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01 de mayo de 2024

Fernando Bonete Vizcaino
Fernando Bonete Vizcaino
Anecdotario de escritores

Arthur C. Clarke y el rácord literario

El contenido de una misiva entre Clarke y Stanley Kubrick dio como fruto uno de los grandes hitos artísticos del cine y la literatura de todos los tiempos: 2001: una odisea espacial

Actualizada 04:30

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Arthur C. Clarkeu

El 31 de marzo de 1964, el sobresaliente director de cine estadounidense Stanley Kubrick escribió una carta al sobresaliente escritor de ciencia ficción británico Arthur C. Clarke. Iba dirigida a Gregory’s Road, Colombo, Ceilán –actual Sri Lanka–, inesperada localización desde la que el escritor también firmaba prefacios y obras desde 1956, cuando se fue a vivir a aquel lejano país por su afición a la fotografía submarina. Hobbies que tiene uno.

2001, Odisea espacial

Sobre el contenido de la misiva cabe decir que inició una provechosa relación que dio como fruto uno de los grandes hitos artísticos del cine y la literatura de todos los tiempos: 2001: una odisea espacial.
En contra del hábito de adaptar libros a la gran pantalla, en este caso ambos genios trabajaron en paralelo para ofrecer, aun con diferencias de guion –o diferencias de argumento, según se mire desde la óptica de la película o del libro– una doble obra maestra. Aunque en el mismo año de 1968, el libro llegó, por una vez y en contra de lo que muchos puedan pensar y de lo que Clarke quería, después de la película.
En su momento, todo el mundo pensó que el libro era una novelización del filme, algo así como lo que hizo Asimov dos años antes con Viaje alucinante (1966), que puso negro sobre blanco, y mejoró hasta el punto de que hubo secuela literaria, la película de aquel mismo año de Richard Fleischer. En realidad, Kubrick estuvo a punto de trabajar con Asimov para ese metraje de ciencia ficción que andaba buscando filmar, pero la recomendación de un amigo común, el fotógrafo Roger Andrew Caras le decantó por Clarke.

El centinela

El material de partida para la película fue, sin embargo, un relato que Clarke había escrito veinte años antes, El Centinela. La comunicación entre ambos genios no fue la mejor, Kubrick es mucho Kubrick, hizo lo que quiso con el argumento y las ideas de Clarke, y a punto estuvo incluso de sustituirlo por J. G. Ballard o Michael Moorcock, quienes no aceptaron para no traicionar a su compañeros de letras.
Clarke, que durante el estreno de la película abandonó la sala a los pocos minutos de comenzar, al final tuvo que apechugar: su prefacio a la segunda parte de la saga literaria, 2010: Odisea dos (1982) reconoce el tino del director, y la historia sigue los cambios introducidos por Kubrick en la película, por lo que esa segunda parte es más una secuela de la película que del primer libro. Si Clarke cometió algún fallo de rácord, es con respecto a su propia novela.
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