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Clint Eastwood, en una imagen de archivo

Cine

La mítica frase de Clint Eastwood que pronunció un presidente de Estados Unidos

En 1983 se estrenó Impacto súbito, la cuarta entrega de la serie de Harry, el sucio y con ella llegó una de las frases más reconocibles de la historia del cine

A principios de los 80, Clint Eastwood ya se había consolidado como una de las estrellas más reconocidas de Hollywood. Éxitos como Por un puñado de dólares y El bueno, el feo y el malo habían demostrado el atractivo taquillero del actor, y Harry El sucio, de 1971, le dio el icónico papel del personaje principal. En diciembre de 1983 se estrenó Impacto súbito, la cuarta entrega de la serie de películas y con ella llegó una de las frases más reconocibles de la historia del cine: «Anda, alégrame el día».

Con una autoridad innata, fuera o no su intención, Eastwood se entregó a la rudeza en pantalla como pez en el agua. Su mirada penetrante, sus rasgos marcados y su capacidad para decir más con una palabra de lo que sus compañeros podían decir con cien fueron fundamentales para consolidar su estatus de estrella en los años 60, y se ha negado a renunciar a él desde entonces.

El debate sobre cuál de sus muchos personajes memorables es el definitivo podría continuar durante días sin que se llegue a una respuesta clara, pero lo que no se puede discutir es que Harry Callahan le dio a Eastwood más frases inolvidables que cualquier otro. Se han incrustado en la conciencia cultural tan profundamente que incluso aquellos que nunca han visto ninguna de las cinco películas conocen al menos de oídas una de ellas. Así es como el protagonista ha conseguido entretejerse en la vida cotidiana.

Pocas líneas en la historia del cine son tan reconocibles al instante, o tan geniales sin esfuerzo, como «Adelante, alégrame el día» de Clint Eastwood

Pronunciada en Impacto súbito (1983), la frase —como una de las series de amenazas lanzadas por el detective Harry Callahan— prácticamente contenía el golpe de hierro frío de un puño cerrado. En ese preciso instante, Eastwood no parecía estar interpretando a un personaje. Parecía encarnar el espíritu del héroe de acción de los 80: inquebrantable, de mirada fría y palabras afiladas.

La genialidad del verso reside en su simplicidad. No es estridente ni está atiborrado de palabras atrevidas. Son cinco palabras sencillas, casi monótonas, que desafiaron a alguien a arriesgar su vida. Resultó ser un momento decisivo para la película y el punto culminante de la carrera de Eastwood, que ya tenía reputación de interpretar a hombres que no se acobardaban bajo presión.

Clint Eastwood, en una escena de Harry, el Sucio

Harry Callahan acaba de desmantelar el robo que estaba a punto de comenzar. Ha abatido a todos los ladrones menos a uno. Este, presa del pánico, planea usar la situación de los rehenes como moneda de cambio, apunta con su arma a su cautivo. Llegan los refuerzos de Harry. Harry Callahan permanece de pie, tranquilo, apuntando con su arma al ladrón. Mientras este lucha nerviosamente contra sus instintos, la cámara se detiene en la expresión de acero de Eastwood antes de soltar la frase: «Anda, alégrame el día».

Las palabras resuenan con más fuerza debido a la serena seguridad que las impregna. Sin dramatismo. Lo que lo hizo funcionar fue la forma en que se escenificó el momento. La tensión se desenvuelve con la urgencia natural, ni demasiado lenta ni demasiado apresurada.

La frase de Charles B. Pierce probablemente se inspiró en el tipo de diálogo entrecortado y duro que se encuentra en las novelas policíacas. Su ritmo, la fuerza de cada palabra y el silencio que le siguió la elevaron de la página a un fenómeno cultural. Tanto que hasta un presidente de Estados Unidos la pronunció. Fue Ronald Reagan quien le otorgó esa capa de inmortalidad en un discurso de 1985 dirigido al Congreso de Estados Unidos. Con ello, un eslogan cinematográfico entró oficialmente en el discurso político estadounidense. Pasó de ser un tema de cultura pop a convertirse en un elemento de la retórica nacional.

A partir de ahí, la cita cobró vida propia. Ha sido parodiada y referenciada en innumerables películas de acción, series de televisión e incluso reciclada en anuncios. El hecho de que la gente todavía la use hoy, más de cuarenta años después, demuestra lo profundamente arraigada que está en la memoria colectiva.