Tauromaquia y Generación del 27: un olvido deliberado del ministro Urtasun
En su presentación de los actos del Veintisiete, además, el ministro Ernest Urtasun ha obviado el tema de la Tauromaquia y ni siquiera ha mencionado a Ignacio Sánchez Mejías

El ministro de Cultura, Ernest Urtasun
El pasado 8 de enero, Pedro Sánchez presentó con el máximo boato, acompañado por todos sus ministros, los actos conmemorativos de los cincuenta años de la muerte de Franco. El magno plan se llamaba «España en libertad», nada menos, y comprendía «un centenar de actos». Medio año después, ¿recuerda el lector cuántos de estos actos han tenido lugar y qué huella han dejado?
Como tantas veces, se trataba de un arma de propaganda, de una gigantesca cortina de humo, que no se sabe qué ha conseguido tapar. El mejor resumen lo da Esopo, en una de sus Fábulas: «Parieron los montes, nació un ridículo ratón». Y el comentario de Erasmo de Rotterdam, en uno de sus Adagios: «Hombres fanfarrones y jactanciosos, que suscitan una sorprendente expectación con sus expresiones y aire doctoral, pero que, cuando llega la hora de concretar, producen meras simplezas».
Hace un par de días, el ministro Urtasun ha presentado el plan para conmemorar, dentro de dos años, el centenario de la generación del Veintisiete. Él preside la Comisión correspondiente y su vicepresidente es el ministro de Política Territorial y Memoria Democrática. ¿Qué tiene que ver éste con la generación del Veintisiete? Que este plan se inscribe dentro de los actos de «España en libertad»; es decir, los que conmemoraban los cincuenta años de Franco.
En su presentación de los actos del Veintisiete, además, Urtasun ha obviado el tema de la Tauromaquia y ni siquiera ha mencionado a Ignacio Sánchez Mejías.
Unos simples datos objetivos, indiscutibles, bastarán para refrescar la memoria del señor Urtasun.
1/ La generación del Veintisiete aparece en público y recibe su nombre del viaje que unos poetas madrileños hacen a Sevilla, ese año, para conmemorar, en unas veladas poéticas en el Ateneo, el centenario de don Luis de Góngora. El mecenas de estos actos, el que los promueve, organiza y paga es el torero Ignacio Sánchez Mejías. Sin él, no hubieran sido posibles. Además, lleva a sus amigos poetas a una fiesta, en su finca de Pino Montaño; a un paseo nocturno en barca por el Guadalquivir; a la Venta de Antequera… Luego, Ignacio será el amigo común que los une a todos, más allá de los posibles celos y rivalidades. Él es un personaje extraordinario: entre otras cosas, el autor de uno de los primeros dramas españoles en los que se advierte la huella de Freud; el organizador de un espectáculo con La Argentinita… No voy a repetir aquí lo que he comentado ya en varios libros. Está claro que Sánchez Mejías es una de las figuras clave del Veintisiete: no cabe hablar mínimamente en serio de esa generación sin mencionarlo.
2/ Al torero Ignacio Sánchez Mejías, su gran amigo, dedica Federico García Lorca su Llanto, el mejor poema fúnebre de la literatura española, junto con las Coplas de Jorge Manrique. En una entrevista, dijo Federico unas frases muy rotundas, que coloqué yo como lema, en mi libro Toros y cultura: «Creo que los toros es la fiesta más culta que hay hoy en el mundo. El torero es, probablemente, la riqueza poética y vital mayor de España».
3/ Dentro de los poetas del Veintisiete, Rafael Alberti fue el primer gran amigo de Sánchez Mejías. Ese mismo año 1927, el torero le encerró en una habitación de un hotel sevillano para que escribiera un poema: Joselito, en su gloria. En broma, Alberti se vistió de torero y llegó a hacer el paseíllo, una tarde, como banderillero de su gran amigo Ignacio. La obra taurina de Alberti es muy amplia: en 1965, publicó una recopilación, Suma taurina. (Verso, prosa, teatro), con ilustraciones suyas sobre ese tema, que comprende nada menos que 130 páginas. Participó conmigo, con Tierno Galván y Antonio Gala, en un acto en defensa de la Fiesta que organicé, en el Ateneo de Madrid.
4/ Gerardo Diego fue un verdadero apasionado por los toros, un gran conocedor de su técnica y de su historia; escribió crónicas taurinas, con seudónimo; llegó a publicar una Tauromaquia completa y ordenada en verso, La suerte o la muerte. Anecdóticamente, asistió a la «corrida monstruo» de Santander, en 1913, en la que, en solo día, se lidiaron dieciocho toros, en tres turnos de mañana, tarde y noche. Cuando le preguntaron a Gerardo cómo había aguantado ese atracón, respondió escuetamente: «Así deberían ser todos los días».
5/ El agudo y paradójico José Bergamín era gran aficionado y entendido, escribió mucho y bien sobre toros; entre otros, los libros El arte de birlibirloque, La estatua de don Tancredo, Recortes y galleos del arte de torear, La música callada del toreo… Al escribir de toros, con toda naturalidad, cita a Sartre, Kierkegaard, Bergson, Landsberg… Otorga a la Tauromaquia un significado verdaderamente trascendental: «Es un doble ejercicio físico y metafísico de integración espiritual, en que se valora el significado de lo humano heroicamente o puramente: en cuerpo y alma, aparentemente inmortal».
6/ Además de escritor, Fernando Villalón fue garrochista, ganadero de reses bravas y teósofo. Se dio a conocer como poeta en los actos sevillanos del Veintisiete. Escribió, en prosa, Taurofilia racial. En La Toriada, muy influido por Góngora, presenta al toro como un animal sagrado; la Tauromaquia, como un rito.
7/ En su primera época, Vicente Aleixandre utiliza muchas imágenes cósmicas, telúricas; son frecuentes sus poemas dedicados a animales. Por ejemplo, en Espadas como labios, canta a un arrogante toro de lidia:
8/ En su libro Jacinta, la pelirroja, el malagueño José Moreno Villa, también archivero, pintor y crítico de arte, opone dos clases de amor y dos formas de vivir: la mediterránea y la anglosajona. La primera, la nuestra, la compara con «un torillo bravo»: nuestro símbolo nacional, el tótem de nuestra cultura.
9/ El vanguardista Adriano del Valle fue gran aficionado a los toros ; escribió en El Ruedo; dedicó poemas a Domingo Ortega, Manolete, Álvaro Domecq… Su poema Toros en Sevilla retrata una corrida completa, que desemboca en el giro vertiginoso de las mulillas: ese feliz carrusel que es una Plaza de toros, símbolo del mundo entero.
10/ Heredero directo del Veintisiete es Miguel Hernández. Cuando vino a Madrid, Cossío, para ayudarlo, lo contrató como colaborador de su enciclopedia Los Toros (la mejor que se ha hecho en España sobre cualquier materia, según Ortega y Gasset). En ella aparecen, sin firma, no pocas biografías escritas por Miguel: la del legendario Tragabuches, por ejemplo. Sus sonetos de El rayo que no cesa son una de las cumbres de la poesía taurina : no se queda en lo externo, costumbrista, sino que se identifica con el toro, como animal enamorado («Una querencia tengo por tu acento») y como ser para la muerte («Como el toro he nacido para el luto»).
Me quedo en estos diez ejemplos. Podría seguir con las alusiones taurinas que hay en poemas de Jorge Guillén, Dámaso Alonso, Pedro Salinas, Felipe Cortines Murube, José María Pemán, Rafael Laffon, Agustín de Foxá, Edgar Neville… No hace falta.
El mejor resumen lo da un poeta del que no se puede decir que fuera un facha, Rafael Alberti:
Porque toda España es él».
La conclusión es sencillísima, evidente: la generación del Veintisiete no tiene absolutamente nada que ver con Franco. Y no se puede hablar en serio de ella sin tener en cuenta la Tauromaquia y a Ignacio Sánchez Mejías. Si el ministro Urtasun no lo sabe, malo; si lo sabe y lo calla, peor.