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Portada de «Mis años con Juan Pablo II» de Joaquín Navarro-Valls

Portada de «Mis años con Juan Pablo II» de Joaquín Navarro-VallsEspasa

'Mis años con Juan Pablo II': historia de la Santa Sede y del mundo en directo

Se publica de manera póstuma un dietario del que fuera portavoz del Vaticano y gran asesor laico del papa Wojtyła, Joaquín Navarro–Valls. Estas páginas ayudan a comprender la personalidad del pontífice polaco y sus años como sucesor de Pedro

«Joaquín Navarro–Valls puso dos condiciones para ser el portavoz del Vaticano: hilo directo con el Papa y transparencia». Así resume Rafael Navarro–Valls el modo como su hermano Joaquín (1936–2017) ejerció, a lo largo de dos décadas, una de las funciones más delicadas de la Iglesia católica: la portavocía de la Santa Sede. Para comprender en profundidad la importancia de la forma como desempeñó esta tarea, conviene tener en consideración que, al año de su fallecimiento —y doce después del final de su etapa como portavoz—, la dirección de comunicación del Vaticano registró varias dimisiones. A finales de 2018, las muy sonadas de los laicos Paloma García Ovejero y Greg Burke. Meses antes, la dimisión del sacerdote Dario Edoardo Viganò —no confundir con el arzobispo Carlo Maria Viganò. Este libro aporta bastantes claves para hacerse cargo de las diferencias entre una época y otra.

Para empezar, el libro —en realidad, un dietario que abarca desde noviembre de 1984 hasta julio de 2006— no habla de Joaquín Navarro–Valls. Él habla del papa, de la Iglesia, de los acontecimientos que afectan al mundo. Pero no habla de sí mismo. Su estilo —a mitad de camino entre la precisión de cirujano, pues era médico, y la viveza implícita del periodista, pues también estudió esta carrera— da a entender su personalidad: alguien muy discreto y eficiente, volcado en una obligación moral, personal y profesional que se alimenta de constancia, intensidad humana, además de fe y una vida interior de la que apenas se da cuenta en estas páginas. Siendo numerario del Opus Dei, las referencias a la Prelatura, a los obispos prelados Álvaro del Portillo y Javier Echevarría, o al fundador Escrivá de Balaguer, son contadísimas. Anecdóticas. Pero repletas de una emoción bastante contenida, exenta de sensiblería. Igual que cuando muestra el tierno afecto que Wojtyła sentía por España. O cuando relata el fallecimiento de su padre o del propio papa. En cambio, los personajes secundarios, tras Juan Pablo II, son Ratzinger, Gorbachov, el cardenal Angelo Sodano, Stanisław Dziwisz (secretario pontificio), el médico Renato Buzzonetti, el cardenal Giovanni Battista Re, y un largo número de protagonistas de la política y la Iglesia de los años 80, 90 y comienzos de este siglo.

Portada de «Mis años con Juan Pablo II» de Joaquín Navarro-Valls

espasa / 640 págs.

Mis años con Juan Pablo II

Joaquín Navarro-Valls

Mis años con Juan Pablo II es, por tanto, historia escrita al momento. Pero sin prisas. Con mirada honda, con sobriedad acogedora, meditada, analítica. No es tampoco una colección de acontecimientos diarios; del año 1985, por ejemplo, sólo hay una anotación. Y es carácter familiar y de cariño del papa. A partir de 1986, Navarro–Valls asume que estas notas «nunca serían un diario». Y narra en vivo la Perestroika, el desmembramiento de la URSS, los viajes del pontífice polaco, la labor de restauración del vigor de la Iglesia, las disputas con las corrientes ideológicas que tomaban impulso entonces —las Conferencias de El Cairo (1994) y Pekín (1995), por ejemplo—, la sucesión de escándalos —sobre todo, los de pederastia—, el trato personal con intelectuales como Indro Montanelli o Vittorio Messori, el ecumenismo, los lefebvrianos, Fidel Castro, Bush padre e hijo, la memoria del arzobispo Óscar Romero, el gesto de Balduino de Bélgica ante la ley del aborto, las Torres Gemelas… Disputas que hoy pensamos nuevas, como la puesta en duda del celibato sacerdotal y la propuesta de los viri probati. Pero, asimismo, el auge y declive de aquel pontificado.

El interés de este libro no sólo estriba en su testimonio histórico, o en la pulcritud estilística, o en los amables detalles cotidianos de un risueño Juan Pablo II y sus caminatas montañeras —el papa eslavo, en un momento dado, se pone a recitar su breviario cantándolo «con el semitonado clásico»—, sino también en la variedad de cuanto el lector puede constatar y lo que cabría barruntarse de cuanto no aparece de modo explícito. Por otro lado, las fotos —algunas del propio autor— y el epílogo de su hermano Rafael —más que un homenaje en esta obra póstuma que a más de uno despertará nostalgia— completan el relato, la confidencia responsable de alguien que recalcó a Benedicto XVI, al poco de su elección pontificia (abril de 2005), que la iniciativa es clave en la comunicación institucional. Frente a la actitud reactiva, poco transparente y nada fluida de la Curia, este laico demostró que la credibilidad de la Santa Sede se debería basar en un discurso unívoco, claro y profesional.

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