Por la chistera y el chaleco y sus gafas redondas siempre fue reconocible por fuera. Durante los ochenta y los noventa y más allá su voz familiar fue una más en los hogares españoles. A Juan Tamariz todo el mundo le quiere desde entonces, quizá sin saberlo. Siempre listo, inteligente, hábil, audaz, estrafalario y simpático. Es un gusto ver el movimiento grácil de sus manos manejando las cartas. Virtuosismo puro, delicadeza. Niño prodigio de la magia, supo lo que quería ser desde muy pronto llamando a las puertas que se le abrieron antes que a ninguno.
Con 18 años ingresó en la Sociedad Española de Ilusionismo cuando la edad mínima requerida eran los 20. Fue casi Físico (le faltó un año para terminar la licenciatura) y casi director (académicamente) de cine. El Premio Mundial de Cartomagia en 1973 significó su lanzamiento y señaló su destino definitivo. Del prestigio y la admiración absoluta entre los más grandes de su profesión a la popularidad televisiva en programas como Un, Dos, Tres o Magia Potagia. Su arte lo estudian en las universidades de Estados Unidos como los poemas de Bob Dylan, y aún sigue en activo como el bardo de Duluth.
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