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Dani Martín despierta a El Canto del Loco en su Madrid con una oda a la nostalgia más gamberra

El que fuera vocalista de una de las bandas más míticas de principios de milenio cantó al amor, a la amistad, pero sobre todo, a aquel niño que montó una banda y que nunca llegó a irse del todo

El cantante Dani Martín, durante su concierto en el Movistar ArenaEuropa Press

«Yo solo quería que viniesen a vernos 100 personas que no fueran nuestros amigos», recordó en la noche de ayer Dani Martín ante los más de 17.000 espectadores que abarrotaron el Movistar Arena y se congregaron para compartir con el que fuera vocalista de El Canto del Loco esta penúltima oda a la nostalgia.

En 10 fechas previstas, más de 170.000 personas se unirán para recordar a aquel grupo de amigos que montaron una banda que hoy ya no es suya, como bien resume Dani Martín en No vuelve, no, sino de todos aquellos a quienes todavía se les despierta el estómago al reconocer los primeros acordes de alguno de sus muchos himnos.

El cantante Dani Martín, durante su concierto en el Movistar ArenaEuropa Press

Madrid compartió ayer el espíritu rebelde que tanto caracterizó a El Canto del Loco en sus inicios y recibió a Dani Martín con esa lluvia intensa y breve que de vez en cuando se pasea por la capital. Comenzó el show con Zapatillas y Volverá, dos clásicos de aplauso fácil que consiguieron hacer vibrar al antiguo Palacio de los Deportes. En su canción homenaje al primer amor, robó protagonismo al cantante Oliver, hijo de Rulo –vocalista de Rulo y la Contrabanda y la Fuga–, quien con solo 11 años empuñó la guitarra con una destreza que se sobrepuso a los nervios del pequeño.

El cantante Dani Martín (i) canta junto a Oliver, el hijo de Rulo, vocalista de Rulo y la ContrabandaEuropa Press

Siguió la nostalgia empapando el escenario con los grandes clásicos de El Canto del Loco. Canciones, A contracorriente y Besos triunfaron como nunca entre redobles de batería y acordes de un pasado rockero, que en el fondo está más presente que nunca. Finalizó el primer bloque con Puede ser, uno de esos temas que siguen despertando las emociones de aquellos años locos y que siempre irá asociado al gran dueto que protagonizaron en esta canción Dani Martín y Amaia Montero, en su primera etapa como vocalista de La Oreja de Van Gogh.

La batería comenzó a bajar el ritmo y los acordes de la guitarra se endulzaron al son de Cero, una de las canciones más emblemáticas de la etapa de Dani Martín en solitario, más sensible, más íntima. El que fuera adalid del canallismo madrileño a principio del milenio abandona durante este bloque del concierto esa fachada de tipo duro y se deja llevar por la lluvia de emociones de sus temas más personales, como Qué bonita la vida y Emocional, piezas que condensaron uno de los momentos más especiales del concierto.

Volvió el canallismo y rescató Dani Martín su esencia como vocalista en El Canto del Loco, pero esta vez menos niño, con más experiencia. Así se refleja en las canciones que fueron fluyendo –la mayoría de su último disco, más gamberro que los anteriores–, como Me vuelves puto loco, Novedades Viernes o el rock de pulso medio, desarmado, de Carpe Diem.

El cantante Dani Martín, durante su concierto en el Movistar ArenaEuropa Press

Como en una especie de palabra capicúa, el final volvió al principio, a esos himnos eternos del Canto que marcaron a varias generaciones completas. La madre de José volvió a despertar a ese adolescente que Dani Martín sigue llevando con orgullo y altanería. Tras esta traca que ya avisaba del fin de fiesta, el cantautor cogió el micrófono para hablar de su primera guitarra, de sus viejos complejos, de sus antiguas ilusiones y de sus sueños ya cumplidos. Al término de estas emotivas palabras, los acordes de Ya nada volverá a ser como antes empezaron a recorrer el escenario y de repente todo cobró sentido.

Todo se fundió al negro. Pero Dani Martín no se iba. No todavía. Para el primer bis, rescató otra de las grandes baladas de El Canto del Loco, La suerte de mi vida, que cantó desde la grada de un Movistar Arena abarrotado, emocionado. Como broche final, sonó, bendita elección, Peter Pan. Porque 25 años después, Dani Martín sigue siendo un poco aquel niño gamberro que no estudiaba, pero tocaba la guitarra y soñaba con contar en sus conciertos 100 personas que no fuesen sus amigos. Ahora los cuenta por 100.000.