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29 de abril de 2024

Portada de «Contenido» de Carlo Padial

Portada de «Contenido» de Carlo PadialBlackie Books

'Contenido': la cara oculta del meme

Carlo Padial satiriza la burbuja de los medios digitales millennial en una novela beligerante y muy divertida contra la cultura de la disrupción y el clic

Antes de pasar a los elogios, voy a dejar constancia de que a mí Carlo Padial me caía mal desde 2019 hasta antes de ayer. En el Festival de Málaga de aquel año compareció a bombo y platillo con una película protagonizada por un famoso streamer, Wismichu, que me venía jorobando sin querer porque alguien, en algún foro, había subido mi teléfono asegurando que era el del mismísimo Wismichu. Una cosa realmente rara, de novela de Auster. La película no me reconcilió ni con Wismichu ni con Padial: me pareció un artefacto en torno al troleo que sólo podía divertir a un grupo autorreferencial de modernos barceloneses. Cuando lo comenté con un par de críticos, me miraron con condescendencia, como si aquí el señoro no lo hubiera pillado.
Lo curioso entonces es que yo le haya dado una oportunidad a Padial, a quien he esquivado oportunamente hasta ahora. Probablemente quería confirmarme que no había mucho que rascar. Y todo lo contrario. Contenido (Blackie Books) es, por decirlo pronto, un hilarante e inteligente retrato de una sociedad acelerada que ha hecho de la disrupción un pretexto para que nada dure y nada valga.
Pongamos algo de contexto. El cineasta y escritor Carlo Padial (Barcelona, 1977) fue director de reportajes y de contenidos originales de PlayGround. Este medio, como BuzzFeed o Vice, formó parte de lo que se conoció como la burbuja de los medios digitales millennial que, en torno a 2015 aspiraban a enterrar a la prensa tradicional en alianza con las redes sociales y, en especial, Facebook. Un cambio en el algoritmo de la empresa de Zuckerberg hizo que en apenas una semana pasaran de facturar millones a unos pocos miles de euros y que su sobredimensionada y mal pagada plantilla acabara en el ERE.
Portada de «Contenido» de Carlo Padial

Blackie Books / 264 págs.

Contenido

Carlo Padial

De aquellos años trepidantes de precariedad y memes, de furibundo clickbait, han salido unos cuantos rebotados, como Ana Iris Simón, que trabajó en Vice antes de renegar del espíritu malasañero, o el propio Padial. Contenido es su epitafio a un tiempo de volatilidad y sería simplemente una buena sátira de la realidad si lo que se contara aquí no fuera mucho más cercano a la realidad que a su sátira.
En esta novela, Moisés Blanco llega a la «plaza dura» de Barcelona procedente de Mallorca, con la intención de hacerse un nombre en el cine documental en una ciudad plagada de estupidez y niños ricos que juegan a la subversión cultural. Ahí deriva hacia Zenfire, una start up dirigida por un visionario New Age que podría ser una especie de Gordon Gecko del entretenimiento digital. Defendía el protagonista de Wall Street que «el dinero nunca duerme»; para Israel de la Plata es la información y el contenido lo que no pega ojo.
Lo que sigue es el retrato y el relato de la «estafa piramidal» en que se convirtieron estas empresas cuya razón de ser era una aspiración entre utópica y ultracapitalista de diseñar el futuro. Padial no ahorra sangre a la hora de contar la fiebre del oro digital. Hay destellos de ¡Noticia bomba!, con el que Evelyn Waugh satirizó la prensa tradicional, y de la misantropía de Houellebecq; hay también ecos de esos personajes del XIX llegados a París desde las provincias que acaban malbaratando sus ilusiones en los espejismos de la gran ciudad. Padial glosa de manera amena ese universo de ironía narrativa, referencialidad extrema y disrupción vacua de internet. La cara oculta del meme, hecha de precariedad asumida y un culto exagerado y peligroso a la novedad y la emotividad como línea editorial de las redes.
Contenido es una novela especialmente recomendable para millenials y, más en concreto, para quienes vivieron esos años en los entornos periodísticos o del entretenimiento. O para quienes viven estos tiempos, tan deudores de esa cultura del clic ya instalada y autoasumida por los medios tradicionales.
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