Arthur Koestler inauguró en la galería Mokum una exposición de obras de arte creadas por presos
Un eclipse rojo
Arthur Koestler nos retrata el totalitarismo y la destrucción
Imagínese el sol cálido de cualquier mediodía de septiembre en su rostro y a usted iniciando una lectura. Su vida tiene luz y futuro, incertidumbre, alegría y dificultades. Imagínese que, de pronto, se hace la oscuridad. Es el eclipse del totalitarismo. Sus víctimas se cuentan por millones y millones a lo largo del siglo XX. Es El cero y el infinito.

Traducción de Eugenia Serrano Balanyà
Editorial Debolsillo (2011) 253 Páginas
El cero y el infinito
Arthur Koestler novela los últimos días del viejo dirigente revolucionario Nicolás Rubashov, cuando, tras ser encarcelado, es sometido a un interrogatorio por la NKVD –antigua KGB– que precede a su ejecución.
Una historia ambientada durante los procesos de Moscú para exterminar a la vieja guardia bolchevique y la posterior Gran Purga estalinista originada en los años treinta del pasado siglo.
El viaje interior del protagonista y lo que fluye por debajo de los interrogatorios son narrados en un ejercicio de sagacidad psicológica sobre la destrucción absoluta de un individuo.
Todo sucede en el momento de la transición de la vieja guardia al nuevo hombre, Gletkin, el segundo interrogador, el que nació en la Revolución y no está contaminado por el ancien régime, quien no siente ni establece complicidades emocionales con sus camaradas. El Partido le ordena que sea efectivo. Él obedece con la devoción de un jesuita atravesando pantanos con la Cruz.
Gletkin no busca solo quebrarle a Rubashov física y mentalmente; persigue romperle el alma. «Qui patitur vincit», o quien persevera, vence. Aunque él mismo sea la siguiente víctima. Es la regla en la apostasía de prometer un futuro Paraíso en la tierra que impone el infierno en el presente.
Los escenarios de la novela son similares a los de la película de Robert Bresson Un condenado a muerte se ha escapado: la celda, la sala de interrogatorios, el patio y los espacios de algunos recuerdos. Pero aquí nadie escapa. El dios Saturno del totalitarismo necesita devorar a sus propios hijos para mantener al resto dominados por el miedo. La lealtad por el terror.
La gente se piensa, tontamente, que, si no está metida en nada, no le va a pasar nada. Falso. Orlova, la secretaria y amante de Rubashov, es la primera víctima por estar en el lugar incorrecto en el momento equivocado. Como sucedió a millones de ciudadanos soviéticos en esa década.
Después, llega el río revuelto y la degeneración personificada en la hija del portero del edificio del protagonista, quien planea delatar a su padre para quedarse con el apartamento y vivir con su marido.
Arthur Koestler nació en 1905 en Budapest y vivió una de esas vidas de novela que valen por mil. Como joven aventurero, emigró a la Palestina del Mandato Británico, fue periodista e historiador, llegando a ser el único invitado que viajó en el dirigible Zeppelín Graf por primera vez hacia el Polo Norte. Pero, sobre todo, fue un revolucionario y hombre de acción, que llevó una doble vida como agente de la Komintern hasta convertirse en el gran renegado, en el autor anticomunista más incisivo del mundo.
El escritor ni fabuló ni mintió en la escritura de El cero y el infinito. Bien sabía los métodos empleados por la policía secreta de Stalin por una amiga prisionera durante un año y medio en la Lubianka, la infame sede central de la NKVD. Ella intentó suicidarse y fue liberada gracias a las gestiones de la embajada austríaca. Luego, narró el horror a Koestler.
En el momento de la publicación de la obra, en 1940, se sugirió que el protagonista estaba inspirado en Nicolai Bujarin, el delfín de Lenin ejecutado por Stalin. Pero bien podría tratarse del juicio al general cubano Arnaldo Ochoa en 1989, o a cualquier dirigente comunista purgado. El patrón se repite en todos los lugares en donde el totalitarismo se hizo con el poder.
Koestler conoció en profundidad la naturaleza humana y la paz de aquellos que aceptan la inmolación como víctimas expiatorias. El terror final de la espera ante la muerte. No en vano, el autor estuvo condenado a muerte por las fuerzas nacionales durante nuestra última guerra civil, salvando su pellejo en el último momento por un canje de prisioneros.
La narración que hace el autor de la muerte del propio Rubashov, desde su propio punto de vista, resulta un escalofriante ejercicio de estilo literario.
En definitiva, una novela breve en la cumbre de la literatura del siglo XX que nos permite entender el totalitarismo en cualquiera de sus variantes.
Como dijo Séneca: serum est cavendi tempus in mediis malis, o «demasiado tarde se prevé cuando se está en medio del desastre». Aún no nos ha llegado el eclipse totalitario en cualquiera de sus variantes ideológicas. Disfrute de su lectura.