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Portada de «Un puñado de anécdotas. Opus incertum» de Hans Magnus EnzensbergerAnagrama

La autobiografía de un ratón o la construcción irregular de una memoria fragmentaria

«Un puñado de anécdotas. Opus incertum» transita la frontera entre unas memorias y la novela de aprendizaje. Un imprescindible para los amantes de la literatura y de la historia contemporánea.

anagrama / 240 págs.

Un puñado de anécdotas. Opus incertum

Hans Magnus Enzensberger

Hans Magnus Enzensberger (Kaufbeuren, Baviera, 1929) es uno de los intelectuales y escritores más perspicaces de nuestro tiempo, hombre polifacético —profesor universitario, traductor, editor, periodista, poeta, novelista, dramaturgo y ensayista— y uno de los renovadores de la literatura alemana. Tomó parte activa en el Grupo 47, a través del que algunos escritores y críticos alemanes y austriacos, como Alfred Andersch, Hans Werner Richter, Ingeborg Bargmann, Paul Celan, Günter Grass o Peter Handke, quisieron revitalizar la literatura alemana de posguerra, acercándola a la realidad contemporánea. Tras el hallazgo de un archivo con manuscritos, libretas con notas, cartas y recortes de periódico, el editor de las revistas Kursbuch y Transatlantik publicó en 2014 su primera obra de tono autobiográfico, Tumulto (Malpaso, 2015), donde, como en un collage, escribe sobre la estancia en el Berlín occidental y los viajes a Moscú y La Habana. Cuatro años más tarde, en 2018, recupera los primeros veinte años de su vida en Eine Handwoll Ankedoten, auch Opus incertum, que Eva Garcia Pinos ha traducido para la editorial Anagrama.

«Un puñado de anécdotas» transita con libertad la frontera de las memorias y de la novela de aprendizaje

En Un puñado de anécdotas. Opus incertum (2021) evoca las convulsiones políticas y las transformaciones socio-económicas y culturales que marcaron las primeras décadas del siglo XX que precedieron a su nacimiento en 1929. Bajo el subtítulo Opus incertum, con el recurso a una tercera persona del singular que se nombra con una M., rememora su infancia, adolescencia y juventud en 107 textos fragmentarios, de una o dos páginas. En el último texto, bajo el paratexto «Envoi», M. reflexiona sobre el acto de escribir sobre el propio yo: «Cuando él escribe sobre sí mismo, / escribe sobre otro. / En lo que escribe, / él se esfumó»; expresa así el deseo de distanciarse de la tradición alemana de la novela de aprendizaje.
Con la conciencia de que «los secretos siempre calan más hondo en los niños que los gritos» y de que «la memoria humana es un órgano misterioso» que selecciona caprichosamente lo que desea custodiar, la voz narradora evoca escenas e imágenes (fotografías de color sepia, ilustraciones, dibujos) de personas y objetos que le han acompañado desde que sus padres contrajeran matrimonio en 1928, como la radio a galena o de madera Siemens 95W y los primeros programas radiofónicos que emitía el Deutsche Stunde de Múnich; el desván que custodia los tesoros familiares y las primeras farolas de gas; la máquina de coser Singer y la cámara Leica con la que su padre despertó en él su afición por los álbumes fotográficos; el primer televisor a color y la furgoneta de mudanza verde oliva con que se hizo la mudanza familiar a Núremberg debido al ascenso paterno al puesto de director de Telégrafos, y su posterior traslado a Entengraben. No faltan las rencillas fraternales, los primeros enamoramientos, la carrera de su hermano Martin como artista gráfico y su muerte debido a un cáncer pulmonar, las vacaciones familiares en Ludwigshafen, los inicios en los secretos de la bibliografía y la predilección por la cartografía, la inolvidable honradez paterna o el cariñoso afecto a su hermano Christian, «el verdadero escritor de su familia», fallecido en 2009 .

Enzensberger ofrece una obra irregular, un mosaico de anécdotas personales, en la que presenta un fresco cultural de la historia de su país

Mientras entreteje sucesos cotidianos y entremezcla anécdotas familiares, M. desmenuza con gran amenidad los acontecimientos que han marcado la historia de Alemania: los años de la República de Weimar; el pánico que desató la bolsa de Nueva York el 24 de octubre de 1929; el ascenso del nacionalsocialismo y la primera vez en que la vida quedó suspendida al paso de «un hombre insignificante con bigote y la vista fija hacia delante», que llevaba el pelo pegado a la frente, levantó el brazo derecho y lo dejó caer bruscamente; el asesinato de Kurt von Schleicher y la Noche de los cuchillos largos (1934); la difusión de la ideología nazi a través del diario antisemita Der Stürmer, que dirigía su vecino, Julius Streicher; la celebración de los Congresos del Partido del Reich, que convertían la casa familiar «en un cuartel durante toda la semana»; la expulsión de las Juventudes Hitlerianas; la invasión alemana de Polonia de 1939 y la huida masiva de las fuerzas armadas de la Wehrmacht; la aparición diaria en los buzones de la casa familiar de los ejemplares del Brüsseler Zeitung, el periódico de las fuerzas de ocupación que dirigía el general Von Falkenhausen, y la suscripción paterna al Völkischer Beobachter, que le hicieron sucumbir «al vicio de leer el periódico»; los intereses económicos que condujeron a la ocupación de Checoslovaquia; las políticas totalitarias del Tercer Reich (los trenes de mercancías que transportaban a miles de personas que desaparecían en la Polonia ocupada, los peones que eran forzados a trabajar en la construcción de centrales hidroeléctricas o las escuchas telefónicas); los bombardeos y ataques que asolaron la ciudad y la plaga del coleóptero «para derrotar a Alemania con el arma de la hambruna», que condujo al cierre de las escuelas para que los niños ayudaran en su erradicación; la declaración de guerra por parte de Hitler a Estados Unidos; el reclutamiento de estudiantes para ofrecerse como voluntarios para las Waffen-SS; la huida y desaparición de personas que quedaron atrapadas en campos de Siberia, en África o en barracas americanas; o la liberación de los civiles que el régimen había encarcelado en prisiones, como su padre, que fue acusado de realizar comentarios despectivos sobre el Führer, entre otros.
Son conmovedores los pasajes en los que M. ofrece la visión de la guerra que deja fuera de circulación las rutinas diarias y derrumba la autoridad de los adultos. Y no faltan las secuencias en las que ameniza los recuerdos con un atinado empleo de la ironía en la descripción de un sinnúmero de episodios curiosos, como los millones de criadas que trabajaron en el servicio doméstico durante el Tercer Reich y que desaparecieron durante la guerra, el descubrimiento del chicle, «una barrita colorada que, desprovista de su envoltorio y un papel plateado brillante, contenía una masa gris cubierta de polvo. Era dulce y sabía a menta, pero no se derretía en la boca», del café o de la K Ration, de la literatura infantil o del carácter inglés y de la conciencia de clase que había en la isla tras su viaje a Londres.
Para un escritor que huye de la nomenclatura literaria y de las clasificaciones genéricas, Un puñado de anécdotas transita con libertad la frontera de las memorias y de la novela de aprendizaje. Enzensberger ofrece una obra irregular, un mosaico de anécdotas personales, en la que presenta un fresco cultural de la historia de su país; rememora el descubrimiento del Holocausto tras el visionado de un documental y la invitación que recibió para participar en la reunión de escritores europeos que se celebró en Alemania en 1947, donde intervino André Gide; la aparición el 21 de junio de 1948 del deutsche mark, la devaluación del reichsmark y la aparición de la publicidad, entonces inofensiva; los años universitarios en Erlangen, Friburgo, Hamburgo y la Sorbona, la conferencia de Heidegger y el seminario del profesor Wilhelm Szilasi; o los primeros contactos con las tesis marxistas y el descubrimiento de la bulliciosa vida intelectual del existencialismo francés.
Con prosa diáfana y sencilla, en estas lúcidas memorias muestra Enzensberger el germen de su erudición y de una trayectoria intelectual forjada en la lectura de la obra de los grandes autores de la literatura occidental (Sófocles, Thomas Mann, Bernhard Kellermann, Erich Maria Remarque, Franz Kafka, Joseph Roth, Henry David Thoreau, Oscar Wilde, Chesterton George Orwell, Ernest Hemingway, Louis Bromfield, Mark Twain, Thomas S. Eliot y Wallace Stevens, entre otros).
Un puñado de anécdotas. Opus incertum es un imprescindible para los amantes de la literatura y de la historia contemporánea. Finalizamos con un fragmento extraído de una de las anotaciones, que lleva el título «Auto de fe»: «Ahora es inevitable que quede escrito en un sitio u otro de su vida pasada: un boletín de notas, una postal, un cajón repleto de fotos antiguas o agendas de bolsillo con direcciones apuntadas. Si los roedores supieran escribir, habrían podido aprovechar los cuadernos que M. llenó de garabatos cuando era niño, en el mejor de los casos, para la autobiografía de un ratón».