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29 de abril de 2024

El pintor Alberto Guerrero, en su estudio

El pintor Alberto Guerrero, en su estudioJorge Ruiz

Alberto Guerrero: «Una buena obra de arte trasciende a la obra misma y al propio artista; te remite a algo superior»

Arte sacro figurativo, arte experimental y abstracto, juegos de colores, luces y sombras. Sería un modo de definir el arte de Alberto Guerrero, uno de los pintores que mayor producción está generando, en especial, en las iglesias de la Comunidad de Madrid. Ahora ofrece una colección de lienzos en tonos azules

Estos días, junto a una docena de artistas, el pintor Alberto Guerrero expone su serie «Desde lo profundo» en Sagasta 27 (Madrid), un edificio construido hace más de un siglo y que está en vías de remodelarse para albergar viviendas de lujo. Es una serie en la que los cuadros sugieren –mediante gamas frías o templadas de azul– luz sin mostrarla, como uno en que parece que estemos saliendo del fondo del mar y entreviendo el tibio resplandor al otro lado de la superficie.
Uno de estos lienzos le ha valido el segundo Premio de pintura en el XXI Certamen Cultural «Virgen de las Viñas». Charlando con él, repasamos encargos de arte figurativo, de arte sacro, y series experimentales como esta. Hace poco más de un mes, el crítico William Newton publicó un artículo sobre Alberto Guerrero en la veterana y prestigiosa revista The Spectator World. Y ahora nos confiesa que, si bien uno de los objetivos de toda exposición de pintura es vender, su intención no es llevar todo lo que tiene, «como si fuera un almacén o un ‘todo a cien’». Prefiere «enseñar poco pero bien, que no enseñar mucho y mal». «Hay que tener mucho cuidado; si juntas mucho los cuadros, o colocas cuadros que no tienen nada que ver entre sí, se anulan unos a otros», advierte.
Algunos de los cuadros del pintor Alberto Guerrero, en su estudio de Madrid

Algunos de los cuadros del pintor Alberto Guerrero, en su estudio de MadridJorge Ruiz

–¿Cómo surge esta serie «Desde lo profundo»?
–Casi todas las ideas me surgen trabajando, y, al final, un cuadro llama a otro cuadro, como decía Anselm Kiefer, y también una serie llama otra serie. Yo llevaba muchos años pintando cuadros con mucha textura, con un foco de luz central. Y, tras tanta rugosidad, estaba con ganas de hacer justo lo contrario, algo totalmente liso. Aparte, desde siempre me gusta jugar con contrastes; mi pintura es, en cierto modo, un juego de contrastes, con más medios o con menos medios. En este caso, algo muy minimalista, con el menor número de recursos posible para intentar decir lo máximo. Son cuadros muy sencillos, en los que sólo juego con la gama cromática de los azules. Un solo color, con dos pigmentos azules. En este juego intento hablar solo a través de la luz y el color. Color azul. ¿Por qué el color azul? El color azul a mí me transmite la idea de misterio, de profundidad. Y me interesa esta perspectiva, y también alude al famoso salmo De profundis. Se trata de intentar hablar sobre la luz y sobre la profundidad. Hay algo detrás. Hay una luz detrás.
–¿Esa luz está lejos?
–El foco de esa luz está fuera de cuadro. De modo que el cuadro es como un fragmento de una realidad mucho más grande. Tengo la sensación de que lo que uno percibe de la realidad es un pequeño fragmento de una realidad mucho mayor. Así son las cosas tal y como las percibimos; se percibe solo una pequeña parte de la realidad profunda de las cosas. Por eso, estos cuadros hablan sobre una luz que es mucho más grande que el propio cuadro, que también es una metáfora sobre el propio arte. Para mía, una buena obra de arte trasciende a la obra misma y al propio artista. Te remite a algo superior.

Lo que uno percibe de la realidad es un pequeño fragmento de una realidad mucho mayor

–De profundis. ¿Hay alguna influencia o continuidad entre el arte sacro por encargo que usted elabora, y estas series experimentales?
–Para mí, todo es importante y se acaba plasmando de alguna manera lo uno en lo otro, de forma que todo está conectado, no son compartimentos estancos. Cuando te dedicas al arte, todo influye en todo, Si me encargan ahora hacer algo para una capilla, todo el trabajo, por ejemplo, de estas series me influye en la manera de pintar esa capilla. Es inevitable, de una manera a veces consciente y a veces inconsciente.
–¿Cuáles son sus nuevos proyectos de arte sacro, Alberto?
–La capilla de la Fundación Bobath, que es una fundación de niños con parálisis cerebral. Todo, incluyendo el altar, es mío, salvo a la Virgen, que es la Virgen de Lourdes. Para el Cristo en la Cruz me he basado en la Sábana Santa: los clavos están en las muñecas, no están en las palmas; los dedos están contraídos, y la corona de espinas es un casco. No es una copia fiel de la Sábana Santa, pero sí que sigo ese modelo y es una pintura plenamente figurativa. Y recurro, como en otras veces, al dorado, al pan de oro. Por otro lado, ahora tengo un encargo muy importante. Voy a dorar todo el ábside de la nueva capilla de la Universidad Francisco de Vitoria. Son 184 metros cuadrados. Y ahí lo que voy a intentar hacer es un juego con la retícula del pan de oro, hacer formas, que no sea un dorado sin más, sino un dorado y la Cruz, y luego el sagrario y una imagen de la Virgen. Al final, es como un gran marco, sobre todo, para la Cruz, que va a estar colgada sobre el altar. Este sería un ejemplo de arte sacro con un fondo abstracto. Aquí el oro es plano, y juegas de otra manera, juegas con las líneas. Pretendo marcar una verticalidad, quiero jugar con la horizontalidad y la verticalidad. ¿Por qué? Para expresar que la Gracia entra en el mundo a través de la Cruz. Por tanto, resalta el sagrario. Así que todo está conectado.
El artista Alberto Guerrero durante la entrevista con El Debate

El artista Alberto Guerrero durante la entrevista con El DebateJorge Ruiz

–Esta relación entre lo abstracto y lo figurativo recuerda la enorme influencia en usted ejerce Velázquez, en especial con composiciones como la Vista del jardín de la Villa Médici en Roma. ¿Me equivoco?
–Manet, que está fascinado por Velázquez, escribe desde Madrid y dice que Velázquez pinta el aire. Velázquez tiene esa manera de emplear pinceladas sueltas en una pintura que de cerca parece un cuadro abstracto. Admiro a Velázquez, me encanta, me gusta por muchos motivos, y, en concreto, esa técnica, esa pincelada que gustaba a los impresionistas. Es el ojo del espectador el que reconstruye la imagen general; él pinta el vestido de la reina, y desde lejos parece un brocado magnífico, muy realista. Y luego tú te acercas, y es como una pintura abstracta, porque son pinceladas sueltas de color. Como hace Sorolla. Descompone la imagen en manchas sueltas, sabiendo que es el ojo del espectador a cierta distancia el que va a recomponer esa imagen.
–Por tanto, el pintor, en especial el de pintura abstracta, no es simplemente alguien que se dedica a pintarrajear.
–No asumo esa división entre pintura abstracta y figurativa. Para mí, todo es un poco lo mismo. En un cuadro abstracto estoy reflejando armonías, estoy creando composición de algo que he visto en la naturaleza. No es una ruptura con la naturaleza. La fuente primaria del artista es la naturaleza, y yo creo que estoy absolutamente conectado con la tradición. Sí que hay un arte moderno que ha roto con el objetivo tradicional del arte, que era la búsqueda de la belleza, y deliberadamente no busca la belleza, sino otra serie de cosas. O busca la ruptura, precisamente, y un feísmo deliberado.
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