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Portada de «La mujer y su expresión» de Victoria Ocampo

Portada de «La mujer y su expresión» de Victoria OcampoBookman

'La mujer y su expresión': el feminismo de Victoria Ocampo

La editorial Bookman reedita un texto original de la escritora argentina en el que reclama la igualdad de oportunidades para que las mujeres desarrollen su propia voz

Las posiciones más excluyentes no deberían hacernos olvidar que el feminismo también pertenece a aquellas autoras que defienden la diferencia y la complementariedad entre el sexo masculino y el femenino. La escritora, traductora y editora argentina Victoria Ocampo (Buenos Aires, 1980 - Beccar, 1979) rehuía de las propuestas basadas en la imitación del varón por parte de la mujer y en el enfrentamiento entre los sexos. Los tres ensayos que ahora rescata la editorial Bookman en un compendio delicioso –La mujer y su expresión. Apología de un feminismo original– son una oportunidad para conocer –o «reconocer»– a una intelectual que veía el fruto de la emancipación femenina en el acercamiento completo, puro y consciente entre el hombre y la mujer. El sello, bajo la dirección de Miguel Ángel Blázquez, ofrece una edición numerada y limitada de la obra, fruto de un minucioso trabajo de reedición.

Victoria Ocampo perteneció a la llamada «clase patricia» de la alta burguesía porteña. Su membresía a la clase social y económicamente acomodada le permitió fundar la editorial Sur y una revista homónima, que dirigió durante cuarenta años y convirtió en una de las publicaciones culturales más importantes de Iberoamérica. Tuvo, sin embargo, que lidiar en su juventud con ciertos complejos de género, puesto que si bien las mujeres de su familia recibían una instrucción exquisita, también quedaban apartadas de la exposición pública y de la vida profesional. Victoria era bilingüe y salonnière (acogió en su villa a personalidades como Tagore, Stravinski, Camus y Ortega). Viajó por Europa y Estados Unidos, y se relacionó con importantes intelectuales de la época, como Virginia Woolf, Aldous Huxley o Ezra Pound. Por fortuna y posición familiar perteneció a la élite social; por su talento natural y los trabajos cumplidos también logró ser parte de la élite intelectual de su época.

Victoria Ocampo dedicó muchas páginas a reflexionar sobre la situación de la mujer en la sociedad que le tocó vivir y su participación en el ámbito público, a menudo a partir de su propia biografía. El factor decisivo de su programa estribaba en la educación. A su juicio, eran las diferencias existentes entre la instrucción de la mujer y la del hombre (así como ciertos estereotipos) las causantes de su subordinación social.

Portada de «La mujer y su expresión» de Victoria Ocampo

bookman / 83 págs.

La mujer y su expresión

Victoria Ocampo

La mujer y su expresión, publicada originalmente en 1936 por la Editorial Sur de Buenos Aires, contiene tres ensayos: La mujer y su expresión, El esbozo de una vida y La mujer, sus derechos y sus responsabilidades.

Se trata de reflexiones sobre la femineidad hechas desde la experiencia femenina, generando un discurso distinto al masculino predominante, portador de unos principios y concepciones con los que la autora no puede identificarse: «El monólogo del hombre no me alivia ni de mis sufrimientos ni de mis pensamientos. ¿Porqué he resignarme a repetirlo? Tengo otra cosa que expresar. Otros sentimientos, otros dolores han destrozado mi vida, otras alegrías la han iluminado desde hace siglos.»

Es hora, proclama Victoria, de que la mujer se exprese, y que lo haga de acuerdo con sus medios, talento, vocación y naturaleza. La «expresión femenina» puede adquirir manifestaciones distintas: en la ciencia –Marie Curie–, en la escritura –Virginia Wolf o Gabriela Mistral–, en la educación –María de Maeztu–; o en la que Victoria considera «la más completa expresión de la mujer», que es la maternidad.

Si admitimos que el estilo perfecto es «decir lo que se quiere» hay que reconocer que Victoria Ocampo, primera mujer admitida en la Academia Argentina de Letras, fue una escritora sobresaliente. Sus ensayos tienen la calidad como norte. Se forjan en un estilo y lengua tan elegantes como expresivos, rasgos de la «buena cultura» que promovía con su revista, ajena a cualquier de estridencia o zafiedad.

Como otras tantas escritoras que privilegian a la mujer en sus pensamientos y palabras, el fin último de Ocampo no era el bien de sus congéneres, sino el bien humano en general. Serán las mujeres ilustradas, liberadas de la educación torcida e incompleta que han venido recibiendo, las que sean capaces de expresarse, bien a través de la maternidad y crianza de una nueva humanidad, bien a través de otras obras del espíritu.

Afortunadamente, la situación de la mujer española actual dista mucho de la que Victoria Ocampo veía en sus contemporáneas. Con todo, sigue siendo necesario leerla. En primer lugar, porque hizo ver que el reconocimiento de la diferencia no tiene por qué traducirse en discriminación ni jerarquías; porque contribuyó a conseguir el grado de libertad y de igualdad del que disfrutamos, y, además, porque demuestra que el feminismo ha tenido y tiene defensoras cabales y peticiones legítimas.

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