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Querido alumno, te estamos engañando

El autor que revolucionó LinkedIn con su carta Querido alumno universitario de grado: te estamos engañando desarrolla en este ensayo sus tesis sobre el estado de la educación universitaria

En diciembre de 2022, un profesor de la Universidad de Granada llamado Daniel Arias publicó un texto en LinkedIn llamado Querido alumno universitario de grado: te estamos engañando. Este documento, que no tardó en hacerse viral y en generar una intensa polémica dentro del mundo universitario y educativo en general, ha sido ahora desarrollado y ampliado en un ensayo titulado Querido alumno, te estamos engañando.

Portada del libro 'Querido alumno, te estamos engañando' de Daniel Arias

Temas de hoy. Páginas 280

Querido alumno, te estamos engañando

Daniel Arias

La primera parte del ensayo, quizá la más lúcida e interesante, es un análisis descarnado y a la vez certero de la situación en que se encuentra la Universidad española. Durante estas páginas, Arias va describiendo a los diferentes actores del panorama universitario, desde unos profesores cada vez más desmotivados y ahogados por la burocracia a unos estudiantes distraídos, desganados y apáticos que, de hecho, abandonan con más asiduidad que nunca las aulas universitarias. No en vano, un tercio de los alumnos deja el grado que inició, y una quinta parte acaba abandonando la Universidad sin haber completado estudio alguno.

A la hora de analizar los motivos de esta deriva, Arias no duda en defender que los alumnos, lejos de ser los culpables, en realidad son las víctimas de un sistema educativo que les ha fallado. Los responsables de educar a las nuevas generaciones han ido renegando de ese deber, arrojándoles a edades cada vez más tempranas en manos de las pantallas y negándoles la transmisión de conocimientos bajo la idea de que solo se debe enseñar lo que interese a los alumnos, renunciando con ello a la misión principal de la escuela, que no es otro que ampliar el horizonte mental de los alumnos y fomentar su interés por el conocimiento, de manera que puedan crecer y convertirse en una versión cada vez más mejorada y enriquecida de sí mismos.

Sin embargo –se lamenta el autor–, en vez de reflexionar sobre este sistema educativo y plantear soluciones, la tendencia general de padres y profesores ha sido la de considerar que las nuevas generaciones son muy diferentes a nosotros, y que por tanto lo mejor que podemos hacer es adaptarnos a ello y renunciar a pedirles lo que nos pidieron a nosotros. Esto, en el mundo universitario, se traduce en aceptar que la generación actual es incapaz de prestar atención en clase, de tolerar la frustración y de motivarse solos, y por ello la única solución posible pasa por aligerar los contenidos de los planes educativos y adaptarlos a estos alumnos que, según esta concepción, no dan más de sí.

Una posible solución a esta visión tan condescendiente y negativa de los estudiantes universitarios pasaría por que los profesores se esforzaran en mejorar la calidad de sus clases, algo que sin duda lograría atraer la atención de los alumnos. No en vano, la experiencia demuestra que la actitud de los estudiantes varía mucha de una asignatura a otra, y dicha diferencia se debe en gran parte a la labor de los profesores.

Desgraciadamente, como recuerda Arias, los docentes universitarios tampoco tienen fácil dedicar más tiempo a preparar mejor sus asignaturas, ya que el actual sistema de crecimiento profesional valora casi exclusivamente la labor investigadora. En otras palabras, si un profesor universitario quiere progresar en su carrera académica –y con ello, entre otras cosas, incrementar su exigua nómina–, lo que debe hacer es centrarse en publicar, puesto que su valía y su buen hacer como profesor no van a ser tenidos en cuenta. Para acabar con este sinsentido, el autor propone con acierto copiar el sistema anglosajón, en el que los profesores optan por desarrollarse más en la vía investigadora o en la vía docente, pudiendo promocionar siguiendo cualquiera de los dos caminos.

Ahora bien, no todas las propuestas que presenta el autor son igual de convincentes. Por ejemplo, Arias aboga por incrementar la enseñanza en línea, un tipo de educación que sin duda presenta ventajas económicas y que ciertamente está demandada, pero que carece de la calidez y la humanidad en la relación entre profesor y alumno que tan esenciales son en la educación. Asimismo, hay que señalar que el libro se cierra con una última parte algo más tediosa y excesivamente pegada a la formación académica del autor en la que se tratan cuestiones de dirección estratégica de una empresa más alejadas del tema central del ensayo.

Sin embargo, en su conjunto el ensayo que firma Daniel Arias supone un libro interesante y recomendable para todos aquellos que estamos convencidos de que la Universidad es hoy más necesaria que nunca. Ahora bien, para ello –permítaseme añadir–, dicha institución no debe olvidar el fin primigenio para el que nació, que no es, como tantas veces se dice, proporcionar al mundo laboral futuros trabajadores, sino erigirse como un templo del conocimiento donde alumnos y profesores se reúnan para buscar la verdad, la belleza y el bien.

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