por un pedazo de pan y cuya única diversión y esparcimiento es en ocasión de la fiesta del santo patrono, matrimonios y alguna que otra ejecución pública. Porque a veces para escapar a esta miseria, la gente, sobre todo mujeres, elegía el asesinato de alguna criatura indefensa, sobre todo niños, para ser ejecutados.
En dos horas de narración apretada y sofocante, los dos cineastas nos cuentan la historia de Agnes, una campesina que espera del matrimonio una vida alegre rodeada de hijos pero descubre que su marido no comparte su plan. Frustrada en su anhelo de ser madre, Agnes se encierra progresivamente en su mundo.
Todo es gris, oscuro y sombrío en este filme que no concede pausa al espectador y que se distingue sobre todo por la actuación de la protagonista, Anja Plaschg, ya fuerte candidata al Oso de Plata a la mejor interpretación femenina.
Pepe es un bólido del espacio cinematográfico caído sin motivo aparente en el concurso berlinés con una historia descabellada que habla de un hipopótamo africano supuestamente aterrizado en la selva amazónica, narrada por él mismo en afrikaans (pero, ¿es que acaso hay hipopótamos en Sudáfrica?) después de su muerte.
Fuera del concurso sabe señalar la presencia del realizador malayo, taiwanés de adopción, Tsai Ming-liang, con su última obra, Wu Suo Zhu, proyectado aquí en estreno mundial con el título en inglés Abiding Nowhere traducido posiblemente como La nada constante y donde la narración muda y sin música se ocupa alternativamente de un joven que deambula por la ciudad y se cocina un plato de espaguetis y un monje budista que en cámara lenta se pasea por distintos paisajes.
En los créditos finales se habla de un asesor a la meditación pero que esto sea el motivo de este aburrimiento de 79 minutos es tan inexplicable como su realización.

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