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27 de abril de 2024

El escritor César González-Ruano durante un homenaje literario

El escritor César González-Ruano durante un homenaje literarioEFE

César González-Ruano, el escritor absoluto que se quedó en periodista y delator para los nazis

Se cumplen 120 años del nacimiento del misterioso prodigio literario que tocó todos los géneros y no destacó en ninguno, sino precisamente en todos

César González-Ruano nació para pasear y dejarse ver por el Pereda, pero fue en Madrid donde sus padres (y el joven César) se dieron la gran vida hasta que se arruinaron. De la aristocracia efímera puede que le viniera al futuro escritor (y no tan futuro: comenzó a escribir y a publicar a los 17 años) la figura y la esquivez.
Siempre quiso ser poeta y se arrimó a los ultraístas en una primera y última aproximación que fue un fracaso. Dejado de los del 27, que eran los de su edad, ajeno a sus formas, triunfó en el periodismo, sobre todo en El Heraldo madrileño, el diario republicano por cuyo cariz mostró una inicial querencia que iba a ser más efímera aún que su aristocracia, la razón, sin embargo, que le llevó al giro casi natural.
Él se llamó siempre liberal (un íntimo liberalismo apolítico), pero le tacharon de fascista. La guerra y la posguerra las pasó en Francia y allí es donde fue acusado (la acusación que le persiguió toda la vida) de traficar con visados de judíos a los que luego vendía a los nazis.

Vecino de Cela

Miguel Pardeza, exfutbolista del Real Madrid, del Real Zaragoza, licenciado en Filología Hispánica y experto en González Ruano con una tesis doctoral sobre su obra, no piensa que esto fuera así en la creencia de que su mayor delito fue vender como verdaderas falsas obras de arte. Fue encarcelado en la prisión de Cherche-midi y temió por su vida, pero logró salir. Luego fue cuando volvió a España sin ninguna gloria y con mucha vergüenza por los que se habían quedado y se estableció en Sitges intentando volver a llevar una ya lejana vida amalfitana que no fue en absoluto posible.
Madrid, finalmente, fue el destino único en una España empobrecida y nueva. Podría decirse que César González-Ruano, el periodista de élite, era un anacronismo y él mismo se sentía así. Vecino de Cela en la calle Ríos Rosas, regresó al Gijón, al café Gijón, de donde después volvió a salir, siempre en un exilio permanente que nunca le permitió echar raíces salvo en el viaje, incluso el periodístico, gremio en que fue convirtiéndose en una leyenda tras escribir en todos los periódicos habidos a lo largo de los años. Una dimensión reflejada en la fama alcanzada más allá de la capital, en Cuenca, cuando el alcalde le regaló una casa y hasta le apagó todas las luces de la ciudad para que pudiera ver el cielo.

La vida del dandi

El cielo que alcanzó en el periodismo mientras el novelista se desvanecía inevitablemente por falta de tiempo, por necesidad o incluso por destino. Dice Pardeza que Ruano «hacía manos» con la poesía antes de escribir los artículos en los que siempre hablaba de sí mismo, y luego la tiraba, como el boxeador que «hace guantes».
La poesía desechada como la vida disfrutada, la del dandi, la única condición superior a su vocación, que terminó a los 62 años sin la gran obra que le persiguió y ante la que nunca se detuvo.
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