
Antonio García Ferreras, presentador del programa Al Rojo Vivo
Televisión
Ferreras y La Sexta sueltan lastre con Sánchez: de escuderos a azotes del PSOE
Ferreras ya no disimula su decepción con el PSOE tras el escándalo de Santos Cerdán, Ábalos y Koldo García
Durante un prolongado periodo, Antonio García Ferreras, referente de la comunicación política televisiva en España, desempeñó el papel de intérprete benévolo —cuando no abiertamente afín— del proyecto liderado por Pedro Sánchez. Desde su tribuna en Al Rojo Vivo, su voz sirvió de brújula para amplios sectores de la opinión pública, acompañando con entusiasmo manifiesto las etapas más determinantes del sanchismo: la remontada interna de 2014, la moción de censura que cambió el rumbo del país, los sucesivos comicios y las complejas alianzas que garantizaron la continuidad del poder.
No obstante, el viento ha cambiado de dirección. Y el giro no es ni superficial ni coyuntural. En las últimas semanas, el periodista ha abandonado todo matiz de contención. Ha renunciado al registro indulgente que lo caracterizaba respecto al Ejecutivo, para abrazar un tono crítico, acerado, a ratos implacable. El detonante de tal mutación no ha sido menor: el escándalo que afecta a Santos Cerdán, exsecretario de Organización del PSOE, a raíz de su presunta vinculación con la denominada trama Koldo, según un informe elaborado por la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil.
A partir de ese punto, el periodista no se ha limitado a enunciar el problema: ha optado por apuntar a la línea de flotación del socialismo gobernante: «El pavor continúa en el Partido Socialista, pero solo de puertas para adentro. Pedro Sánchez ha dejado claro que su respuesta a este escándalo de corrupción insoportable es simple: ni dimisión, ni adelanto electoral, ni moción de confianza, ni remodelación de Gobierno. Manual de resistencia».
No estamos ante una mera objeción a la gestión gubernamental; lo que el comunicador ofrece es una impugnación frontal de la legitimidad moral de la respuesta presidencial, a la que califica sin ambages como «ridícula, raquítica, pobre e insuficiente». Su juicio no augura un simple desgaste, sino una erosión institucional de gran calado: «Para el Partido Socialista, lo que resta de legislatura se puede convertir en un calvario de dolor y de pavor… Una respuesta del presidente raquítica, pobre, insuficiente y muy deficiente en un tsunami».Y advierte con dramatismo que lo revelado hasta ahora constituye tan solo el inicio de un proceso de deterioro que amenaza con acelerarse: «Estamos solo en el comienzo».
La gravedad del momento no se agota en sus implicaciones políticas. A juicio del periodista, lo que se dirime es una cuestión de principios, una erosión de la ética pública. La creciente percepción de impunidad, tanto dentro como fuera del partido, ha encendido las alarmas de quienes aún confían en un mínimo código de decencia institucional. Ferreras no duda en trazar un paralelismo que resuena con fuerza histórica: «Mariano Rajoy se fue con un tesorero manchado: Bárcenas. Pedro Sánchez tiene ahora mismo dos secretarios de Organización manchados. Las personas más importantes del partido han estado repartiéndose la pasta y el dinero de las comisiones… y de manera pornográfica».
En paralelo, otros episodios, como el caso que involucra a Leire Díez, así como la notoria disparidad en el trato dispensado a figuras críticas como Eduardo Madina, han contribuido a cimentar la impresión de una estructura partidaria deteriorada no sólo en lo político, sino también —y sobre todo— en lo moral.
El silencio de los aliados parlamentarios, tanto los miembros del Gobierno como los partidos de investidura, ha sido interpretado por Ferreras como una aceptación tácita de una realidad que, sin embargo, no por callada resulta menos comprometedora: «Los socios de Gobierno se lo comen todo. Y los de investidura también».
Entretanto, mientras se agrieta uno de los pilares fundamentales del sistema político, el presidente del Gobierno —según la lectura del comunicador— opta por replegarse en una estrategia conocida y confortable: la del victimismo estratégico. «Era el propio Pedro Sánchez quien le decía a Rajoy que con pedir perdón no basta».